domingo, 29 de marzo de 2015

Doncella en desastre urbano

Lentamente, el día se mueve por la casa. Entra la luz en conserva y  mira la desnudez  en el espejo. La cortina respira polvo y en el taller mecánico los empleados miran Penthouse. El día se apresura a pasar por enfrente del taller, agarra sus libros y los estruja contra el pecho. Está hermoso, a pesar de la espuma del relleno y las cejas depiladas con destreza de cirujano. Se ve que hoy será su día, pues, lleva una miniseta ajustada y un jeans que modela el viento. Su figura nos recuerda otras marisquerías, otros restaurantes de fast food, otras sodas y otros cafetines. Nuestro día se topa con los top models del taller mecánico, quienes tienen las lenguas más pulcras de la ciudad, las mejor lavadas a presión y al vapor. Hoy, sin duda, será su día. Se lo dice el horóscopo, la radio a full, los pericos regresando del verano. El día está lindo de pies a cabeza, aromático y de axilas rasuradas. Limpio, como el primer día del mundo.

Ocho milímetros de fama

Estamos condenados al  éxodo fortuito,
a vernos partir y regresar como en el cine,
a blanquear nuestros dientes
con alquitrán y monóxido de carbono.

Condenados los unos a los otros,
por un desierto interminable,
por una hora que ahueca el ala,
el zapato,
las pantorrillas.
Así como así,
condenados
por usar cloro en el vodka,
por pequeños hurtos en el bosque del lobo.

Estamos como estamos,
con padres y hermanos.
botellas,
            almohadas,
                        paquidermos.

Condenados por la Censura,
a la forja de nuevos eclipses,
a la muy honorable junta de exiliados,

con palomas falsas y fósforos de seda.

viernes, 27 de marzo de 2015

Obscenamente en tierra

Crecí en un puerto,
mirando los barcos anclarse cerca de las estrellas
                                  y a los marineros estallar obscenamente en tierra.
     Adela Quirós

No conocí el mar hasta el verano,
crecí en un pueblo lluvioso,
en un infierno tropical,
con gallinas degolladas,
conejos desollados
y tepezcuintes fritos.

Me trajeron a una ciudad de risas y mendrugos,
y no vi un zopilote
hasta que la muerte bailó
sobre la ausencia de mi perro.
Para hallar las pistas de una encrucijada,
busquen un hervidero de ángeles,
un horizonte con una lámpara de pilas.

Ahora vierto el mar
sobre las máscaras,
el azul, sobre los trastos,
y la delicadeza, sobre una mesa sordomuda.
Las esperanzas pasaron por mi sueño,
pasaron años,
trompos,
lunas llenas.

Sostengo lo que soy con solo un dedo,
lo que no soy con tinta negra,
lo que pude ser con un papiro,
lo que podría ser con furia, asco y alegría.

Todo está, menos el mar.
A usted le dejo su gusto por la espuma,
la sal y la arena del reloj.

