miércoles, 26 de diciembre de 2012

Divertimento



Yo sé, yo sé, yo sé,
Que sé, que sé, que sé,
Cuando todo sé,
Cuando nada sé,
Busco lo que sé,
Y no encuentro lo que sé,
Imagino lo que no sé,
Para que lo que sé,
Entienda lo que no sé.

jueves, 8 de noviembre de 2012

Las niñas fallecen en verano y Todorov nos enseña que la estructura no es tan estructural


¡Torres de Dios, poetas! ¿Qué digo? ¿Qué dije?
Torreones de poetas. Poetas en cuclillas.
¡Oh, por Dios! ¡Qué amarga amargura me amarga
el lúpulo vecinal! ¿Decías algo o solo esquizofrénicamente
cazas versitos de cuartel?

 Y yo qué pensaba, pensé desde mi narciso colectivo,
Al cruzar del amarillo al azul: Cioran, las putas, Dalí o Gala.
Alondra, alondra, yo te desplumaré las tetas.
Y el terciopelo escapaba,
se escondía en las minifaldas,
justo en los muslos y las almejas.

¡Oh, por Dios! ¡Qué lengua deslenguada
anuncia la muerte de burgueses tinterillos!
¡Y yo qué decía, qué pensaba, qué tarareaba!
Burla burlando los equinoccios fatídicos,
burla con sorna y ramificaciones semiológicas,
con que esto no es poesía,
afirman los zombies anglosajones.


Dame la llave del mundo de los teletubies.
Dame la pata perrito falderon.
Las putas, los mendigos, los alcohólicos,
saludan el amanecer de los yigüirros y los monstruos.
¡Oh, por Dios! ¡Oh, por Dios! Lento, pero seguro,
El ciempiés te comerá las entrañas entrañables,
los sueños y las memorias
.

domingo, 4 de noviembre de 2012

Oda Olímpica

 
Es cierto.

Por tu culpa.

Por tu gran culpa,

bajaron a las calles,

a los puertos,

a las cantinas,

a los prostíbulos,

como una manada de payasos o zombies,

con soundtracks y hoteles de paso,

con mastubatorios y mingitorios,

con risas de afeitar.

 

Bajaron del Olimpo, aunque nunca conocieron el Olimpo,

más bien, descendieron de su burguesa bajura,

a cazar basureros y mastodontes,

a curtir el cuero de los matamoscas y los catres,

a decir que la poesía no sirve para nada,

a decir que esto es poesía,

que la poesía murió

en la grotesca podredumbre de sus covachas,

a mirar los barrios con el mismo desprecio

de los aristócratas y los comediantes.

 

Así, de esta manera,

despreciaron los castillos y las catedrales,

los laberintos y los anagramas,

para reírse a mandíbula suelta de los lectores,

con piruetas y carcajadas,

con el poema-chiste

y el poema-objeto.

 

Es cierto,
 
los poetas bajaron de su montaña rusa,

de su torre de marfil y ébano,

de su templo de albas y gargantas,

de sus endechas paradisiacas.

 

Pero, gracias a ti,

volverán a subir por ascensores, escaleras, cuerdas,

buscando el aire azul y frío de la noche,

buscando esa región en que la muerte

se trasparenta con los sueños.  

domingo, 28 de octubre de 2012

La poesía costarricense de hoy


Más de uno que piensa que la poesía costarricense necesita un cambio. Yo lo sentí desde hace años. Leía todo lo que caía en mis manos, lo sigo haciendo, el peligro de leer es que aprendes a leer bien y entonces ya no crees todo lo que te ponen a leer. Así conocí a varios poetas burócratas, comencé a fraternizar con los niveles del infierno poético costarricense. Supe de estos burócratas que se dicen poetas y que obstruyen a otros que parece son más poetas que ellos. Pero ellos al servir a su causa dentro de una institución, no quieren o no permiten que otros disfruten de las mieles de la institución u organismo cultural. De éstos existen muchos más de lo que creemos, ya sea en la Editorial Costa Rica, Universidades  o institutos de cultura. Estos escritores funcionarios son muy extraños, creen merecer el parnaso costarricens. El ego habla más que sus obras. Y cuando los vas a ver, aunque sean funcionarios, no quieren dar nada ni que les pidas nada. Y siempre actúan como si te estuvieran haciendo un favor. Aún siendo burócratas y si se les recuerda que son burócratas te dejan de hablar y cierran la puerta de sus oficinas. Como si fueran realmente sus oficinas. Increíble espejismo que se forman. En fin, de estos conozco muchos y mejor olvidarlos. Por sus obras los desconoceréis.

Los otros poetas son los premiados, entrevistados, publicados, los poetas que siempre caen parados pero que su poesía es dudosa por su docilidad del arte por el arte. Poetas que hacen de sus obras y del grupo de amigos casa de los espejos. Y no significa que el poeta tenga que ser revolucionario. No, sólo se trata de un poco de ética humana, de lo más básico para creerles y leerlos con más ganas, pero esto no pasa. Estos poetas viven casi con la Diosa blanca, o son místicos de universidades o son becarios eternos o jóvenes de toda la vida y crean fundaciones dudosas de donde sale toda la poética nacional y más que cosmopolitas más bien suenan un poco a “pueblo poetero”. Estos poetas son reinas y reyes de todas las primaveras y carnavales del país y fuera del país. Son poetas que se preocupan más por su fama y su pose que por su estética e ideas.

Los poetas de talleres, de encuentros y de ferias de libros, son especialmente chistosos, se la pasan en cada rincón de cualquier pueblo con tal de leer sus obras completas que se auto editan, se auto premian, auto mencionan, se auto elogian, se auto complacen, se auto reseñan. Poetas que buscan la foto en cada esquina con poeta “reconocido” y que por lo tanto creen que ellos serán a sí mismos reconocidos y aplaudidos y llenos de decoro y bien portados y se felicitan en cada salón de presentaciones y en los bailes de los encuentros de poetas y no se preocupan tampoco por la poesía, sólo les interesa su poesía y las reseñas de sus poemas y así hasta que mueren olvidados por su propio grupo, sino tienen la mala fortuna de que algún vivo instaure un premio con su nombre. En fin que estos eventos son deplorables. Y llegan a caer en el ridículo y en lo patético.

El engaño y autoengaño es de lo más común y necesario para pasar por todos estos círculos. Si no hay engaño no hay venta si no hay venta no hay poesía. Pero primero es creérselo después no escuchan nada ni a nadie.

Después para comenzar a concluir vienen las vacas sagradas de la academia costarricense de la lengua, los becarios del sistema nacional de creadores y demás eméritos que dicen decir que dicen ser conocidos que dicen ser leídos y muestran al pueblo su cultura, que en este caso sí es su cultura. La realidad es que a nadie le hacen daño pero tampoco a nadie le hacen bien. Pasan como todo en este pueblo de solos. Con mínimos aplausos que ellos creen son universales. El engaño otra vez, parece que el poeta trabaja más con el engaño y autoengaño que con palabras.

Creo que tenemos varios problemas que resolver si queremos ver a la poesía costarricense de distinta forma y liberada de toda burocracia. Creo que en estos momentos la poesía costarricense, como muchos, está secuestrada, principalmente por dóciles poetas. Tal vez ellos en su ingenuidad no se dan cuenta de lo que están haciendo mal. Quiero ser inocente y entonces hay que alertarlos y decirles que se están equivocando. Uno de los síntomas de que se equivocan es que la poesía costarricense hace muchos años no da nada bueno a la poesía mundial. Ningún poeta costarricense influye de manera estética a ningún otro poeta de otras latitudes. Me imagino es porque estamos más preocupados por quién nos mantenga que por crear una voz propia y verdaderamente poética. El miedo es otro enemigo de la poesía en Costa Rica. Miedo a perder el premio, la beca, el apoyo, los viajes, la publicación, los encuentros y así miedo a todo menos al poema, verdadera misión para el poeta.

