domingo, 30 de septiembre de 2012

De por qué transvanguardia y otras obsesiones de un yo obsesivo

     La poesía, ese innumerable coro de narcisos, gladiolos, araucarias, orquídeas, desde el punto de vista de histórico, se ha querido sujetar con las categorías de época, periodo y generación. Quizás la más compleja y la peor concebida fue la categoría de generación. Desde su nacimiento, no ha logrado describir los estadios sincrónicos de la lírica, sustentada en la idea de que un coro de voces cantaba como una sola voz en un momento de su historia, ha perdido toda su vigencia. La imposibilidad de meter en el mismo saco a ratones, perros, gatos, chompipes, dantas y demás fauna poética es la norma. De allí, que el crítico, el crítico serio, responsable, lúcido, − no el vendedor de baratijas −, deba replantearse la categoría de generación. 
     El fracaso de la teoría de las generaciones consiste en que solo describe el núcleo dominante de una generación, pero no sus periferias. Pues no se comprendía que esas periferias, podrían convertirse con el paso del tiempo en focos dominantes. La historia moderna de la poesía debe pensar como la pugna entre los procesos de homogeneización y los procesos de heterogenización. ¿Quiénes realizan estos procesos? Los grupos, los talleres, los colectivos, la universidades, los medios de comunicación masiva promueven el proceso de homogeneización, de rebaño, mientras el autor, el poeta verdadero pugna por rescatar su individualidad, su narcisismo puro, y en un estado de completa y poderosa conciencia separarse del grupo, aunque esto implique el escarnio, la burla y el olvido.
     ¿Qué es la transvanguardia? Definamosla como el periodo que se extiende de la década de los 90’s hasta nuestros días y contando. Consideremos como hechos relevantes: la fecha de nacimiento de los poetas, la fecha de publicación de su primera obra, los rasgos y las cualidades de su poesía, las relaciones intertextuales en el nivel profundo de su estructura semántica y argumental. Pensemos la transvanguardia como una empresa de reciclaje en el que caben el trascendentalismo, el realismo social, el neobarroco el minimalismo, la antipoesía, el culturalismo, el neosurrealismo, el realismo sucio, el hipergongorismo, el creacionismo, el neorromanticismo. Todos mezclados y confundidos en el mercado literario del valle central, porque para ser claro, lo que sucede en las fronteras no es de nuestro interés. Propongamos que la transvanguardia está formada por dos generaciones: los nacidos entre 1965-1979 y los nacidos entre 1980-1994. Digamos con toda sinceridad que estos periodos son arbitrarios y subjetivos, como toda propuesta histórica que se precie de la validez y de la verdad de sus argumentos. Consideremos que la primera postvanguardia la forman los siguientes poetas: 
1. D’lia Mc Donald 1965 
2. Frank Ruffino 1965
3. Jorge Zúñiga 1965
4. Ricardo Segura 1965
5. Alí Víquez 1966
6. Melvyn Aguilar 1966
7. Orlando G. Brealy 1966
8. Marianela Tortos 1967
9. Mauricio Molina 1967
10. Mario Ulate 1967
11. Carlos Villalobos 1968
12. Luissiana Naranjo 1968
13. David Maradiaga 1968
14. Mario León R. 1969
15. Luis Chaves 1969
16. Guillermo Acuña 1969
17. Meritxell Serrano 1969
18. Leonardo Villegas 1970
19. Cristián Marcelo 1970
20. María Montero 1970
21. Jenny Álvarez 1970
22. Mauricio Vargas 1971
23. Luis F. Gómez 1971
24. Gabriela Arguedas 1972
25. Gonzalo Campos 1973
