cuando acabe de parir ausencia en barba o remojo,
este parir soledad a torrentes,
este corazón de crujir en crematorio,
de ir borracho por la calle épica,
por donde se busca el último amor, el amor primero.
Sabré que no estuviste allí recogiendo piedrecillas,
la noche aquella cuando me faltó la dulzura
y un jacinto que acaricia los estanques.
De noche, sabré que no estuviste
cuando tuve ganas de corromper la tristeza,
de invitarla al placer por una copa de más,
en un bar sin historia.
Cuando acabe esta vida sin vida,
este sollozo a solas,
esta llamada desde el paraíso o la desolación,
esta brisa que llega con un atraso de semanas,
esta carta espinosa y arrugada,
con el cabello revuelto y echando espuma.
Cuando por fin dé el golpe final al verso,
y crezcan de repente ninfas y azucenas
alrededor de la mujer innumerable,
de la diosa herética y sagrada, que besé largamente
en el lecho de todas las amantes.
Sabré que la noche tiene sus encrucijadas,
que me faltan por desenterrar muchas agonías
y un paisaje que muestra a la sonrisa
sus miembros mutilados.
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