Es necesario entonces quitar de en medio todos los premios de poesía. Es más: prohibirlos. No permitir que se premien a los poetas, ni premiar a la poesía. Es absurdo premiar algo como la poesía, algo que no necesita premios. Quitar del panorama, del mapa, a los premios y premiados. El premio detiene el motor creativo. A estas alturas los premios no sirven de nada a la poesía. Sólo sirve a la cuenta del poeta.

Lo otro es acabar con los encuentros de poetas. Son ridículos y sólo sirven como pasarela de egos y al final nadie se escucha y todos aplauden en automático. Son patéticos, verdaderos clubs del recuerdo. No sirven, o solo sirven a los interesados y sus intereses.

Lo otro es quitar de una vez y para siempre becas y estímulos a los creadores. Es innegable que a lo largo de la vida de estos instintivos, no han servido de nada, más que hacer engordar a escritores y escritoras.

El problema de que uno aprenda a leer, es que algunos a veces sí aprendemos a leer, tan bien, que terminamos por ya no creerles. Creerles a los que se dicen escritores o poetas costarricenses. El aprender a leer nos lleva a buscar más, cada vez más, como poseídos, como endemoniados. Y este acto de lectura libre es en detrimento de los propios poetas que nos dicen que tenemos que leer. Cuando leemos volteamos, regularmente a otras partes con mayor cantidad de aire y de ideas. Con mayor y mejor poesía.

¿Quién le teme a Cristián Marcelo? Una entrevista fracasada

1. ¿Tanto tenía Cristian Marcelo guardado? Sí, Corriente subterránea es un libro que empecé a escribir en el 2006, y en realidad no se llamaba así, sino Metal black punk, no tenía que ver con la música, más bien con mis ideas sobre la contradicción y la circularidad. La primera parte Cámara nocturna, la inicié en el 2004, se basaba en dos ideas o obsesiones que tenía la fotografía de la ciudad y la habitación como un mausoleo. En realidad aún tengo varios libros que duermen el sueño de los justos, de poesía Manual para locos y fornicarios, Aprisionar el alba y Crónica del esplendor y un libro de cuentos que me encanta, pero aún debo trabajarlo mucho, para que vea la luz Sala de operaciones. Otros que nunca verán la luz son Sonetario sentimental o Décimas y alacranes.

2. Según me contó usted, que acá hay dos libros compilados. ¿Por qué tantos años de silencio y dos libros como respuesta? Cierto, han sido muchos años de un silencio riguroso, roto por este libro. Las razones son personales y a la vez tienen que ver con nuestro venenoso ambiente literario. Las primeras hay que buscarlas en la publicación de la antología ficticia Fragmentos fantasmas en el año 2000. El libro surgió de la posibilidad de editar con el Ministerio de Cultura, Juventud y Deportes. En aquel tiempo estaba trabajando en cinco poemarios diferentes, no solo en estilo, sino también en temática. Eran ejercicios de imitación de diferentes autores que me llamaban desde sus poéticas. La prisa por publicar dio un resultado espantoso. El libro mal editado, lleno de errores y horrores, no hizo ninguna mella en nuestra literatura, y a mí me dejo completamente resentido. El juego de los heterónimos ya lo había realizado con mucha más madurez y destreza artística Fernando Pessoa, quizás lo único que salvaba al libro era la chota que se le hacía a los talleres, que reunidos alrededor de un gurú y una ideología estética iban creando una manada monstruosa de epígonos e imitadores. Al final solo el poeta argentino Jorge Boccanera lo entendió en toda su magnitud. Y a mí me dio la excusa de retirarme, y concentrarme en hacer una obra, alejado de las tendencias dominantes, de los concursos, de los recitales y de todo el mundillo literario. Durante estos dieciséis años de retiro en mi casa en Desamparados, he podido ver como el trascendentalismo y el realismo mantienen un pulso por figurar en los premios nacionales, en los medios de comunicación de masas y en el mercado literario. Al no pertenecer a un grupo, ni tener a alguno de los maestros de poetas que figuran como lectores, jurados o críticos literarios, sencillamente he sido ignorado, o lo que es peor, ninguneado. Recuerdo cuando apareció Fragmentos fantasmas que unos me acusaban de ser demasiado tradicional, mientras los otros decían que mi poesía no era poesía. Sin el padrinazgo de un poeta mayor, poco se podía hacer en aquel tiempo, no como ahora que existen una gran cantidad de editoriales privadas, y ya no es necesario enfrentarse a lectores prejuiciados por su trabajo y su visión de mundo. Ahora, bien, ¿por qué dos libros? Bueno, yo creo que es solo uno, en mí se mantiene la idea que el artista es su estilo, su lenguaje. Los grandes poetas tienen eso que yo llamo su voz, una marca de fábrica que no importa si están escribiendo sobre la violencia en las calles, la revolución, o algo más banal como el amor o la eternidad, siempre permanece. Pienso que Corriente subterránea es un libro necesario, para mí, porque rompe un silencio de doce años, y para el medio, porque es una propuesta novedosa, pero a la vez, tremendamente añeja, como un bueno vino o una buena chicha.

3. Cada poema de este libro, es una selección cuidadosa de su parte tengo entendido. ¿Cuánto le tomó recopilar cada poema? La primera parte de Cámara nocturna, si es una selección de poemas de varios libros que armé, desarmé, corregí, borré, volví a escribir. Allí si están los diez años concentrados. La segunda parte, propiamente Corriente subterránea, es un solo libro, escrito durante mi estadía en la finca La Lucha de los Figueres, trabajando en el Colegio Técnico Profesional José Figueres Ferrer, es un canto de amor por San José, por la suciedad, la podredumbre, la violencia de nuestra capital. Yo selecciono buscando una unidad en cuanto ritmo, melodía, lenguaje. Para mí, lo temático es lo de menos. Nunca he podido escribir ese tipo de poemarios sociológicos que tanto le gustan a los jurados. De Corriente subterránea me divierte que el primer poema trate sobre la infancia y el poema que cierra el libro, también. La culpa, creo yo, hay que echársela a Rimbaud. Pensándolo bien, creo que en la portada debí poner, la aclaración de poemas infantiles.

4. Pregunto: ¿Hubo mano del editor para esta edición de dos libros suyos? El editor leyó el libro y le gustó la segunda parte más que la primera, entiendo que quizás la primera es más delicada, no usa un lenguaje sucio, y está dentro de lo tradicional, o por lo menos, parece más tradicional. La segunda parte es más voraz, violenta, salvaje, pero mantiene una delicadeza, una rectitud del lenguaje, si se puede entender eso, que no calza con el realismo poético que practican los poetas de mi generación, y menos, con el trascendentalismo que ejecutan otro grupo de poetas. Yo creo que cada autor encuentra a su editor, y yo encontré en mi editor la complicidad de la poesía. No solo se trata de escribir poesía para estar a la moda, se trata de escribir poesía, porque es parte fundamental del espíritu humano. Mi editor, creo yo, entiende la poesía como una búsqueda más allá de las corrientes estéticas dominantes. Yo espere por diez años ese encuentro que genera un cambio, un viraje, que muestra otras posibilidades de creación. Más que publicar se debe pensar en escribir una obra que resista el paso del tiempo, aunque parezca un espejismo o sueño descabellado.