26. Víctor Mora 1973
27. Fiorella Rivas 1973
28. Geovanny Debrús 1973
29. Julio Acuña 1973
30. Seidy Salas 1973
31. Melania Núñez V. 1974
32. Alberto Arce 1974
33. Joan Brenes 1974
34. Mainor González 1974
35. Gerardo Cerdas 1974
36. Alejandra Castro 1974
37. Karla Sterloff 1975
38. Cristián Solera 1975
39. Gustavo Solórzano 1975
40. Paula Piedra 1976
41. Angélica Murillo 1976
42. Felipe Granados 1976
43. Ronald Obando 1976
44. Laura Casasa 1976
45. Ricardo Marín 1977
46. Alfredo Trejos 1977
47. Zoé Espinoza 1977
48. Laura Fuentes 1978
49. Esteban Chinchilla 1978
50. Alexander Alvarado 1978
51. Selene Fallas 1978
52. Silvia Piranesi 1979
53. Byron Espinoza 1979
54. David López 1979
55. Gustavo A. Chaves 1979
56. Jenny Cascante 1979
Propongamos que estos cincuenta y seis poetas forman la primera transvanguardia, con sus sociolectos e idiolectos estéticos, sus tránsitos, sus búsquedas, sus traducciones y traiciones. Consideremos que la segunda transvanguardia (1980-1984) está constituida por los siguientes poetas: 
1. Juan A. Corrales 1980
2. Narcisa Castro 1980
3.Jonatan Lépiz V. 1981
4. Juan Hernández 1981
 5. David Cruz 1982
6. Sebastián Miranda 1983
7. Alejandro Cordero 1983
8. William Eduarte 1983
 9. Camilo Retana 1983
10. Diego Mora 1983
11. Esteban Aguilar 1983
12. Esteban Ramírez 1983
13. Felipe Sotela 1983
14. Paola Valverde 1984
15. Ronald Campos 1984
16. María Morales 1984
17. Carolina Liehaber 1985
18. Rolando Merayo 1985
19. Sebastián Arce O. 1986
20. Cristina Ramírez 1986
21. Juan Carlos Olivas 1986
22. Luis Chacón 1986
23. Daniel Vargas 1987
24. Armando Merayo 1989
25. Carolina Quintero 1989
26. José Pablo Medrano 1989
     Consideremos además que tanto la primera y segunda transvanguardia son sistemas abiertos, y que aún faltaría incluir los anacronismos, es decir, los poetas que por su edad de nacimiento no publican en el periodo que les corresponde, sino en alguna de las generaciones siguientes. Digamos entonces que para un estudio serio y necesario se debería analizar la obra de todos estos poetas, agruparlos sobre sus afinidades, las estructuras de su lenguaje poético, sus ideologías-estéticas, con el fin de tener una visión completa y esclarecedora del panorama lírico de los últimos treinta años. Indiscutiblemente, un trabajo de esta profundidad científica nos permitiría conocer mejor la producción literaria de los poetas jóvenes costarricenses, y acabaría con el ninguneo que sufren muchos poetas, por no hallarse en el centro de las tendencias dominantes, así se podría describir la multiplicidad de polos estéticos que forman eso que llamamos la poesía costarricense.
Propongamos que el uso de cualquiera de las clasificaciones históricas de escuelas y movimientos literarios es insuficiente para describir una generación, pues no abarca todas las manifestaciones poéticas de una generación. De allí, aunque se emplee la terminología canónica (surrealismo, creacionismo, ultraísmo, minimalismo, realismo social, realismo sucio, trascendentalismo, culturalismo, neobarroco...) Solo se emplean en la medida que describen las afinidades de un grupo de poetas, pero no de todos los poetas que constituirían la primera y segunda transvanguardia. A partir que se definen los márgenes y límites de la poesía joven de Costa Rica, se puede profundizar en los diversos discursos que forman un metadiscurso que describiría de forma científica y seria una generación o varias generaciones.