domingo, 1 de marzo de 2015

Epitafios inútiles en la obra de Cristian Alfredo Solera

La poesía de Cristian Alfredo Solera (1975) surge a finales de los años noventa con el libro Traficante de auroras (1999) después vendrán poemarios como Itinerario nocturno de tu voz (2000) Tú no sabes nada de la ausencia (2004) Ceniza (2005) La piel imaginada (2008) Criaturas imaginadas y otros poemas que mienten (2011) Poemas para no leer en tu funeral(2013)  Pertenece a lo que he venido a calificar como generación de transvanguardia, ese grupo de poetas nacidos entre 1970 y 1984, que inician sus carreras literarias en los años noventa y se consolidan en la primera y segunda década de este nuevo milenio. El concepto de transvanguardia supondría un complejo de movimientos estético-ideológicos que atraviesan la vanguardia y la postvanguardia, reutilizando las estrategias retóricas y discursivas de los sistemas estéticos anteriores. Pero no solo los penetra y desangra, sino que se mueve hacia la tradición angloamericana de preferencia, con la inclusión de otras tradiciones literarias como la china y japonesa, mediante su copia e imitación.
La práctica transvanguardista se asocia al momento anterior, que no ha abandonado el objeto artístico en pro de las nuevas tecnologías o del advenimiento a una apertura ilimitada del arte con la consiguiente muerte de las formas tradicionales.  La herencia artística de los setenta (principalmente conceptual), propone la reutilización del objeto desde distintas apuestas, que facilitan la inclusión de prácticas conceptuales. El término “transvanguardia” deviene de las artes a la poesía, marcando un sentimiento común por parte de un grupo de poetas, de clasificar un espacio de producción en el cual la Literatura encuentra un nuevo punto de fuga o quiebre con la tradición inmediatamente anterior.
Allí donde otros proponían unidad y coherencia, la transvanguardia propone multiplicidad, dispersión, colección e imprecisión, coexistencia pacífica, insisto, entre lo tradicional, el presente y las conquistas del futuro. La llamada moda retro es uno de sus productos más preciados. Descentramiento de algo que para el modernismo crítico era crucial: poner en cuestión el pasado para superarlo. Hoy parece ser que esta petición se ha archivado o cambiado por una posición acrítica casi atemporal y transhistórica.
            Sin embargo, la poesía de Cristian Alfredo Solera se encuentra dentro de la ideología estética del trascendentalismo. El trascendentalismo corresponde a una experiencia estética que busca la revelación de lo metafísico del ser humano, por medio del lenguaje poético, en medio de un mundo cada vez más desacralizado. Es conveniente aclarar que el uso del concepto "trascendental" no representa precisamente una preocupación metafísica u ontológica; ello sería adaptar la poesía a los valores y medios particulares de la filosofía. El concepto trascendental no parte en la poesía de la especulación, propia de la filosofía, sino de la vivencia trascendental conseguida a partir de la forma del poema para llegar al lector.
El trascendentalismo nace como movimiento literario en Costa Rica a partir de la publicación del Manifiesto Trascendentalista, en 1977. Sus autores Laureano Albán, Julieta Dobles, Carlos Francisco Monge y Ronald Bonilla concibieron una poética cuyo fin es ultraliterario: Incorporarse al ser, trascender la estructura literaria y convertir el poema en vivencia trascendental para llegar al lector.
Señala Ronald Campos en Breve noción estética e ideológica(2008):
 Desde mi poética y relectura del Manifiesto Trascendentalista, considero que la liberación de todo espacio interior se logra por medio de la poesía, por medio de la inevitable revelación alcanzada entre la intuición trascendental con que el poema acoge, desapercibida, la experiencia del otro y la liberación expresiva del lenguaje. En el lenguaje coloquial, la metáfora manifiesta una presencia constante. Esto se debe a que, en ocasiones, resulta imposible no usarla, porque la metáfora siempre obedece a la ineludible necesidad de expresar cuanto no posee equivalente en el lenguaje directo y conceptual.
            Después de toda esta explicación ¿Qué significa Epitafios inútiles en la obra de Cristián Alfredo Solera? La poesía de Solera hasta el momento debería dividirse en dos etapas muy claras: la primera formada por los libros Traficantes de aurorasItinerario nocturno de tu voz. En estos primeros libros gravita la influencia del trascendentalismo duro, es decir, el del uso la metáfora a ultranza, la riqueza de lenguaje y de imágenes puras, la adjetivación excesiva, y la presencia constante del yo lírico. Este hablante en primera persona singular permea la obra de Solera de manera constante,  por no decir, obsesiva.

Contemplo en tus brazos
lo acústico del sueño,
y hallo una herida
en la penumbra iluminada
de tus ojos.
Itinerario Nocturno de tu voz

            Una segunda etapa, lo constituyen libros como Tú no sabes nada de la ausencia, Ceniza, La piel que imaginada, Criaturas imaginadas y otros poemas que mienten, Poemas para no leer en tu funeral. En esta etapa, nos encontramos frente a un trascendentalismo light, es decir, se reduce el uso de las metáforas, y se le da énfasis a construcciones verbales. El poeta busca la sencillez en el lenguaje, para aproximarse a un público más amplio.

Qué es lo que me queda,
solamente hacerme una pregunta,
fumar un cigarrillo,
madrugar en tus manos
o empezar quizás desde el principio.
Tú no sabes nada de la ausencia

En esta etapa Cristian Alfredo Solera se acerca más a los presupuestos de la postvanguardia, es decir, una retórica de la cotidianidad, del uso de lenguaje coloquial, que busca generar un amplio espectro comunicacional. Además, apela a un énfasis individualista ligado con la experiencia cotidiana y el tópico amatorio. En un proceso de hibridación poética busca conciliar la estética trascendentalista de sus primeros libros con la estética conversacional.

Ayer quise escribirte un poema,
un verso descalzo que lo sorprenda todo,
una hoja en blanco en la que yo apenas subsisto.
La piel imaginada

Pienso en ti cuando jugamos a la nostalgia,
esperando ya ves
una señal en la mirada de los otros
que comienza a jugar como tontos
a la lucha libre y al sudor.
Poemas para no leer en tu funeral

En Epitafios Inútiles, Cristian Alfredo Solera, mantiene de forma obsesiva los tópicos y recursos de su poesía.  El libro está divido en dos partes: Epitafios y Caer. Un epitafio es un texto que honra a un difunto, la mayoría normalmente inscrito en una lápida o placa. Tradicionalmente un epitafio está escrito en verso, aunque hay excepciones. El nombre epitafio, epitaphium en latín, es compuesto de dos voces griegas epi, sobre, y taphos, tumba, es decir inscripción puesta sobre una tumba. Muchos son las citas de los textos santos, o aforismos. Muchos epitafios fueron escritos con algún refinamiento literario, por lo que constituyen un subgénero literario poético dentro del más general de la elegía o poema de lamento. El poema para Solera es un epitafio inútil, que no logra rescatar en toda su esencialidad esas figuras y esos fantasmas que rodean al poeta.