5. ¿Dónde lo venden y cuánto vale? El libro por el momento se encuentra en la librería Duluoz de Gustavo A. Chavez, con un costo de cuatro mil colones. Pero pronto se pondrá a la venta en otras librerías.

domingo, 30 de septiembre de 2012

De por qué transvanguardia y otras obsesiones de un yo obsesivo

     La poesía, ese innumerable coro de narcisos, gladiolos, araucarias, orquídeas, desde el punto de vista de histórico, se ha querido sujetar con las categorías de época, periodo y generación. Quizás la más compleja y la peor concebida fue la categoría de generación. Desde su nacimiento, no ha logrado describir los estadios sincrónicos de la lírica, sustentada en la idea de que un coro de voces cantaba como una sola voz en un momento de su historia, ha perdido toda su vigencia. La imposibilidad de meter en el mismo saco a ratones, perros, gatos, chompipes, dantas y demás fauna poética es la norma. De allí, que el crítico, el crítico serio, responsable, lúcido, − no el vendedor de baratijas −, deba replantearse la categoría de generación. 
     El fracaso de la teoría de las generaciones consiste en que solo describe el núcleo dominante de una generación, pero no sus periferias. Pues no se comprendía que esas periferias, podrían convertirse con el paso del tiempo en focos dominantes. La historia moderna de la poesía debe pensar como la pugna entre los procesos de homogeneización y los procesos de heterogenización. ¿Quiénes realizan estos procesos? Los grupos, los talleres, los colectivos, la universidades, los medios de comunicación masiva promueven el proceso de homogeneización, de rebaño, mientras el autor, el poeta verdadero pugna por rescatar su individualidad, su narcisismo puro, y en un estado de completa y poderosa conciencia separarse del grupo, aunque esto implique el escarnio, la burla y el olvido.
     ¿Qué es la transvanguardia? Definamosla como el periodo que se extiende de la década de los 90’s hasta nuestros días y contando. Consideremos como hechos relevantes: la fecha de nacimiento de los poetas, la fecha de publicación de su primera obra, los rasgos y las cualidades de su poesía, las relaciones intertextuales en el nivel profundo de su estructura semántica y argumental. Pensemos la transvanguardia como una empresa de reciclaje en el que caben el trascendentalismo, el realismo social, el neobarroco el minimalismo, la antipoesía, el culturalismo, el neosurrealismo, el realismo sucio, el hipergongorismo, el creacionismo, el neorromanticismo. Todos mezclados y confundidos en el mercado literario del valle central, porque para ser claro, lo que sucede en las fronteras no es de nuestro interés. Propongamos que la transvanguardia está formada por dos generaciones: los nacidos entre 1965-1979 y los nacidos entre 1980-1994. Digamos con toda sinceridad que estos periodos son arbitrarios y subjetivos, como toda propuesta histórica que se precie de la validez y de la verdad de sus argumentos. Consideremos que la primera postvanguardia la forman los siguientes poetas: 
1. D’lia Mc Donald 1965 
2. Frank Ruffino 1965
3. Jorge Zúñiga 1965
4. Ricardo Segura 1965
5. Alí Víquez 1966
6. Melvyn Aguilar 1966
7. Orlando G. Brealy 1966
8. Marianela Tortos 1967
9. Mauricio Molina 1967
10. Mario Ulate 1967
11. Carlos Villalobos 1968
12. Luissiana Naranjo 1968
13. David Maradiaga 1968
14. Mario León R. 1969
15. Luis Chaves 1969
16. Guillermo Acuña 1969
17. Meritxell Serrano 1969
18. Leonardo Villegas 1970
19. Cristián Marcelo 1970
20. María Montero 1970
21. Jenny Álvarez 1970
22. Mauricio Vargas 1971
23. Luis F. Gómez 1971
24. Gabriela Arguedas 1972
25. Gonzalo Campos 1973
26. Víctor Mora 1973
27. Fiorella Rivas 1973
28. Geovanny Debrús 1973
29. Julio Acuña 1973
30. Seidy Salas 1973
31. Melania Núñez V. 1974
32. Alberto Arce 1974
33. Joan Brenes 1974
34. Mainor González 1974
35. Gerardo Cerdas 1974
36. Alejandra Castro 1974
37. Karla Sterloff 1975
38. Cristián Solera 1975
39. Gustavo Solórzano 1975
40. Paula Piedra 1976
41. Angélica Murillo 1976
42. Felipe Granados 1976
43. Ronald Obando 1976
44. Laura Casasa 1976
45. Ricardo Marín 1977
46. Alfredo Trejos 1977
47. Zoé Espinoza 1977
48. Laura Fuentes 1978
49. Esteban Chinchilla 1978
50. Alexander Alvarado 1978
51. Selene Fallas 1978
52. Silvia Piranesi 1979
53. Byron Espinoza 1979
54. David López 1979
55. Gustavo A. Chaves 1979
56. Jenny Cascante 1979
Propongamos que estos cincuenta y seis poetas forman la primera transvanguardia, con sus sociolectos e idiolectos estéticos, sus tránsitos, sus búsquedas, sus traducciones y traiciones. Consideremos que la segunda transvanguardia (1980-1984) está constituida por los siguientes poetas: 
1. Juan A. Corrales 1980
2. Narcisa Castro 1980
3.Jonatan Lépiz V. 1981
4. Juan Hernández 1981
 5. David Cruz 1982
6. Sebastián Miranda 1983
7. Alejandro Cordero 1983
8. William Eduarte 1983
 9. Camilo Retana 1983
10. Diego Mora 1983
11. Esteban Aguilar 1983
12. Esteban Ramírez 1983
13. Felipe Sotela 1983
14. Paola Valverde 1984
15. Ronald Campos 1984
16. María Morales 1984
17. Carolina Liehaber 1985
18. Rolando Merayo 1985
19. Sebastián Arce O. 1986
20. Cristina Ramírez 1986
21. Juan Carlos Olivas 1986
22. Luis Chacón 1986
23. Daniel Vargas 1987
24. Armando Merayo 1989
25. Carolina Quintero 1989
26. José Pablo Medrano 1989
     Consideremos además que tanto la primera y segunda transvanguardia son sistemas abiertos, y que aún faltaría incluir los anacronismos, es decir, los poetas que por su edad de nacimiento no publican en el periodo que les corresponde, sino en alguna de las generaciones siguientes. Digamos entonces que para un estudio serio y necesario se debería analizar la obra de todos estos poetas, agruparlos sobre sus afinidades, las estructuras de su lenguaje poético, sus ideologías-estéticas, con el fin de tener una visión completa y esclarecedora del panorama lírico de los últimos treinta años. Indiscutiblemente, un trabajo de esta profundidad científica nos permitiría conocer mejor la producción literaria de los poetas jóvenes costarricenses, y acabaría con el ninguneo que sufren muchos poetas, por no hallarse en el centro de las tendencias dominantes, así se podría describir la multiplicidad de polos estéticos que forman eso que llamamos la poesía costarricense.
Propongamos que el uso de cualquiera de las clasificaciones históricas de escuelas y movimientos literarios es insuficiente para describir una generación, pues no abarca todas las manifestaciones poéticas de una generación. De allí, aunque se emplee la terminología canónica (surrealismo, creacionismo, ultraísmo, minimalismo, realismo social, realismo sucio, trascendentalismo, culturalismo, neobarroco...) Solo se emplean en la medida que describen las afinidades de un grupo de poetas, pero no de todos los poetas que constituirían la primera y segunda transvanguardia. A partir que se definen los márgenes y límites de la poesía joven de Costa Rica, se puede profundizar en los diversos discursos que forman un metadiscurso que describiría de forma científica y seria una generación o varias generaciones.

