La poesía costarricense de finales del siglo XX y principios del siglo
XXI está sujeta a un complejo proceso de epigonismo. ¿Cómo se produce este
fenómeno? ¿Por qué no existe una crítica de lo epigonal? Muy pocos poetas
jóvenes y maduros logran escapar de una homogeneización poética cada vez más
pronunciada. Aquellos que renuncian a ser trascendentalistas o nominalistas son
excluidos del Canon, producido por una academia incapaz de mirar objetivamente
la realidad poética, porque ha renunciado a la objetividad, a la aprehensión
del universo literario, a las taxonomías y a las construcciones abstractas.
La crítica se disuelve en la opinión
sacro-erudita. El crítico-sacerdote-poeta se transforma en una figura absurda y
estúpida, que borra toda la poesía que no logra comprender. Satisfecho de su
propia ceguera cita a Barthes, a Focault, a Parker, a Eco, a Arentino, a Rossi,
como si las palabras de los otros pudieran justificar el vacío que crean
alrededor de los lectores.
El epígono, ese individuo que sigue las
huellas de otro, especialmente el que sigue una escuela o un estilo de un
maestro, es un imitador, no sabe cómo desarrollar su propia voz. La voz poética
–el sello personal de los grandes poetas−
le está vedado, por su falta de capacidad reflexiva o porque entra la
zona de confort del otro –premio nacional o extranjero−, queda cobijado por las
palabras del otro, el ritmo del otro, la retórica del otro. No lee, no tiene
una cultura lectora. No le interesan los clásicos, porque están pasados de
moda. No le interesa su propia tradición, porque en su estrecha mentalidad de
poeta todo es basura. El epígono es un ser despreciable, una rémora que se
alimenta del lenguaje y la musicalidad. En su incapacidad de hallar un ritmo y
unas palabras propias que lo identifiquen como poeta, se queda en las márgenes
de la creación, satisfecho de ser la copia de una copia, cree que los premios
que recibe son por la calidad de la obra, cuando en realidad son por mantenerse
dentro de la estética dominante.
Ezra Pound afirmaba que la gran literatura es
sencillamente idioma cargado de significado hasta el máximo de sus
posibilidades, y cuando nos ponemos a examinarla encontramos que este objetivo
es logrado por varios tipos claramente definibles de gente, y por una periferia
menos claramente determinada. Él clasificaba esta gente en estratos:
a. Los inventores son los descubridores de un proceso particular o de más
de un modo y proceso.
b. Los maestros. Esta es la clase muy pequeña, y hay muy pocos que lo son
realmente. El término se aplica con propiedad a los inventores que, aparte de
sus propias invenciones, son capaces de asimilar y coordinar un número
considerable de invenciones anteriores.
c. Los diluidores son los que siguen a los inventores o a los “grandes
escritores” que producen algo de menor intensidad, una variante débil, algo
difuso o tumefacto que va a la retaguardia de lo válido.
d. “Los epígonos” son los que hacen una obra más o menos buena en el estilo
más o bueno de un periodo. Esta gente no añaden sino un ligero sabor personal,
alguna variante menor de un estilo, sin afectar el curso principal de la
historia.
e. Las bellas letras no son precisamente “grandes maestros”, pero han
llevado algún estilo a un alto desarrollo.
f. Los iniciadores de manías son escritores que inician una moda, cuya ola
cubre las letras durante unos siglos o décadas, para luego perderse dejando las
cosas como estaban.