            En la I Parte Epitafios, Solera lamenta la ausencia de la figura paterna, la pérdida de la amada, el extravío de los actos cotidianos, de las costumbres y de las tradiciones familiares. El poeta nos muestra esa herida que lleva a cuestas, esos demonios que lo persiguen desde la infancia –paraíso perdido o infierno detestable—. El padre es un vacío  que no logran llenar las palabras del poema. La madre es una figura difusa o colérica. Ella es el alter ego del poeta, quien lo comprende y no lo comprende.  Por eso, el abandono, la separación, la huida, la desaparición, la privación, la carencia, la soledad, son temas constantes de una realidad fracturada.  O como dice el poeta:

Mejor no acabar este poema
por el que deberías mensualmente pagarme tributo,
después de todo papá
aún llevas tu ataúd a cuestas,
tu suerte de hombre dormido,
taciturno y condenado.
              De “Oración de la mañana”

            Por otra parte, el poeta “es un pequeño dios de lo inefable y lo posible”. Esta idea de un pequeño dios no tiene relación con la idea de un pequeño dios huidobreano. Pues hay en Cristian Alfredo Solera una necesidad de comunicación, de comunicación amorosa, como diría Vicente Aleixandre. La poesía es una profunda verdad comunicada. El poeta se comunica y esta comunicación es una verdad que nace de un corazón hacia otros corazones fraternos. El libro es ese vehículo-símbolo que contiene la realidad como un frasco de esencias, ideas y materias transformadas. En él construye la vida, la infancia, el amor, la muerte. Quizás por eso el poeta concluye este apartado con el poema “Libros”:

En esta soledad conservo
todos los libros que olvidé,
los que repartí armoniosamente
entre mis peores enemigos,
los que huyen como locos
hacia todas direcciones,
los que buscan un instante,
un instinto perenne
para ocultarse de las sombras.

            Esos libros no son dedicados a los amigos, sino a sus contrarios, aquellos que no encuentran un centro, un ethos, el equilibrio de un lenguaje claro y sencillo. El poeta habla de esos libros no escritos, que aún aguardan en su soledad, que sean escritos. Libros olvidados, construcciones de realidades, angustias y reclamos.
            En la II Parte Caer, es interesante el significado del infinitivo, pues significa  moverse de arriba abajo por la acción de su propio peso; perder el equilibrio hasta dar en tierra o cosa firme que lo detenga; desprenderse o separarse del lugar u objeto a que estaba adherida; venir impensadamente a encontrarse en alguna desgracia o peligro; dejar de ser, desaparecer; incurrir en algún error o ignorancia o en algún daño o peligro; desconsolarse, afligirse. En su forma de participio, el símbolo de la caída figura como metáfora de la culpa, del fracaso, o de la ruina, o incluso puede configurarse como presagio de males que van a acontecer.
            La caída tiene un sentido mítico en Epitafios Inútiles, el poema “Lilith” apela a esa figura femenina, que según el Talmud y las leyendas rabínicas es la madre de los gigantes o demonios, la primera mujer de Adán, la cual no quiso someterse a éste, para vivir en la región del aire; espectro nocturno o madre terrible. Según la Cábala, es el demonio del viernes, opuesto a Venus, y representado por la figura de una mujer desnuda cuyo cuerpo termina en cola de serpiente. Por eso, no es paradójico que en este apartado aparezca el poema “Respuesta de Adán ante los jueces”, este Adán es el hombre por antonomasia, y el padre común del género humano. Dios, al crearlo, lo sitúa en la cima de la más perfecta especie animada, tanto como prototipo terrestre como celeste. Adán es hecho a imagen y semejanza de Dios, que le adornó de la gracia santificante y de la integridad, como cabeza de la humanidad, pero perdió esta cualidad por culpa de su pecado. O como dice el poema:

Que ya no escucho lamentos
ni extrañas recomendaciones,
y que tampoco la miro entre mis sueños
ni en mitad de los escombros
que aún florecen en mi espalda,
por estar de nuevo condenado
al mismo paraíso que otra vez
sin darme cuenta,
                      por culpa de ella,
ya había perdido en la manzana.

En la poesía de Cristian Alfredo Solera, hay una necesidad de comunicación, de comunicación amorosa, como diría Vicente Aleixandre. La poesía es una profunda verdad comunicada. El poeta se comunica y esta comunicación es una verdad que nace de un corazón hacia otros corazones fraternos. El libro es ese vehículo-símbolo que contiene la realidad como un frasco de esencias, ideas y materias transformadas. La poesía es un acto comunicativo entre dos o más seres humanos; es un acto terriblemente humano. En Epitafios inútiles, Solera es un poeta que no cambia, no se transforma, sino que  nos revela su humanidad, una humanidad que se desplaza de lo celeste a lo terrestre, de lo terrestre a lo infernal. El poeta es un hombre que desnuda sus sueños, sus ambiciones, sus fracasos, sus heridas, sus recuerdos. Nos deja penetrar en su mundo que constantemente destruye  y renace en el seno del poema.

REFLEXIONES ACERCA DE LA ANACRONÍA POÉTICA EN LA POSTVANGUARDIA Y TRANSVANGUARDIA

  El anacronismo es uno de los problemas que más interés ha suscitado en mi mente, quizás, porque la literatura acontece en el tiempo sin to...