jueves, 27 de septiembre de 2012

La poesía de Cristián Marcelo por Francisco Sierra

     Hablar de un poeta es tan sólo poner de manifiesto lo que tal poeta dice de sí mismo. Es tratar de expresar cómo la vida se nombra en él. La dificultad consiste en descubrir tras los gestos de lo cotidiano, las máscaras de sus ceremonias ignoradas; tras los miedos, el goce, la mirada, el fracaso o el exceso, reconocer su rasgo esencial, su palabra primaria, la caligrafía íntima de su propia contemplación.
     Las circunstancias espectaculares y la leyenda tejida en torno a Cristián Marcelo, esa figura excéntrica que paseaba su angustia y sus borracheras por los bares de los Desamparados y por otra parte, el luminoso opuesto del adolescente perseguidor de pájaros que se extasiaba en la contemplación del cielo y las árboles de San Jerónimo, han mediado, especialmente en el público costarricense, en la valoración de su obra. Con Cristián Marcelo ocurre un fenómeno curioso: todo el mundo habla de él. Muchos han leído sus páginas en prosa Las esferas de la memoria y Cámara Nocturna, también se ha visto representada su pieza teatral Isla sepulcral, obra valiosa por su sentido del humor altamente poético, pero muy pocos conocen a fondo su poesía, lugar donde el lenguaje de Cristián Marcelo alcanza su revelación más poderosa.
     El nacimiento, la infancia, la adolescencia, la sexualidad, la religión, la muerte, el idioma del paisaje, la leyenda, en la visión acelerada de un múltiple universo de símbolos conforman la esencia de esta poesía. Rebelión de las fuerzas vitales ante las formas que avanzan hacia su caducidad, música y memoria de un paraíso perdido en la niñez, gozo profundo ante los milagros y una constante búsqueda de la verdad inmutable del hombre, oculta en los mitos, los colores, los sonidos, las repeticiones eternas. Y que sólo se manifiesta a la luz de las palabras. Cristián Marcelo trata de aprehender los límites de lo creado, la belleza y el terror de vivir, por medio de una participación activa en ambos extremos. Se trata del "éxtasis de la vida y el horror de la vida" de que hablara Baudelaire. Y en esa travesía de opuestos, se cumplirá finalmente un acto de apertura y celebración.
 Situación histórica.
 Que en Costa Rica surgiera un poeta como Cristián Marcelo dentro de la década del 90 (Todo es lo mismo y no es lo mismo, San José, Ediciones del Café, 1994) aunque resulte extraño en un primer análisis no es más que la consecuencia lógica de un proceso inevitable. Costa Rica, a causa de su conservadorismo e insularidad, asumió más lentamente que otros países los cambios en la cultura y en las escuelas literarias. La literatura costarricense en general y la poesía en particular han tenido siempre un tiempo interno propio, un modo peculiar de aproximarse a los objetos y a los temas que trataba. Pero la aceleración de las metamorfosis ocurridas en el siglo XX no pudo serle ajena. En la década del 80 ya habían decantado los fenómenos de finales de siglo: la crisis del socialismo soviético, el fin de la guerra fría, las transformaciones sociales. Entre las dos instancias claves que predominaban en la literatura costarricense: el trascendentalismo y el minimalismo, se hacía necesaria una opción y ella no podía ser otra que el abandono de los problemas individuales y el intento de una comunicación que fuera compromiso con el hombre genérico. Esto es notorio en los poetas llamados de los ochenta o la generación de la caída cuyas preocupaciones básicas eran las cuestiones sociales —las teorías de Marx especialmente— y la indagación psicológica, sobre todo los descubrimientos freudianos. Pero lo psicológico era mirado desde fuera, como intento de dilucidar la génesis de las enfermedades de la civilización. De ahí que todos sus integrantes hicieran causa común con la ecología y algunos de ellos hasta se enrolaran en las filas de las ONGS. Desde luego, su obra fue el resultado de esta actitud. La poesía de Erick Gil Salas, por ejemplo, llena de tesis, antítesis y demostraciones por el contrario, lleva a la conclusión de que las especulaciones sobre lo que para el hombre representa cada cosa en relación con el tiempo, Dios o el conocimiento deben ser trasladadas a la circunstancia inmediata. Guillermo Fernández toma sobre sí el problema que preocupó a toda su generación: la elección entre la salvación del individuo y la salvación de la masa. Los primeros poemas de Jorge Arturo, reclaman justicia y defienden a los trabajadores explotados. Junto con estos poetas hay que considerar a Osvaldo Sauma, con su exceso de sentido común, a Milton Zarate, que odiaba toda subjetividad y a algunos otros que integraron esta generación del 80. A pesar de que muchos de ellos lograron valiosos poemas y una obra de importancia, todos tropezaron con la misma imposibilidad: la de conformar una imagen metafísica del hombre.
     Es evidente que cada vez que la circunstancia social ha obligado al artista y al poeta a respuestas inmediatas, surge a continuación el fenómeno contrario. Encerrado en esquemas masivos la eterna aspiración a "otra cosa" que hay en el hombre, va elaborando su apertura hacia ella, hacia esa zona que reconoce su infinito más allá de la cuantificación, hacia esa sustancia que no puede reducirse a lo genérico de la especie humana, sino que es el hombre en y por sí mismo. Si bien en esas circunstancias no parecía posible conformar una imagen metafísica del hombre, sí lo era volverse hacia los símbolos, al inconsciente, a la religión para elaborar una imagen mítica, en cuanto el mito puede proporcionar una respuesta a las constantes del ser, respuesta que conformase a la conciencia profunda y devolviera al hombre su individualidad perdida. Así surgió la generación que se llamaría de los noventa integrada por poetas como Joan Bernal, Alfredo Trejos, Minor González Calvo —único surrealista costarricense— el grupo octubre alfil cuatro y muchos otros entre los cuales Cristián Marcelo no sólo fue el pionero sino el más inventor de todos ellos.
 Los símbolos constantes
     En ese momento histórico en que los símbolos se convertían en meros signos de la experiencia, en una época que reclamaba del poeta cierto compromiso social, Cristián Marcelo trascendió el límite de lo inmediato, se apartó de lo social para reconocer el poder de las fuerzas movilizadoras de la vida, habló de la sucesión de ritmos que en el mundo se oponen y se corresponden y convirtió lo que descubría en una llave luminosa de conocimiento poético. Es notable que en más de una oportunidad haya sido un escritor de origen pagano quien quebrara esa línea de racionalidad en Costa Rica, que acudiese al inconsciente, a lo oculto, a lo universal para exponer su propia cosmovisión, como en el caso de Mario Picado, que partiendo de la relación del entorno con el mito se elevó sobre lo contingente para crear una conciencia de la raza.
     Se afirma que la poesía de Cristián Marcelo está cargada de metáforas. Insisto en hablar de símbolos, puesto que en muchos de sus versos no hay una mera comparación —antinómica o no— de dos términos como ocurre en la metáfora, sino que se dan series de relaciones mucho más complejas, que vuelven tangible y vívido lo que de otro modo resultaría esfumado o remoto. Alfredo Montero , crítico y exégeta de la obra de Cristián Marcelo, reconoce en ella tres tipos de símbolos: 1) los naturales, 2) los convencionales, 3) los privados. Los símbolos naturales son aquellos que pertenecen a la "realidad" y no a la "figura". Pueden ser usados por cualquier poeta, pero corresponde a cada uno el último afinamiento de significación. La luz —por ejemplo— tomada como símbolo de vida, la oscuridad como el mal, el ascenso como resurrección, el descenso como regresión o muerte. Mientras que las interpretaciones que Cristián hace de los hallazgos de Freud, de algunas claves del Corpus Hermiticum, de ciertos pasajes de la Biblia, constituirían los símbolos convencionales puesto que se apoyan en una aceptación común, así como sucede con sus frecuentes referencias a la astrología, las imágenes litúrgicas, la magia, la alquimia, la cartografía y las sagas regionales. Y los privados serían aquellos encontrados, descubiertos o inventados por el poeta y que forman coordenadas claves en toda su obra. De este modo, al asociar en virtud de una operación analógica unas cosas con otras, unos sucesos con otros, traslada los objetos comunes y las sustancias corrientes al lenguaje de las correspondencias: la cera es símbolo de muerte, representa la carne mortal; el aceite lo es de vida; la sal resulta significadora del nacimiento dentro del mar; las cuevas y cavidades —y aquí se aparta de Freud— no tienen connotación sexual sino que simbolizan las partes más recónditas del espíritu; las iglesias y las capillas se relacionan con la primitiva fe perdida; los cuchillos y las tijeras representan al mismo tiempo el nacimiento y la muerte, puesto que existe el corte del cordón umbilical y el corte definitivo de la existencia. La momia egipcia se asocia con las digresiones sobre la inmortalidad del alma. Los sastres simbolizan aquello que ata a los hombres entre sí y al mismo tiempo el sudario que será su última vestidura. Y por fin todo el camino de la vida es un túnel, semejante a la prisión prenatal. es una lucha desde las tinieblas por alcanzar la luz. Así lo expresa en La fragilidad del cuchillo: "Voy por el mundo con mi llaga,/ a pecho abierto llego a las casas,/ al regazo de los parques./ Tiene un gusto a mar en calma, a uno que dice nunca, quizás, quien sabe.../ Esta amarilla como un girasol,/ amarillo que agoniza". Con la imaginación vislumbra esa zona donde cada cosa ganará un lugar dentro de la luz. La existencia es una cárcel simbólica en la que podemos recrearnos con las pasiones transitorias que hallamos en el camino, pero que son sólo reflejos de la totalidad. En estos símbolos privados hay sin duda campo fértil, tanto para la investigación psicológica como para la exploración estilística. Pero cuando en 1994 apareció su primer libro Todo es lo mismo y no es lo mismo la crítica no investigó demasiado, sino que halló a su poesía difícil, irracional e indisciplinada. Cardona Peña la juzgó abstracta, como el discurso rítmico de un ebrio. Irma Castro la llamó "una peregrinación sin guía hacia el hospicio". Juan Roberto Calderón afirmó categóricamente que se trataba de material poético en bruto, sin control inteligente o inteligible. Resultaba difícil para ellos entender que Cristián, a pesar de haber conocido, asumido y padecido los descubrimientos de Freud y el marxismo, no teorizase sobre ellos como lo hiciera la generación anterior, que se apartara de Marx y que utilizara poéticamente algunos elementos del psicoanálisis. Que se nutriera en otras fuentes no exploradas por los poetas de los ochenta y que buscase antes de poetizar sobre la circunstancia inmediata, un equilibrio entre la actitud existencial y las fuerzas de mutación que actúan en el cosmos.
      Para Cristián Marcelo la poesía fue destino en el sentido que Hegel dio a esa palabra. Destino trágico, polémico, iluminado. Entendemos que el no reconocer este destino conduce a los reinos sin compromiso —o falsamente comprometidos— donde la poesía en función de otra cosa extravía su esencia. ¿Consiste la crisis actual de la poesía en el olvido o menosprecio de este destino?
     Cristián Marcelo da el ejemplo, no sólo de la distancia que el verdadero poeta establece con las modas, la política, los movimientos de superficie, sino que además demuestra que la poesía, aún la religiosa, no debe necesariamente situarse en un mundo de abstracciones, sino que puede nacer en la zona en que el hombre es uno con la tierra y el cuerpo. Y elevarse luego desde su condición carnal a su lugar de purificación y trascendencia.
    Sin embargo, estos cantos de alabanza no le impidieron al poeta sumirse en un destino de autodestrucción, el destino de un alcohólico empedernido que parece huir constantemente hacia la meta final de su aniquilamiento. Juzgar este hecho sería adentrarse en una contradicción que pertenece al terreno de lo psicológico. Sólo me atrevería a sugerir, que tal vez la cárcel de su ego, las limitaciones del medio, las pautas de una sociedad frívola hayan esposado su sed de libertad y que su yo auténtico no haya tenido la fuerza suficiente como para echar abajo esas barreras. Quizá su iluminación no bastó para alumbrar los intersticios de ese engranaje social, descorazonador y apabullante para el poeta. Pero es posible que en esta oposición entre ascenso y descenso, gozo y desesperación resida el daimon oculto y deslumbrador de esta poesía, prodigio que escapa a las digresiones y la especulación, poesía que ha descrito en tres tiempos, articulados en virtud de una armonía que trasciende la lógica, los dualismos de la insurrección y la reverencia expresados en el lenguaje de la creación más pura.