jueves, 27 de septiembre de 2012

La poesía de Cristián Marcelo por Francisco Sierra

     Hablar de un poeta es tan sólo poner de manifiesto lo que tal poeta dice de sí mismo. Es tratar de expresar cómo la vida se nombra en él. La dificultad consiste en descubrir tras los gestos de lo cotidiano, las máscaras de sus ceremonias ignoradas; tras los miedos, el goce, la mirada, el fracaso o el exceso, reconocer su rasgo esencial, su palabra primaria, la caligrafía íntima de su propia contemplación.
     Las circunstancias espectaculares y la leyenda tejida en torno a Cristián Marcelo, esa figura excéntrica que paseaba su angustia y sus borracheras por los bares de los Desamparados y por otra parte, el luminoso opuesto del adolescente perseguidor de pájaros que se extasiaba en la contemplación del cielo y las árboles de San Jerónimo, han mediado, especialmente en el público costarricense, en la valoración de su obra. Con Cristián Marcelo ocurre un fenómeno curioso: todo el mundo habla de él. Muchos han leído sus páginas en prosa Las esferas de la memoria y Cámara Nocturna, también se ha visto representada su pieza teatral Isla sepulcral, obra valiosa por su sentido del humor altamente poético, pero muy pocos conocen a fondo su poesía, lugar donde el lenguaje de Cristián Marcelo alcanza su revelación más poderosa.
     El nacimiento, la infancia, la adolescencia, la sexualidad, la religión, la muerte, el idioma del paisaje, la leyenda, en la visión acelerada de un múltiple universo de símbolos conforman la esencia de esta poesía. Rebelión de las fuerzas vitales ante las formas que avanzan hacia su caducidad, música y memoria de un paraíso perdido en la niñez, gozo profundo ante los milagros y una constante búsqueda de la verdad inmutable del hombre, oculta en los mitos, los colores, los sonidos, las repeticiones eternas. Y que sólo se manifiesta a la luz de las palabras. Cristián Marcelo trata de aprehender los límites de lo creado, la belleza y el terror de vivir, por medio de una participación activa en ambos extremos. Se trata del "éxtasis de la vida y el horror de la vida" de que hablara Baudelaire. Y en esa travesía de opuestos, se cumplirá finalmente un acto de apertura y celebración.
 Situación histórica.
 Que en Costa Rica surgiera un poeta como Cristián Marcelo dentro de la década del 90 (Todo es lo mismo y no es lo mismo, San José, Ediciones del Café, 1994) aunque resulte extraño en un primer análisis no es más que la consecuencia lógica de un proceso inevitable. Costa Rica, a causa de su conservadorismo e insularidad, asumió más lentamente que otros países los cambios en la cultura y en las escuelas literarias. La literatura costarricense en general y la poesía en particular han tenido siempre un tiempo interno propio, un modo peculiar de aproximarse a los objetos y a los temas que trataba. Pero la aceleración de las metamorfosis ocurridas en el siglo XX no pudo serle ajena. En la década del 80 ya habían decantado los fenómenos de finales de siglo: la crisis del socialismo soviético, el fin de la guerra fría, las transformaciones sociales. Entre las dos instancias claves que predominaban en la literatura costarricense: el trascendentalismo y el minimalismo, se hacía necesaria una opción y ella no podía ser otra que el abandono de los problemas individuales y el intento de una comunicación que fuera compromiso con el hombre genérico. Esto es notorio en los poetas llamados de los ochenta o la generación de la caída cuyas preocupaciones básicas eran las cuestiones sociales —las teorías de Marx especialmente— y la indagación psicológica, sobre todo los descubrimientos freudianos. Pero lo psicológico era mirado desde fuera, como intento de dilucidar la génesis de las enfermedades de la civilización. De ahí que todos sus integrantes hicieran causa común con la ecología y algunos de ellos hasta se enrolaran en las filas de las ONGS. Desde luego, su obra fue el resultado de esta actitud. La poesía de Erick Gil Salas, por ejemplo, llena de tesis, antítesis y demostraciones por el contrario, lleva a la conclusión de que las especulaciones sobre lo que para el hombre representa cada cosa en relación con el tiempo, Dios o el conocimiento deben ser trasladadas a la circunstancia inmediata. Guillermo Fernández toma sobre sí el problema que preocupó a toda su generación: la elección entre la salvación del individuo y la salvación de la masa. Los primeros poemas de Jorge Arturo, reclaman justicia y defienden a los trabajadores explotados. Junto con estos poetas hay que considerar a Osvaldo Sauma, con su exceso de sentido común, a Milton Zarate, que odiaba toda subjetividad y a algunos otros que integraron esta generación del 80. A pesar de que muchos de ellos lograron valiosos poemas y una obra de importancia, todos tropezaron con la misma imposibilidad: la de conformar una imagen metafísica del hombre.
