domingo, 25 de diciembre de 2016

LOS ORÍGENES DE LA POESÍA COSTARRICENSE: VERGÜENZA, MENOSPRECIO Y OLVIDO.

"La literatura costarricense nace bajo el signo del realismo porque la condición de insularidad no permitía gran capacidad para la imaginación”.
Alfonso Chase

            El nacimiento de la poesía costarricense está signado por la vergüenza, el menosprecio y el olvido. No hay otros países ni otros ambientes poéticos que exhiban estos rasgos con tanta violencia y terquedad. Siempre sorprende la facilidad con que los poetas jóvenes desprecian a los poetas viejos, como poetas contemporáneos se ningunean entre sí, como los poetas académicos −encerrados en sus burbujas− dictan cátedra a una realidad que los ignora del todo. La poesía costarricense no tiene un principio épico ni siquiera heroico. Nace de la necesidad de mostrarse al otro, llámese europeo o extranjero, demostrar que en el suelo patrio los costarricenses son capaces del cultivo de las bellas letras. Máximo Fernández en su prólogo a la Lira Costarricense señala que una revista extranjera  dijo que en Costa Rica no se cultivaba la poesía, sino únicamente el café. Por esta razón, se propone dar a conocer los trabajos de los que han rendido culto a las musas. Algunos textos conservan una clara influencia romántica en los metros e imágenes así como en los temas amorosos, los políticos o los dedicados a cantar el terruño. Hay también epitalamios, coronas fúnebres y poemas escritos en álbumes o dedicados a señoritas de la sociedad (Rojas y Ovares, 1995:35). La Lira costarricense se adhiere a un romanticismo sentimental tardío; explora, principalmente, la vertiente egotista de un yo que aborda el mundo y su conciencia desde una perspectiva sentimental e intuitiva. Estos rasgos condenarán el libro al olvido, debido a que provoca la vergüenza y el desprecio de filólogos e historiadores.
La historiografía es unánime en considerar la Lira costarricense como la "primera antología de poesía del país" (Rojas y Ovares, 1995: 35). Pero también es unánime en considerar que su valor es documental o histórico más que estético. El interés de este libro es informativo, más que artístico, pero representa el primer punto de partida conocido y (de) las características propias de la poesía costarricense. Priva en la mayoría de las poesías una tonalidad postromántica atenuada, en la que, sin embargo, no aparece el sentimiento de la naturaleza y en la que predominan las influencias de Zorrilla y Bécquer. (Bonilla, 1967: 191-2). Tiene importancia histórica porque reúne allí las primeras composiciones poéticas de nuestra vida independiente (Sandoval de Fonseca, 1978: l39). La Lira costarricense fue así un catálogo que cumplía además el objetivo de reproducción y conservación de documentos. Este primer esfuerzo de constitución del acervo lírico propio coincidió, además, como en el caso de la narrativa, con la necesidad de dar a conocer el país en el exterior. (Rojas y Ovares, 1995: 36)
Un aspecto interesante es la actitud que tienen los poetas de la Lira costarricense  hacia sus primeras obras poéticas. La idea de que toda obra juvenil es necesaria de borrarla y olvidarla de la propia bibliografía es un rasgo que persiste en toda la producción lírica costarricense. Aun en el siglo XXI, se escucha decir a muchos jóvenes y viejos que sus primeros poemarios son innombrables como en el caso de Gustavo Solórzano Alfaro: Yo los calificaría como menos que pésimos. Son una porquería infumable. Para colmo de males son imitaciones trascendentalistas torpes, ejecutadas con las patas, como la mayoría de estos bodrios (Solórzano, 2016). Estas actitudes no son nuevas en los poetas costarricenses. Cabe destacar el papel desempeñado por los propios poetas de la Lira, a la hora de evaluar lo que para muchos de ellos serían trabajos de "juventud" o "ejercicios iniciales", por lo cual funcionaría aquí una especie de autocensura. Esto explicaría las posibles motivaciones para no reeditarlos, por sus implicaciones para el prestigio del escritor y, por lo tanto, el temor, tal vez, de que dañasen la imagen de marca de un autor serio e interesado, luego, en problemas nacionales o estrictamente académicos (Gagini) o en escribir novelas con un interés social, como en el caso de Cardona. Entonces, el conocimiento de la existencia de poesías "amorosas" y "circunstanciales", que entraban en el ámbito de lo accesorio, perjudicarían esta integridad del escritor; por ejemplo, en el prólogo de Vagamunderías, Gagini califica sus poemas "como pasatiempos" reflejándose así su percepción descalificativa por esta producción, pues el propio Gagini "no se considerará poeta de oficio, sino versificador ocasional casi como entretenimiento" (Acuña, 1986: 51). La censura y la autocensura han sido las causas de este desprecio y olvido que tienen los críticos y los propios poetas sobre la poesía costarricense.
El romanticismo en América Latina tiene importancia a partir de la primera mitad del siglo XIX; en Costa Rica se conoce aún más tarde. La primera publicación importante de poesías, en la que ya se pueden señalar algunas formas características del movimiento, es la Lira costarricense, colección antológica de poetas nacionales, que recopiló y prologó Máximo Fernández y cuyo primer tomo aparece en 1890; un año después el segundo tomo. En el momento en que se publica este florilegio, ya en el resto de América Latina el romanticismo va declinando, ha entrado en una corriente sentimental, que intenta conmover al lector e imponer un predominio de lo subjetivo. El paisaje se ha idealizado lo suficiente como para anunciar los valores regionales que harán triunfar el costumbrismo de sabor local (Acuña, 1986: 45). Las vigencias románticas que mantiene la poesía, y no sólo de él, sino de otros poetas costarricenses como Justo A. Facio, Fausto Pacheco, Luis Hine, etc. evidencian la presencia del romanticismo en las letras costarricenses, aunque como se ha señalado reiteradamente, con bastante retraso. En el resto de América Latina, más o menos en 1867, el movimiento ha perdido fuerza (Acuña, 1986, 52)
Los poetas costarricenses de todas las épocas −hasta el día en que escribo estas líneas− se han sentido avergonzados por el origen de nuestra poesía. Quizás, por esta razón, siempre están más atentos hacia lo que viene de exterior que hacia lo que nace en el interior de nuestra literatura. La vergüenza es un rasgo que marca la idiosincrasia de muchos de nuestros poetas. La mayoría desprecia o ignora la Lira costarricense; escribe a partir de las estéticas que surgen en otras regiones, sean latinoamericanas o anglosajonas, cree en la ruptura, en el parteaguas, en el crack poético. No se dan cuenta que son simples calcos sin imaginación de lo que se inventa en otros territorios. Vergüenza, desprecio y olvido se convierten en una constante del ser poético costarricense. Vergüenza de la copia, del calco, del plagio, del pastiche. Desprecio de todo poeta o poetisa que no ha sido mitificado. Olvido de lo que se hace y de lo que se ha hecho. La telaraña que se teje con estos sentimientos oculta nuestro miedo al origen y nuestros intentos por lograr la individuación.
En Costa Rica, nunca ha existido el gran poeta, el poeta-monumento. Ese que en otros países los poetas pueden vituperar, enfrentar y desmitificar. Ese poeta que hace saltar las fronteras de la lengua y de la estética. Ni siquiera Aquileo J. Echeverría, Lisímaco Chavarría y Roberto Brenes Mesén pueden ser considerados clásicos de la poesía costarricense, porque nadie los lee ni los estudia. Ningún poeta se atrevería a afirmar que son sus poetas de cabecera, o que han tenido alguna influencia en su trabajo poético. El poeta monumental aún no ha nacido, y cuando miramos hacia el pasado solo podemos sentir la vergüenza de un origen muy humilde, de un origen marcado por la imitación, la copia y el calco. Aun así, nunca hemos adentrado en el romanticismo costarricense. Este movimiento estético como en otras regiones de Latinoamérica es resultado de la copia de autores europeos, y en el caso de Centroamérica, de escritores mexicanos y suramericanos. Los poetas incluidos en la Lira costarricense en su mayoría son simples calcos de ese romanticismo que nos viene del exterior. No son poetas profesionales ni siquiera estetas, son aficionados a la poesía. Un muestrario de estos poetas nos daría una imagen clara de por qué los poetas costarricenses y los críticos literarios se avergüenzan del nacimiento de nuestra lírica.
Rafael Carranza fue un poeta de una obra mínima, su poesía de carácter burlesco recuerda las composiciones de Francisco de Quevedo. Toda su obra aparece en la Lira costarricense.