Lic. Francisco Sierra

Nota: En este día, buscando un machote para una carta de recomendación, me encontré este artículo que escribiera con tanto cariño, mi estimado Paco Sierra, sin duda, unos de nuestros más excelsos poetas. Lo publico ahora con la cercanía de la publicación de mi nuevo libro Corriente subterránea. Espero que sus palabras arrojen una profunda y desnuda luz sobre mi obra.

lunes, 3 de septiembre de 2012

Ignorancia o estupidez: los poetas costarricenses

Hoy me acuesto con un nudo en la garganta. No sé qué es más enfermizo: la ignorancia de los poetas costarricenses sobre su propia tradición o la estupidez que muestran al desconocerla por completo. Entre los poetas de moda se levantan estatuas ecuestres, oráculos extraños sentencian su perfección, su inigualable profundidad al aprehender la realidad. Oh, ilusos, pobres en espíritu, se arrojan a los pies de ídolos de barro. Me sorprende aún más cuando parece que los sagrados críticos llegan a la edad en que se fija el intelectual y como niños juegan con su propia mierda. La falta de rigor científico abunda en las publicaciones académicas y periodísticas. Los poetas se convierten en testaferros del status quo, aquello que es diferente a lo homogéneo, al dominio de lo homogéneo es visto con miedo y con asco.
Creer que somos mejores que nuestros antepasados poéticos, solo porque salimos del valle central hacia las europas, es tan estúpido como creer que la inmortalidad es aún el valor por excelencia del arte. Si se preguntara a un poeta costarricense: ¿cuáles son los mejores poetas costarricenses? De seguro haría una lista de sus amigos y conocidos de los últimos quince años, dando muestra de su profunda ignorancia y de su más profunda estupidez. No se han dado cuenta de que el olvido es la norma, y lo que se recuerda se recuerda con el desdén del ignorante, no de quien conoce las raíces más profundas de su origen. Cada poeta que muere es pobre diablo arrojado a la más honda desmemoria. Nadie se salva, ni siquiera nosotros nos salvaremos de esta verdad.
Los críticos se adhieren a falta de criterio a los grupos dominantes con el fin de ser rescatados del olvido. La poesía no es peligrosa; la crítica lo es menos. Ya nada importa. Solo quedar bien con las tribus de poetas que dominan el espacio artístico. Los jurados tiemblan como ratones ante los maullidos de un gato. Nada tiene sentido. Solo la complacencia y la autocomplacencia baila el baile de los locos. Quien quiera oír que oiga las palabras de un loco. Me acuesto cavilando, como quien se da cuenta que estas palabras no tienen eco en la realidad, no son más que un tufo que hace reír a los mágicos lectores.

sábado, 11 de agosto de 2012

Abismo

Completamente desnudo, total,
no en tu cuerpo, en tu olvido,
vive mi deseo de ti, no de vos,
a vos no te conozco,
a ti, a la que besé bajo la lluvia,
a la que amé, verídicamente,
entre mi dónde y mi cuándo,
con mi piel, con mis huesos,
a la que hubiera dado mi alma,
para que se la tatuara en su alma.
Aún vivo con mi deseo de ti, nunca de vos,
con mi deseo que es mío,
no de los hombres o los ángeles,
mi deseo humanamente hondo
aún grita desde los acantilados,
los rascacielos,
las estrellas,
aún siente la ausencia de ti,
no de vos, nunca de vos.
Estoy desnudo, completamente desnudo,
puedes ver la herida,
puedes ver como mi corazón se ahoga,
como mi alma ahogada
yace en los charcos,
en los abismos de ti,
que conozco demasiado.

viernes, 10 de agosto de 2012

Alucinación

No pienso en ti, en vos, en nosotros. Solo pienso el dolor, el dolor irremediablemente acariciado en casa, mirando el cielo raso, sabiendo que no eres, que no sos, que fuiste, y al pensarlo, al repetirlo con los labios o el alma, solo sirve para darme cuenta que eres un sueño, que sos una pesadilla, que fuiste una cucaracha… No importa cuánto ruegue a Dios, no eres mía, no sos mía, y a pesar de todo, y a pesar de todo, canta conmigo, cuando te pienso con las manos, cuando nos pienso, mirando el cielo raso como un océano incorpóreo, y sé que ese océano, oscuro y sucio, deliciosamente inmenso, deliciosamente doloroso, es solo una gota que resbala por claras celosías. Como si no tuvieras otra cosa que hacer, te pienso, o pienso en el dolor, ese dolor que araña, excava, penetra y se queda en los labios, en los ojos, en la tierra desnuda que exhala un grito parecido al silencio.