Las seis categorías de Ezra Pound no logran revelar el misterio del
epigonismo, pero son un punto de partida, para describir un fenómeno que
comenzó en los años ochenta y noventa del siglo XX, y su continuación en el
siglo XXI. En 1977, el Manifiesto trascendentalista se constituye en primera
reflexión seria sobre la poesía y el trabajo del poeta en Costa Rica. Pero para
que el trascendentalismo desarrollara los postulados del manifiesto, tendría
que esperar un libro icónico Herencia de
otoño (1981) de Laureano Albán, este se convertiría en el modelo dominante
de la poesía costarricense durante las últimas dos décadas del siglo XX. La
poesía de Albán es la fuente usada por poetas como Carlos Francisco Monge,
Milton Zarate, Rodrigo Quirós, Germán Salas, Erick Gil Salas, Johnny Mora, Gustavo
Solórzano, Mauricio Vargas, Cristian Alfredo Solera, Ronald Campos, Alexander
Alvarado, Jenny Álvarez,
Los ínfimos crepúsculos
A Conchita Rafael MoralesAmo las cosas que gastadas brillan
como si los crepúsculos se hubieran
quedado en ellas para siempre ardiendo.
Los bordes de las sillas afinados
por la devoción clara de los dedos.
Los vasos transparentes de servir
manantiales distantes.
Los pisos sometidos a la sombra.
Los trajes deshilados por el aire.
Amo su fatigada servidumbre
de diamante apagado,
la sumisa pasión de sus silencios.
Amo su alma de otoño que fue alta
y compartió los ojos del milagro.
Su manera de darnos el olvido,
sin llanto ni violencia,
como una sabia cercanía brillando,
como la mano del amor sin nadie.
Amo los libros viejos
manoseados por la luz,
los guijarros que caben en la mano
donde brillan paisajes lejanísimos.
Porque va hacia el adiós su lenta música,
se abraza a la sombra sin gemir,
callando como el fuego olvidado de las lámparas
que quedan solas al llegar el alba.
Herencia de otoño (1980) Laureano Albán
El
libro Herencia de otoño es un libro
paradigmático, porque muestra los rasgos que los trascendentalistas utilizarán
hasta la saciedad en los años ochenta, noventas, dos mil y dos mil quince: un
predominio de una métrica endecasílaba y heptasílaba, versos sin rima, un
abigarrado lenguaje figurativo de carácter
declamativo y abstracto, metáforas por complemento de término, además de una temática amorosa y cotidiana hacia
las cosas, los animales, las personas, Dios, etc. Los poetas que representaron
ese trascendentalismo duro fueron: Julieta Dobles, Carlos Francisco Monge, Ronald
Bonilla, Rodrigo Quirós, Erick Gil Salas, Milton Zarate. Una segunda etapa de
trascendentalismo duro se inicia en los años noventa con Johnny Mora, Ricardo
Segura, Silvia Castro Méndez, Mauricio Vargas, Gustavo Solórzano, Alejandra
Castro, Jenny Álvarez, Narcisa Castro, Cristian Alfredo Solera. Una tercera
etapa corresponde a poetas como Juan Carlos Olivas, Ronald Campos y Alexander
Alvarado. De este modo, la estética trascendentalista revela su muestrario
epigonal:
Sabíamos de tantas luciérnagas
salvajes
habitando lo humano,
de los pequeños espacios luminosos,
donde se mueve el alma gestando sus
pasiones,
de las cuevas de angustia donde se
paraliza,
de las múltiples máscaras…
Los delitos de Pandora
(1987) de Julieta
Dobles
A NADIE sino al mar pertenecían
nuestras horas de insomnio;
de nadie eran las puertas
sino de nuestros ríos de palabras;
y qué otro laberinto, sino el nuestro,
aprisionó el oficio de la noche,
la patria de la piel o la música
huyendo.
La tinta extinta (1990) de Carlos Francisco Monge
Está herida el ala, herida
la misma cicatriz de las esquinas,
y todo es el furor de desgarrarse a
solas
sin otro contenido que el despecho
de ser insuficientes.
Un día contra el
asedio(1999) de
Ronald Bonilla
Vengan todos a sentarse a mi sombra.
Mis centellas de dios enloquecido
extraviaron la luz horrible del
insomnio
y reposan fabricando avecillas.
A tientas en la luz
(1982) de Rodrigo
Quirós
Aunque estén solos los verbos,
tristes las hojas amarillas sin otoño,
los pasos tristemente tristes del
llanto,
el reloj dará el preciso instante de
la fruta
al germinar la tarde.