     Es evidente que cada vez que la circunstancia social ha obligado al artista y al poeta a respuestas inmediatas, surge a continuación el fenómeno contrario. Encerrado en esquemas masivos la eterna aspiración a "otra cosa" que hay en el hombre, va elaborando su apertura hacia ella, hacia esa zona que reconoce su infinito más allá de la cuantificación, hacia esa sustancia que no puede reducirse a lo genérico de la especie humana, sino que es el hombre en y por sí mismo. Si bien en esas circunstancias no parecía posible conformar una imagen metafísica del hombre, sí lo era volverse hacia los símbolos, al inconsciente, a la religión para elaborar una imagen mítica, en cuanto el mito puede proporcionar una respuesta a las constantes del ser, respuesta que conformase a la conciencia profunda y devolviera al hombre su individualidad perdida. Así surgió la generación que se llamaría de los noventa integrada por poetas como Joan Bernal, Alfredo Trejos, Minor González Calvo —único surrealista costarricense— el grupo octubre alfil cuatro y muchos otros entre los cuales Cristián Marcelo no sólo fue el pionero sino el más inventor de todos ellos.
 Los símbolos constantes
     En ese momento histórico en que los símbolos se convertían en meros signos de la experiencia, en una época que reclamaba del poeta cierto compromiso social, Cristián Marcelo trascendió el límite de lo inmediato, se apartó de lo social para reconocer el poder de las fuerzas movilizadoras de la vida, habló de la sucesión de ritmos que en el mundo se oponen y se corresponden y convirtió lo que descubría en una llave luminosa de conocimiento poético. Es notable que en más de una oportunidad haya sido un escritor de origen pagano quien quebrara esa línea de racionalidad en Costa Rica, que acudiese al inconsciente, a lo oculto, a lo universal para exponer su propia cosmovisión, como en el caso de Mario Picado, que partiendo de la relación del entorno con el mito se elevó sobre lo contingente para crear una conciencia de la raza.
     Se afirma que la poesía de Cristián Marcelo está cargada de metáforas. Insisto en hablar de símbolos, puesto que en muchos de sus versos no hay una mera comparación —antinómica o no— de dos términos como ocurre en la metáfora, sino que se dan series de relaciones mucho más complejas, que vuelven tangible y vívido lo que de otro modo resultaría esfumado o remoto. Alfredo Montero , crítico y exégeta de la obra de Cristián Marcelo, reconoce en ella tres tipos de símbolos: 1) los naturales, 2) los convencionales, 3) los privados. Los símbolos naturales son aquellos que pertenecen a la "realidad" y no a la "figura". Pueden ser usados por cualquier poeta, pero corresponde a cada uno el último afinamiento de significación. La luz —por ejemplo— tomada como símbolo de vida, la oscuridad como el mal, el ascenso como resurrección, el descenso como regresión o muerte. Mientras que las interpretaciones que Cristián hace de los hallazgos de Freud, de algunas claves del Corpus Hermiticum, de ciertos pasajes de la Biblia, constituirían los símbolos convencionales puesto que se apoyan en una aceptación común, así como sucede con sus frecuentes referencias a la astrología, las imágenes litúrgicas, la magia, la alquimia, la cartografía y las sagas regionales. Y los privados serían aquellos encontrados, descubiertos o inventados por el poeta y que forman coordenadas claves en toda su obra. De este modo, al asociar en virtud de una operación analógica unas cosas con otras, unos sucesos con otros, traslada los objetos comunes y las sustancias corrientes al lenguaje de las correspondencias: la cera es símbolo de muerte, representa la carne mortal; el aceite lo es de vida; la sal resulta significadora del nacimiento