domingo, 8 de julio de 2012

Ni antipoesía ni generación 2000, la Transvanguardia o generación poética de los noventa


La canonización es la versión más extremada de lo que Nietzsche llamaba interpretación o ejercicio de la voluntad de poder sobre los textos. 
 Harold Bloom
      El siglo XX nos hereda un problema a resolver: las generaciones en Costa Rica. Este es el primer obstáculo que debe afrontar el historiador de la literatura, pero aún más peligrosa es la cercanía del crítico con su propia generación, dado que debe decidir si en la década de los noventa nace una generación, que oponga sus postulados estéticos a la generación precedente. Entre los jóvenes poetas el ritmo de publicación no va acorde con la producción personal, ni existe el conocimiento o la necesidad suficiente de catalogarlos, debido a su juventud y porque no se encuentran todavía en su período de extensión y dominio. De allí, que estas páginas busquen abrir brecha en un ambiente sin verdaderas discusiones estéticas.  
Las generaciones: una teoría de la razón y/o del absurdo 
      La categoría histórica de generación no está exenta de problemas, sin pretender abarcar todas sus manifestaciones, se hace necesario por lo menos, estudiar a algunos exponentes del concepto con el fin de establecer si existe o no generaciones en Costa Rica. En primer lugar, Ortega introdujo una distinción que es muy útil entre contemporaneidad y coetaneidad (solo son coetáneos los contemporáneos que tienen la misma edad y están vitalmente en relación)(1). Por su parte, escribe Julius Petersen que la generación no puede significar el conjunto de todos los de la misma edad, pues cada grupo de la misma edad comprende tanto seguidores de la dirección anterior como vanguardistas de la generación posterior(2). Petersen define ocho factores determinantes de la generación: herencia, fecha de nacimiento, los elementos educativos, comunidad personal, experiencia de la generación, el guía, el lenguaje de la generación, el anquilosamiento de la vieja generación(3). 
       Sin embargo, Wildelm Pinder prefiere otorgarle una importancia superlativa a la fecha de nacimiento. Dice: Las generaciones están determinadas por el nacimiento y las experiencias, influjos y relaciones son factores secundarios. En cambio, Guy Michaud establece una sutil distinción entre generaciones diurnas y nocturnas, mientras Joan Hankins señala la alternancia entre períodos masculinos y femeninos. De este modo, la ley de alternancia puede probar que existen períodos de introversión y extroversión, de crisis y equilibrios entre acciones y reacciones(4). 
       Guillermo de Torre considera que las generaciones existen, y son particularmente comprobables en la historia literaria, más para que exista una generación con la fisonomía claramente definida, es menester mucho más que exista una simple coincidencia cronológica, porque una generación es un conglomerado de espíritus suficiente homogéneo, sin mengua de sus respectivas individualidades, que en un momento dado, en el de su alborear, se siente expresamente unánimes, para afirmar unos puntos de vista y negar otros, con verdadero ardimiento juvenil(5). De Torre propone una división del temporal que considera ajustada a la realidad de los hechos intelectuales: 
1- una generación de 20 a 35 años de afirmación intransigente 
2- una generación de 35 a 50 años de expasión y dominio 
3- una generación de 50 a 65 de anacronismo 
4- una generación de 65 años en adelante de sobrevivientes 
       De manera que el lector se encuentra frente a la coexistencia de cuatro generaciones, de una duración de 15 años, y cada una es y fue una voluntad de renovación, de imposición de un estilo, aunque esto no es del todo cierto cuando existen generaciones activas y pasivas (6). Sin embargo, una teoría de las generaciones en el siglo XXI es una teoría del absurdo, porque incluso siguiendo los conceptos de contemporaneidad y coetaneidad, se puede reunir 15 poetas, cuyas edades oscilan entre 20 y 35 años. Segundo, cuando se pregunta uno que puntos de vista afirman y niegan con ardimiento juvenil, cae en la cuenta de que depende del grupo al que pertenecen. Entonces, tendríamos una generación escindida en cuanta peña, tertulia o taller exista.Pero, es posible que esta generación tenga una esencia, centro, razón o ethos. Esto se verá más adelante. 
La poesía en Costa Rica y las generaciones 
        En nuestro país hasta mediados del siglo XX se empieza a hacer historia de la literatura. De allí, que la primera vez que se descubre un texto que ordena y cataloga las generaciones, el lector descubre equivalencias peligrosas, por ejemplo, en La poesía de Costa Rica, Manuel Segura se plantea cinco grupos generacionales: generación de la Lira, folcklore, romanticismo-sentimentalismo y gentes nuevas(7). Esta clasificación incluye vicios varios como la analogar la publicación de una antología, con un “tipo” de literatura, movimientos literarios y la juventud de los escritores. Por otro lado, Abelardo Bonilla impone un catalogo no menos impune de arrebato poético, como lo es que de 1550-1850 se desarrolla la poesía popular; de 1890-1905 aparece otra vez la Lira costarricense; de 1905 a 1907 poesía realista y folcklore; de 1907 a 1929 modernismo; de 1929 a 1945 poesía infantil; y de 1945 a 1955 poesía contemporánea(8). La mezcla de categoría nos deja perplejos, además de la falta de rigurosidad en la división de períodos no deja de sorprendernos porque no se comprende la realidad poética costarricense. 
        En Poesía contemporánea de Costa Rica, Carlos Rafael Duverrán es el primero en proponer dos categorías para ordenar el incomensurable universo poético costarrincense: el año de nacimiento y un período de producción y ruptura. De manera, que divide el espacio-tiempo en seis generaciones: 
1- generación premodernista 1904-1907 
2- generación modernista 1907-1917 
3- generación postmodernista 1945-1954 
4- generación perdida 1945-1954 
5- generación de vanguardia 1953-1963 6- círculo de poetas costarricenses 1962-1972(9). 
        Carlos Rafael Duverrán hace caso omiso de los movimientos continentales, allí radica el nuevo equívoco de homologar las categorías, aún así los primeros 40 años de poesía costarricense empiezan a tener cierta coherencia clasificatoria. Por lo menos, con el modernismo como eje central se pueden ubicar a los poetas en cualquiera de las tres generaciones. 
        En su Antología crítica de la poesía costarricense, Carlos Francisco Monge trata de subsanar el caos categorial de sus antecendentes, pero a la vez crea nuevos problemas cuando se acerca al final del siglo XX. Monge emplea algunos criterios para la ordenación cronológica, como el año de nacimiento, el período de producción, los rasgos estético-ideológicos y las influencias. Con estas divide y subdivide el espacio-tiempo costarricense en ocho generaciones: 
1- modernismo de 1900-1915 primera etapa 
2- modernismo de 1915-1930 segunda etapa 
3- postmodernismo 1920-1940 
4- prevanguardia 1940-1950 
5- primera vanguardia 1950-1960 6- segunda vanguardia 1950-1970 
7- primera posvanguardia 1960-1992 
8- segunda posvanguardia 1970-1992(10) 
        Carlos Francisco Monge agrupa estas ocho generaciones en dos períodos: uno modernista y el otro vanguardista, aunque surge un problema más profundo, el de cómo llamar a las generaciones que se entrecruzan entre 1990 y el 2001, tercera postvanguardia y cuarta postvanguardia son términos demasiado vagos, así como son los conceptos como postmodernismo y prevanguardia. De este modo, el acercamiento a la poesía joven debe enfrentarse a los siguientes escollos: la fecha de nacimiento, el período de producción o ruptura, los rasgos estéticos o tendencias, la coetaneidad y contemporaneidad. 