Estrecho Itinerario de
las cosas(1983) de
Erick Gil Salas
Hubo la noche cayéndome en las manos,
sin prisa, sin reclamo, sin espejo,
para reflejarnos como un escondite
donde perecen asustados
los ojos amantes del silencio.
Al final de la memoria
(1990) de Milton
Zarate
Hubo una vez, hace muchas ternuras,
que entregué las llaves de mi suerte
y aún espero coronado por la ira,
el dolor o la ironía.
Nadie vendrá a robar la manzana
del árbol manso de mi vida.
El libro del
Minotauro(1990) de
Johnny Mora
Oigamos la sinfonía de la luz en las
superficies del rayo,
la sonata propicia para el juego del
candor,
el arpegio que se mezcla con las
modulaciones del estío.
Ecos(1993) de Ricardo Segura
En las noches aladas
sus murmullos se oían
como vientos en las crestas de los
mares,
inclinadas unánimes
sobre un tiempo de naufragios
distantes.
Vértice del
Milagro(1998) de Silvia
Castro Méndez
…además hace frío, y aún no se ha
inventado la canción rotunda del
olvido,
quizás deberíamos callarnos en
nuestrps
propios cuerpos y dejar que la noche
nos nombre en el silencio.
Desfigurando sombras
(1994) de Mauricio
Vargas
Vuelvo a la deliciosa tortura del
camino,
avanzo entre la penitente
sensación de lo eterno,
retomo tus manos incoherentes
y trato de esculpir
la propia demencia del rostro…
Del sudor de tus
ojos(1994) de Gustavo
Solórzano
He aquí un ruido de epitafios
y casas llenas
un ruido de parques viejos
con fiebre de calvarios y hogueras.
Loquita (1997) de Alejandra Castro
Porque hay un paisaje endurecido
en las aristas del tiempo,
porque sólo hay un vestigio de hierba
en la mirada,
levantaré el mástil insurrecto
de todos mis dogmas…
Una noche para callar
los nombres(1995) de
Jenny Álvarez
Me asombra tu desnudez humana
el susurro del gemido
cuando el fruto se gesta
y circula por el aire su semilla…
Vestigios del
fuego(2001) de
Narcisa Castro
Te busqué hasta en la sonrisa
de burla de la muerte
y tú estabas inaplazable
con tus palabras nuevas y aquellas
tremendas ganas de herirme tanto.
Tú no sabes nada de la
ausencia (2004) de
Cristian Alfredo Solera
Pero el mañana nunca perdona,
pues es un umbral sin aldabas ni culpas,
y el alba tampoco entiende
la violencia de sus goznes secretos.
La tregua imposible
(2005) de Alexander
Alvarado
Las frutas han mordido
su azul sobre mis labios.
El mundo es sólo ahora
un zurrón de muertes y madrugadas.
Hormigas en el pecho(2007)
de Ronald Campos
Atado a los caballos de la muerte,
atado a la sed de los instintos,
atado a los ojos de un corcel en mi
ventana,
esta es la luz primera
que ansía el galope de las banales
cosas…
Bitácora de los hechos
consumados (2011) de
Juan Carlos Olivas
Del
otro lado, los epígonos del nominalismo aúllan desde sus trincheras académicas,
no reconocen sus orígenes en las poéticas anglosajonas y suramericanas. No
aceptan que son burdas imitaciones y malas traducciones. En su ceguera, niegan
toda historia literaria, pero no la formación de un Canon a su gusto y medida.
Creen que son la vanguardia del siglo XXI, pero solo reciclan a ciertos autores
contemporáneos. La poesía de reciclaje coexiste con las fuerzas absurdas del
trascendentalismo en una guerra no declarada. Comprender estas actitudes es
comprender por qué la poesía costarricense siempre está naciendo, siempre es
nueva. No hay padre poético que destruir, no hay madre poética que violentar.
La poesía transcurre como esos ríos lentos y arenosos, que ocultan el olvido.