dentro del mar; las cuevas y cavidades —y aquí se aparta de Freud— no tienen connotación sexual sino que simbolizan las partes más recónditas del espíritu; las iglesias y las capillas se relacionan con la primitiva fe perdida; los cuchillos y las tijeras representan al mismo tiempo el nacimiento y la muerte, puesto que existe el corte del cordón umbilical y el corte definitivo de la existencia. La momia egipcia se asocia con las digresiones sobre la inmortalidad del alma. Los sastres simbolizan aquello que ata a los hombres entre sí y al mismo tiempo el sudario que será su última vestidura. Y por fin todo el camino de la vida es un túnel, semejante a la prisión prenatal. es una lucha desde las tinieblas por alcanzar la luz. Así lo expresa en La fragilidad del cuchillo: "Voy por el mundo con mi llaga,/ a pecho abierto llego a las casas,/ al regazo de los parques./ Tiene un gusto a mar en calma, a uno que dice nunca, quizás, quien sabe.../ Esta amarilla como un girasol,/ amarillo que agoniza". Con la imaginación vislumbra esa zona donde cada cosa ganará un lugar dentro de la luz. La existencia es una cárcel simbólica en la que podemos recrearnos con las pasiones transitorias que hallamos en el camino, pero que son sólo reflejos de la totalidad. En estos símbolos privados hay sin duda campo fértil, tanto para la investigación psicológica como para la exploración estilística. Pero cuando en 1994 apareció su primer libro Todo es lo mismo y no es lo mismo la crítica no investigó demasiado, sino que halló a su poesía difícil, irracional e indisciplinada. Cardona Peña la juzgó abstracta, como el discurso rítmico de un ebrio. Irma Castro la llamó "una peregrinación sin guía hacia el hospicio". Juan Roberto Calderón afirmó categóricamente que se trataba de material poético en bruto, sin control inteligente o inteligible. Resultaba difícil para ellos entender que Cristián, a pesar de haber conocido, asumido y padecido los descubrimientos de Freud y el marxismo, no teorizase sobre ellos como lo hiciera la generación anterior, que se apartara de Marx y que utilizara poéticamente algunos elementos del psicoanálisis. Que se nutriera en otras fuentes no exploradas por los poetas de los ochenta y que buscase antes de poetizar sobre la circunstancia inmediata, un equilibrio entre la actitud existencial y las fuerzas de mutación que actúan en el cosmos.
      Para Cristián Marcelo la poesía fue destino en el sentido que Hegel dio a esa palabra. Destino trágico, polémico, iluminado. Entendemos que el no reconocer este destino conduce a los reinos sin compromiso —o falsamente comprometidos— donde la poesía en función de otra cosa extravía su esencia. ¿Consiste la crisis actual de la poesía en el olvido o menosprecio de este destino?
     Cristián Marcelo da el ejemplo, no sólo de la distancia que el verdadero poeta establece con las modas, la política, los movimientos de superficie, sino que además demuestra que la poesía, aún la religiosa, no debe necesariamente situarse en un mundo de abstracciones, sino que puede nacer en la zona en que el hombre es uno con la tierra y el cuerpo. Y elevarse luego desde su condición carnal a su lugar de purificación y trascendencia.
    Sin embargo, estos cantos de alabanza no le impidieron al poeta sumirse en un destino de autodestrucción, el destino de un alcohólico empedernido que parece huir constantemente hacia la meta final de su aniquilamiento. Juzgar este hecho sería adentrarse en una contradicción que pertenece al terreno de lo psicológico. Sólo me atrevería a sugerir, que tal vez la cárcel de su ego, las limitaciones del medio, las pautas de una sociedad frívola hayan esposado su sed de libertad y que su yo auténtico no haya tenido la fuerza suficiente como para echar abajo esas barreras. Quizá su iluminación no bastó para alumbrar los intersticios de ese engranaje social, descorazonador y apabullante para el poeta. Pero es posible que en esta oposición entre ascenso y descenso, gozo y desesperación resida el daimon oculto y deslumbrador de esta poesía, prodigio que escapa a las digresiones y la especulación, poesía que ha descrito en tres tiempos, articulados en virtud de una armonía que trasciende la lógica, los dualismos de la insurrección y la reverencia expresados en el lenguaje de la creación más pura.