      En todo caso, al tratar de asir el cosmos poético costarricense, el lector observa que más que movimientos hay tendencias estéticas, más que grupo hay personalidades literarias. Por esta razón, a la hora de confrontar la poesía joven se propone que el espacio-tiempo poético se divide en seis generaciones, y que de estas nos interesa la última es decir los nacidos entre 1965 y 1980, segundo que su período de iniciación se gesta entre 1985 y el 2000. De esta generación aún no se ha hecho un análisis, porque es difícil determinar entre los jóvenes que hoy cultivan la poesía en Costa Rica cuáles obedecen a una verdadera vocación y cuáles lo hacen por curiosidad o impulso juvenil. Pero, más allá de estos problemas, como señala Oscar Tacca, la cercanía del historiador con el material que debe clasificar, segundo el desconocimiento o la apatía que surge al estudiar la literatura en pleno proceso de producción. Gracias a esto, en lugar de estudiar el pasado de la poesía costarricense, preferimos proyectarnos hacia el futuro de una generación que germina entre medio siglo de abulia y desencanto (13). 
 Confrontación con la poesía joven de Costa Rica 
       Si se leen las últimas publicaciones de poesía que hacen las diferentes casas editoriales públicas y privadas, nos damos cuenta de que existen cuatro generaciones conviviendo en un espacio reducido por los concursos, el mercado, las universidades y los centros culturales. Sabemos que la segunda postvanguardia se encuentra formada por José María Zonta, Jorge Arturo, Guillermo Fernández, Carlos Cortés, Jorge Arroyo, Macarena Barahona, Ana Istarú, Habib Succar, Milton Zarate, Mario Matarrita y otros. Esta generación se encuentra en su período de expasión y dominio, como lo demuestran las editoriales. Sin embargo, para el investigador que se enfrenta a la tercera postvanguardia o primera transvanguardia surge una dificultad más, las ediciones en Costa Rica no citan al menos una mínima biografía de los autores, de allí que en cada publicación el lector no sabe si se encuentra frente a un muchacho de veinte años, o frente a un cincuentón que acaba de publicar su primer libro. Esta dificultad no nos permitió incluir a todos los poetas jóvenes, porque se trató de ser riguroso en este punto, todos los contemporáneos deber ser coetáneos. 
        Pero, ¿es esta una generación?, ¿es acaso una generación pasiva o activa, masculina o femenina, solar o moonligth?, ¿es posible confrontarla con la generación anterior y trasanterior, o solo es un grupo de jóvenes sin vocación y mucho impulso juvenil? Todas estas preguntas es lo que quisiera responder al lector, porque solo mediante la escritura se puede ejercer la voluntad de poder sobre los textos.
 El rumbo de una generación sin nombre 
        La transvanguardia, vamos a llamarla así por el momento, está formada por los poetas y las poetas nacidos entre 1965-1980, por lo que inician su producción de textos entre 1985 y el 2000, y se deben consolidar entre 1995 y 2010, no todos, porque los nacidos entre 1975 y 1980 apenas empiezan a dar su primeros pasos en la literatura. De este modo, falta una década para que se inicie la expansión y dominio de esta generación. 
        En este panorama de la joven poesía joven de Costa Rica no aparecen todos los poetas que han publicado en la última década, por algunas razones que podemos desglosar: la poca distribución de sus textos y la falta de biografías que confirmen que pertenecen a este grupo. No obstante, en artículos siguientes trataremos de subsanar las ausencias, que sin lugar a dudas señalarán los autores en su debido tiempo. Por ahora, nos hallamos frente a 15 nuevos poetas, cuyas edades oscilan entre los 35 y 22 años. Entre los mayores están Jorge Zúñiga y Ricardo Segura, a los que le siguen Orlando Gei Brealy, Mauricio Molina, Carlos Manuel Villalobos, David Maradiaga, Luis Chaves, Cristián Marcelo, María Montero, Jenny Alvarez, Mainor González Calvo, Gerardo Cerdas, Alejandra Castro, Cristián Alfredo Solera y Laura Fuentes. Estos poetas ya tienen uno o más libros publicados en diferentes editoriales. 
          Esta generación nace marcada por un doble post -postmodernidad y postvanguardia- que deriva en la mimesis de textos, síntesis, citas reales o imaginarias, así como también el collage, el montaje y la mímica que deconstruyen y recomponen los discursos(11). No obstante, todos estos recursos pueden ser reducidos a una dicotomía entre tradición y antitradición. Otro signo, señal o huella que se puede ver es la descomposición de la poesía como un metarrelato, como un discurso que sufre cada vez más de la heterogeneidad y la disgregación. De modo, descubrimos que los poetas jóvenes están en realidad elaborando microrelatos, pues ya no es la comunidad sino las tribus, que desean emerger de las alcantarillas, porque la poesía ya no sirve para nada(12). 
        En la transvanguardia, como en un bazar, encontramos de todo, desde poesía voseante, hermética, trascendentalista, popular, barroca, surrealista, antipoética, hipertextual y lo último de la moda, minimalista o Zen. Sin embargo, se pueden establecer ciertos temas, tópicos o isotopías, mejor dicho ciertas preocupaciones que se entrelazan y dilatan en algo más de una década. Cada una de estas tendencias es heredera del siglo XX, como lo atestiguan las historias de la literatura hispanoamericana. En todo caso, se pueden dilucidar seis tendencias entre estos coetáneos-contemporáneos, que responden a la pertenencia en un grupo, ya sea un taller, una editorial, una peña o tertulia. 
     Pero, antes de entrar en detalles de clasificación surge una pregunta de rigor: ¿ha muerto el trascendentalismo?, y la respuesta aunque inocua debe ser:  No. La razón hay que buscarla en la década de los sententa, cuando nace como una sofisticación de la poesía social, a partir de allí se torna en una retórica, que los poetas de la transvanguardia adoptan sin ninguna discusión, porque es una manera de escribir, más que de pensar la poesía. Entre los poetas que se adhieren a esta tendencia están Cristian Alfredo Solera, Jenny Alvarez, Laura Fuentes y Orlando Gei Brealy. Al decir que el trascendentalismo es más una retórica, que unos postulados estéticos bien delimitados, nos fundamentamos en el uso de la metáfora que hacen estos poetas: Descubro mi perfecta vocación de alga / y apasionado / invento mi lugar en tu maceta. Orlando Gei Brealy (1966) donde los relojes se aferran / a la espuma rebelde de las tardes Jenny Alvárez (1970) Y los retratos descolgados / en el ojo desvestido de la noche / compartirán nuestras culpas. Cristian Alfredo Solera (1975) Ahora escucha / la caída de sus huesos / en el dulce ardor de la marea Laura Fuentes (1978) El trascendentalismo tiene como marca de fábrica introducir en la metáfora por complemento de término un adjetivo pospuesto a antepuesto al núcleo nominal (adj. + sust+ prep de+ sust). 
        A esta estructura meramente retórica responde la poesía urbana y culturalista, como lo es en el caso de Mauricio Molina, Luis Chaves y Alejandra Castro, quienes dentro del universo poético costarricense practican el prosema o la prosía: En un 90% las horas se pasan / intentando acelerar el retorno / a un paraíso de Nigth Club. Mauricio Molina Delgado (1967) la mitad son amigos. / como prueba de máxima solidaridad. / la otra mitad equivoco el bar. Luis Chaves (1969) ¿Desaparecido, Virginia, / Desaparecido? / Y como es eso / si vos los viste / si todo Santiago los vio pasar. Alejandra Castro (1974) 