La lírica costarricense es la des-memoria, la no memoria. Generación tras
generación, se hunde en las aguas de ese afluente que solo arrastra basura, lo
demás es poesía.
No se debe confundir el nominalismo
poético costarricense con el nominalismo filosófico. El nuestro alude a un conjunto de textos que
historizan el discurso poético mediante una retórica de la cotidianeidad,
emplean la narrativización, el verso libre y el lenguaje coloquial. El
nominalismo poético −en palabras de ese crítico feroz que es Francisco Sierra−
se funda en el abandono del lenguaje figurativo, porque éste genera un
simbolismo ininteligible para el lector popular. Hay un interés primordial por
la comunicación, comunicar se convierte en un fin, así también la brevedad, los
poemas deben ser como anuncios televisivos. El lenguaje referencial es suficiente para
generar el éxtasis poético, de allí, que se utiliza un efectismo semejante al
chiste. El nominalismo filosófico era una doctrina filosófica que
afirmaba que todo lo que existe son particulares. Esto generalmente se
afirma en oposición a quienes sostienen que existen los universales o las entidades abstractas. El nominalismo niega
la existencia de universales tanto de manera inmanente (en los
particulares) como trascendente (fuera de los
particulares). El término «nominalismo» proviene del latín, nomen (nombre).
No interesa detallar la doctrina filosófica, sino ahondar en la formación
discursiva nominalista. ¿Cuándo surge? ¿Quiénes son sus fundadores? ¿Quiénes
son sus epígonos? A diferencia de la formación discursiva trascendentalista, el
nominalismo no surge alrededor de un manifiesto, sino por la copia de poetas
anglosajones y suramericanos de los años cincuenta y sesenta. Con el
agotamiento de las vanguardias históricas –léase surrealismo, creacionismo,
ultraísmo−, se produce un nuevo replanteamiento de la ética y estética poética:
Antipoesía, coloquialismo, exteriorismo. En Costa Rica, durante los años
ochenta, las tendencias dominantes del trascendentalismo y el nominalismo son
representadas por dos autores: Milton Zarate y Mario Matarrita. Pudiera
pensarse que La isla de piedra sería
el origen de esta nueva tendencia, pero muy pocos o ninguno de los poetas
jóvenes ha escuchado de él, o por lo menos, alguna vez lo ha leído. El
nominalismo tiene dos fuentes; por un lado, los
animales que imaginamos (1997) de Luis Chaves y por el otro lado, Carta sin cuerpo (2001) de Alfredo
Trejos. Estos serán los textos fundacionales de las nuevas tendencias
dominantes en el panorama poético costarricense, y por supuesto, de un
epigonismo, no menos enfermizo que el epigonismo trascendentalista.
el viudo o hasta que los huevos nos separen
cansada de ordenar latas de garbanzos
de caer dormida sobre torres de calzoncillos
de julio iglesias inmortalizado en la radio del vecino/
ella mira su reflejo en la ventana
se manosea las tetas. toca sus ganas de vivir
y comprobando que ambas
guardan la rigidez reglamentaria
le saca chispas a los tacones
suelta la música de su pelo.
sale de la casa.
como quien entra al mundo pateando puertas
y con un revólver en la mano.
los animales que imaginamos (1997)
Luis Chaves
|
¿Qué hago yo con quererte?¿Qué ganas vos con arrebatarme los poemas para no leer más que las cifras y los encabezados? Para leerme todo como soy, como flaqueo. Me pregunto mucho más y con mejores palabras. Con intriga, con ocio, con detalle, me pregunto qué pierdo si dejo ir el mes, el año, el mundo entero sin indiscreciones. Y es que el amor igual da tanto miedo como la ducha, como extraviar una moneda decisiva. Sé que ando algo mal en kilos y en caricias. Todo me gana por diferencias humillantes. Me gana el autobús, el clima y la mala memoria. El sabor de las fresas, las cortinas y los gatos.