Lic. Francisco Sierra

Nota: En este día, buscando un machote para una carta de recomendación, me encontré este artículo que escribiera con tanto cariño, mi estimado Paco Sierra, sin duda, unos de nuestros más excelsos poetas. Lo publico ahora con la cercanía de la publicación de mi nuevo libro Corriente subterránea. Espero que sus palabras arrojen una profunda y desnuda luz sobre mi obra.

lunes, 3 de septiembre de 2012

Ignorancia o estupidez: los poetas costarricenses

Hoy me acuesto con un nudo en la garganta. No sé qué es más enfermizo: la ignorancia de los poetas costarricenses sobre su propia tradición o la estupidez que muestran al desconocerla por completo. Entre los poetas de moda se levantan estatuas ecuestres, oráculos extraños sentencian su perfección, su inigualable profundidad al aprehender la realidad. Oh, ilusos, pobres en espíritu, se arrojan a los pies de ídolos de barro. Me sorprende aún más cuando parece que los sagrados críticos llegan a la edad en que se fija el intelectual y como niños juegan con su propia mierda. La falta de rigor científico abunda en las publicaciones académicas y periodísticas. Los poetas se convierten en testaferros del status quo, aquello que es diferente a lo homogéneo, al dominio de lo homogéneo es visto con miedo y con asco.
Creer que somos mejores que nuestros antepasados poéticos, solo porque salimos del valle central hacia las europas, es tan estúpido como creer que la inmortalidad es aún el valor por excelencia del arte. Si se preguntara a un poeta costarricense: ¿cuáles son los mejores poetas costarricenses? De seguro haría una lista de sus amigos y conocidos de los últimos quince años, dando muestra de su profunda ignorancia y de su más profunda estupidez. No se han dado cuenta de que el olvido es la norma, y lo que se recuerda se recuerda con el desdén del ignorante, no de quien conoce las raíces más profundas de su origen. Cada poeta que muere es pobre diablo arrojado a la más honda desmemoria. Nadie se salva, ni siquiera nosotros nos salvaremos de esta verdad.
Los críticos se adhieren a falta de criterio a los grupos dominantes con el fin de ser rescatados del olvido. La poesía no es peligrosa; la crítica lo es menos. Ya nada importa. Solo quedar bien con las tribus de poetas que dominan el espacio artístico. Los jurados tiemblan como ratones ante los maullidos de un gato. Nada tiene sentido. Solo la complacencia y la autocomplacencia baila el baile de los locos. Quien quiera oír que oiga las palabras de un loco. Me acuesto cavilando, como quien se da cuenta que estas palabras no tienen eco en la realidad, no son más que un tufo que hace reír a los mágicos lectores.

REFLEXIONES ACERCA DE LA ANACRONÍA POÉTICA EN LA POSTVANGUARDIA Y TRANSVANGUARDIA

  El anacronismo es uno de los problemas que más interés ha suscitado en mi mente, quizás, porque la literatura acontece en el tiempo sin to...