      La poesía urbana y el culturalismo responde a la desligitimación de la poesía como relato mito-sacralizado bajo una única consigna: La poesía no sirve para nada. En tanto la tendencia a una poesía urbana se limita a describir la vida del poeta en espacios marginales como el cuarto,  el bar, el nigth club y los callejones. El arte culturalista tiene su origen en los sesenta en España y se funda sobre la glosa de textos, mass media y subliteratura. 
       Por otra parte, existe una tendencia que se une a este abanico de perspectivas que podríamos denominar regionalista e indigenista, cuyos representantes son Carlos Manuel Villalobos y Jorge Zúñiga, un breve resabio de las vanguardias continentales: Atravesé los montes con la única esperanza de encontrar en las alturas a Sebak o Sibú pero solo pude distinguir sus rostros petrificados. Jorge Zúñiga (1965)En un cañaveral el padre destapa su calabaza de agua y brinda por el peón que acaba de nacer. Carlos Manuel Villalobos (1968) 
      A partir de estas tres tendencias que son generales, se hallan otras tres que describiremos como específicas, dado que son representadas por un solo poeta, o porque son posturas marginales. De manera, que nos enfrentamos a la antipoesía de Mainor González Calvo, el intimismo de María Montero, el hermetismo o barroco de Ricardo Segura, Cristián Marcelo, Gerardo Cerdas y David Maradiaga. La antipoesía posee como rasgo predominante la desacralización del poeta como un pequeño dios, y de la poesía como un discurso serio, algo que comparte con la poesía urbana, pero esta última no tiene la dosis de ironía necesaria de la primera: Dicen /  que los poetas /  somos monos / La poesía / es como el agua del polo norte / solo que en su intestino anidan unas cuantas lombrices. Minor González Calvo (1974) Frente a esta literatura que desprecia el valor de iniciado, guía o chamán de pueblos que adquiere el poeta, está su antípoda en el intimismo del María Montero, quien dentro de los microrelatos que desarrollan los poetas de la cuarta postvanguardia, recobra los sentimientos más hermosos de sus vivencias y sueños, basando en una poesía de los cotidiano, de la memoria y el recuerdo: Cuando salgo a la calle / miro las cosas que perdí / que guardan en su recuerdo / mi recuerdo. María Montero (1970) Por último, están los poetas herméticos, que oscilan entre el barroco, el surrealismo, el culturalismo y la poesía urbana, como son los casos de Ricardo Segura, David Maradiaga, Cristián Marcelo Sánchez y Gerardo Cerdas: Me llegan ecos, lejanos de voluntad, / ausentes de poderío atravesante / más ateridos de susurro, de incitación impune. Ricardo Segura (1965) Se desdibujaron los peces profundos / que rasgaban todos los vientres del naufragio / haciendo imposible ver fuera del concierto /  que encendimos David Maradiaga (1968)La bestia es un cuerno donde los árboles / crecen como gárgolas / y la ciudad se agrieta en un vómito sin forma. Cristián Marcelo (1970) La noche se deshace en alcohol y barbitúricos, / y de una garganta un mago saca clavos de cristal, / postales antiguas donde ella baila / para despedir la nostalgia. Gerardo Cerdas Vega (1974)
 Inferencias imaginarias 
       Si tuvieramos que definir la transvanguardia como una generación estricta, tendríamos que burlarnos de nosotros mismos, o hablar de varias generaciones contemporáneas y coetáneas a la vez. Los poetas de la transvanguardia en su mayoría pertenecen o pertenecieron a los talleres literarios de la década de los noventa: Café Cultural Francisco Zúñiga Díaz, Eunice Odio, Alfil octubre cuatro, Café del Sur, Taller Rafael Estrada, Círculo de poetas costarricenses. Cada uno de estos grupos tenía sus propias dinámicas creativas, ya sea con un guía, ya sea que el organismo en sí sea su propio guía. Sin embargo, se pueden enumerar algunos rasgos que agrupan a todos los poetas jóvenes como son: el personalismo -el poeta narra su propia condición de poeta y de su poesía- esto sirve para descalificar al otro, mediante la creación de vocablos despectivos: prosemas, chistemas y retóricos. También, algo que los une más en la inmersión en la ciudad urbana y marginal, la noche como el tiempo privilegiado de la creación, además sobresalen ciertos tópicos como el amor en todas sus formas, el sueño, la muerte y la infancia, cada uno de ellos condiciona las relaciones del poeta con la realidad. Por otra parte, estos poetas se posicionan en el ambiente literario mediante una doble paradoja: La poesía no sirve para nada, pero sin embargo escribimos. Y también, nunca falta el señor erudito/ -este no tiene unidad temática. aquel formal. A lo que responde el jurado que destaca por su unidad temática y de tono que sostiene a lo largo de la obra. Entonces se critica al régimen literario, pero se espera o se desea el reconocimiento de la academia y del estado. En fin, fuera de los talleres la transvanguardia ha evolucionado hacia las editoriales públicas e independientes como Editorial Costa Rica, Editorial de la Universidad Nacional, Editorial de la Universidad de Costa Rica, Líneas Grises, Perro azul y Alambique. En estas los poetas jóvenes se han empezado a consolidar y expandir, formando una generación que se abre camino a paso redoblado. 
 Referencias bibliográficas 
(1) Ortega y Gasset, J. El tema de nuestro tiempo. Madrid: Austral, 1965. 
(2) Petersen, Julius. “Las generaciones literarias” en Filosofía de la ciencia literaria.México: Fondo de cultura económica, 1946. 
(3) Idem 
(4) Torre, Guillermo (de). “Generaciones y movimientos literarios” en Cuadernos hispanoamericanos. Madrid: Instituto de Cultura hispánica, 1958. 
(5) Idem 
(6) Idem 
(7) Segura, Manuel. La poesía de Costa Rica.San José: Editorial Costa Rica, 1963. 
(8) Bonilla, Abelardo. Historia de la literatura costarricense. San José: Editorial Costa Rica, 1967. 
(9) Duverrán, Carlos Rafael. Poesía contemporánea de Costa Rica. San José: Editorial Costa Rica, 1973. (10) Monge, Carlos Francisco. Antología crítica de la poesía de Costa Rica. San José: Editorial de la Universidad de Costa Rica, 1992. 
(11) Díaz, Esther. “¿Qué es la posmodernidad?” en ¿Posmodernidad?. Buenos Aires: Editorial Biblos, 1988. 
(12) Lyotard, Jean-Francois. La condición postmoderna. Madrid: Cátedra, 1998. 
(13) Tacca, Oscar. La historia literaria. Madrid: Gredos, 1968. 
 Referencias pasivas 
Alvárez, Jenny. Una noche para callar los nombres. San José: s. ed., 1995. 
Castro, Alejandra. Loquita. San José: Ed. Universidad de Costa Rica, 1996. 
Cerdas, Gerardo. La imagen calcinada. San José: Alambique, 1997. 
Chaves, Luis. Los animales que imaginamos. San José: Guayacán, 1997. 
Fuentes, Laura. Penumbra de la paloma. San José: MCJD, 1999. 
Gei Brealy, Orlando. La furia del musgo. San José: Ed. Costa Rica, 1995. 
González Calvo, Mainor. La sombra inconclusa. Heredia: Lit. Morales, 1998. 
Maradiaga, David. Música de animal lluvioso y otros poemas. San José: MCJD, 1999. 
Marcelo, Cristián. Entre dos oscuridades. San José: Ed. Zúñiga y Cabal, 1996. 
Molina, Mauricio. Abobinable libro de la nieve. San José: Ed. Perro azul. 
Montero, María. El juego conquistado. San José: Ed. Costa Rica, 1989. 
Segura, Ricardo. Ecos. San José: Editorial Costa Rica, 1993. 
Solera, Cristian Alfredo.Itinerario nocturno de tu voz. San José: Círculo de poetas costarricenses, 2000. Villalobos, Carlos Manuel. Ceremonias desde la lluvia. San José: Ed. Universidad de Costa Rica, 1995.

Nota: Este artículo apareció publicado en el 2001, se le han hecho unas pequeñas correcciones y supresiones con el fin de subirlo a la red, como un pequeño aporte a la historia de la poesía de Costa Rica.

REFLEXIONES ACERCA DE LA ANACRONÍA POÉTICA EN LA POSTVANGUARDIA Y TRANSVANGUARDIA

  El anacronismo es uno de los problemas que más interés ha suscitado en mi mente, quizás, porque la literatura acontece en el tiempo sin to...