Carta sin cuerpo (2001)
Alfredo Trejos
|
A
partir de estos poemarios, nos encontramos con una multitud de poetas jóvenes
que siguen estas tendencias. Los temas y los tópicos de la cantina, el barrio,
el apartamento, el boxeo, el night club, las borracheras, la familia, la pareja
femenina, masculina, se repiten hasta la saciedad, el lenguaje
coloquial-cotidiano no permite distinguir entre un poeta y otro. Los poetas
empiezan a utilizar un voseo como rasgo esencial de la identidad costarricense,
pero lo único que logran es un voseo de raíces suramericanas, que poco ayuda a
entender cómo el costarricense usa los pronombres de tratamiento. Todo debe ser
real, descriptivo, referencial, el mundo tal como lo percibimos ya es de por sí
poético. La narratividad se instala en el poema como estrategia discursiva para
dar unidad semántica. Es indiscutible que Luis Chaves y Alfredo Trejos se
convierten en los maestros de la siguiente generación de poetas jóvenes, ya sea
cómo directores de talleres, ya sea por la fama que han logrado en el medio
literario costarricense, permitiendo que los poetas jóvenes los imiten sin
ningún empacho o creatividad. En la década de los noventas, los talleres de
poesía activa, enésima silla, libertad bajo palabra, así como las lecturas en
el Bar de la Boca del Monte, las actividades del grupo Octubre Alfil Cuatro,
forman una red de poetas para oponerse al trascendentalismo. De este movimiento poético-social surge la
nueva generación de poetas jóvenes:
Un arrullo insoportable
pesa en mis oídos todas las noches:
El zumbido del refrigerador
la respiración de mi vecino más
cercano
la mano suicida (2000) de María Montero
el mal sabor de un jazz y la última
cerveza
lo acompañan en el autobús
no piensan en ello
es el ruido y el mareo tardío lo que
le incomoda
frecuencia de manicomio (2006) de William Eduarte
Los bares cerca de la U
maquillados de fin de semana
absorben
como agujeros negros.
la vida de las cosas (2008) de Luis Fernando Gómez
Enfrentarse a dos tazas de café
cuando solo se enciende un cigarrillo
es el resultado de un hasta luego
cuando se quiso decir jamás.
en el otro patio (2008) de María Morales
La gente ¿se hará tantas bolas como
nosotros?
−le pregunté−
No creo.
−me dijo−
Y entonces, nos hicimos un ovillo.
pies de tinta (2009) de Seidy Salas Víquez
me hablás de París
de la señora que te alquila el cuarto
de los franceses como portadores
de civilización y barbarie
mala estirpe (2007) de Camilo Retana
Las cosas comenzaron a andar mal
cuando Manchas se escapó de la casa, cuando los pericos abandonaron el árbol de
aguacate y se secó por una enfermedad de las raíces, las cosas comenzaron a
andar mal cuando tuvimos que enterrar al hermano de mi abuela Aida…
Carpintería (2008) de Esteban Chinchilla
Los vecinos
lo observan con cuidado
el ruido de su máquina
les molesta.
SOUNDTRACK (2005) de Felipe Granados
no importa ligar
aspirinas con cervezas
emborracharse inmediatamente después
del desayuno
amanecer con los pulmones llenos de
herrumbre
seguir aguantando a ese imbécil que
sale cada día a las cinco pe eme
La curvatura del
silencio (2006) de
Mario León Rodríguez
Nadie supo nunca que me amaste,
los momentos triviales
que tu me sujetabas:
abriéndome una puerta,
acercándome una silla.
Río de huellas
silenciadas (2006) de
Gabriela Chavarría
Tengo un sueño alojado en el cuerpo.
Con el paso de los años dejó de ser
benigno.
Ahora es un tumor,
un quiste que debo extirpar pronto.
apocalipsis íntimo (2010) de Carla Pravisini
De camino a la oficina
escucho una voz que grazna mi nombre.
La calle está abandonada.
Poetry is fearlees (2012) Luis Chacón Ortiz
Mi cigarro se consume como tu
esperanza,
una noche a la vez,
un robo, asesinato o la droga
apropiándose de tus calles.
Desahucio de noche (2010) de Michael Barrantes
conduzco
solo eso
no me importa si el mundo se desmorona
junto a mí
soy un depredador y observo mi presa
lejos
en el camino
la carretera es lo único nada más
importa
el humo de las cosas (2014) de Jonatán Lépiz
un café para el dolor de cabeza
la sed imparable
el olor a cigarro encima de la ropa
una leve sordera
Resonancia Magnética (2008) de William Pérez
Entre el recibo de la alarma
y el pago del guarda en bicicleta
el fin de mes es un gancho fulminante
y la vecina no sabe aún
si invertir en un pequinés de cuido
o en el extravagante barroquismo
del alambre navaja
Para no pensar (2008) de Ricardo Marín
En TIME sigue la hambruna
de hamburguesas y ojivas
que no volvieron a reproducirse
por temor a ocasionar
una explosión demográfica en el
espacio.
Programa de mano (2008) de Guillermo Acuña
Hace calor y en la casa no hay gente.
Hace calor y las viudas se bañan
disimulando que sus ingles sufren
ansias como sus cuellos y sus médulas.
Vida Ajena (2010) Gustavo Adolfo Chaves.
Mi perra no se cansa de buscar
puertas mal cerradas
para echarse donde no le corresponde…
Dialécticas de las aspas
(2014) de Gustavo
Arroyo
El
epigonismo trascendentalista como el epigonismo nominalista no permite que el epígono
explore las posibilidades infinitas del lenguaje. Este acepta las normas de la
tendencia dominante, de modo que su lenguaje quede atado a los límites del movimiento
estético-ideológico o de la formación discursiva. Las causas del epigonismo
habría que buscarla en los talleres, en las peñas, en los grupúsculos que
forman el panorama actual (2015) de la poesía costarricense, en la crítica literaria
que ejercen las universidades, en el clientelismo poético que se origina con la
fundación del Ministerio de Cultura y la Editorial Costa Rica; así como en la
proliferación de las editoriales privadas, donde predomina el gusto de los
editores por obras con rasgos específicos; también en la formación de los poetas jóvenes
de ahora y de antes. ¿Qué leen estos poemas jóvenes? ¿Qué indagaciones sobre el
pasado hacen para cuestionar el presente? ¿Qué creen que debería ser la poesía?
¿Por qué razones escriben? ¿Para quién escriben? Las preguntas más elementales
son las más difíciles de responder porque han sido respondidas por poetas del
pasado con mayor lucidez y profundidad. Quizás por eso cuando se las hacen a los
poetas jóvenes, estos responden con ironía o sarcasmo, con un berrinche
infantil, porque son incapaces de aceptar que pertenecen a una corriente
ideológica del pasado. A diferencia de la ciencia, la gran poesía no pasa de
moda, de allí que sigamos leyendo a Quevedo, a Góngora, a Sor Juana, a Ferrán,
a Bécquer, a Kavafis, a Keats, a Pound, a Whitman, a Ginsberg, a Darío, a
Neruda, a Vallejo, a Aleixandre, a Lorca, a Lezama, a Brenes Mesén, a Estrada,
a Jiménez, a Eunice, a Picado, a Charpentier, a Antillón, a Duverrán, y a
tantos otros, que aguardan en las estanterías de las bibliotecas y librerías.
La
crítica de la poesía debe ser un ejercicio serio, no se puede simplemente decir
esto es malo y esto es bueno, esto me gusta y esto no me gusta, esto es oro y
esto basura. Debe tratar de explicar los fenómenos poéticos, sus cambios, sus
transformaciones, sus retrocesos; explorar seriamente el pasado y el presente;
explicar cuáles son las causas y efectos de los procesos culturales. Las
últimas antologías de poesía costarricense nacionales e internacionales
muestran un sesgo a la hora de describir la realidad poética, ni siquiera se
interesan por analizar las formaciones discursivas, ni siquiera son
representativas del panorama poético nacional. El epigonismo es un problema y
este artículo es simplemente su puesta en escena.