RAFAEL CARRANZA (1840)

EPIGRAMAS

He visto el gato y el ratón
Durmiendo en el mismo lecho;
Pero nunca en lazo estrecho,
La fuerza con la razón.
            ……….
−Viene usted muy educado.
¿Habla usted inglés?
−Yes,
Y traigo el cuello parado.

            Venancio Calderón fue un poeta cartaginés, sus poemas acusan la influencia de la poesía romántica española. Según Abelardo Bonilla, no tuvo estudios literarios.

VENANCIO CALDERÓN (1844)

LA MAÑANA

¡BELLA, espléndida mañana!
¡Cómo cautivan tus galas
Cuando tímida resbalas
Sobre la verde sabana!
En las selvas hay aroma,
En el vergel blanda brisa;
Hay en los cielos sonrisa,
Y arrullos en la paloma.
Y el ave de dulce trino
Que canta de rama en rama,
Hija del cielo te llama
En su lenguaje divino.

            Pedro Jovel es un poeta josefino. Orientó su propia producción poética hacia un romanticismo exaltado, pletórico de ritmo, color y fantasía. Acusa la influencia de Espronceda en su búsqueda de una libertad personal.

PEDRO JOVEL (1851)

IMPROVISACIÓN

Me ausento ya! –La voz de mi destino
−“Anda, me dice, sin parar jamás;
Nunca tendrás descanso en tu camino,
Nunca un alivio, nunca encontrarás.”

Me ausento ya!−Mi corazón herido,
Que en otro tiempo alegre palpitó,
Hoy solo exhala un fúnebre gemido…
Que ya mi dicha para siempre huyó!

Me ausento ya!−No guarde tu memoria
Otro recuerdo de tu amigo ya,
Que el de la triste y dolorida historia
Que el alma suya torturando va.

Me ausento ya!−Del férvido océano
Las turbias ondas pronto cruzaré,
Y allí en la nave con mi vista en vano
A mis amigos, triste, buscaré.

Me ausento ya!−Si el patrio suelo un día
Vuelves libre y feliz a contemplar,
Busca la tumba de la madre mía,
Y allí por su hijo llega tu a llorar.

Me ausento ya!−Despedazado el pecho
Por mi terrible, mi mortal dolor;
Nunca, jamás, bajo el paterno techo
Tranquilo latirá mi corazón.

Me ausento ya!−Y en climas extranjeros
En vano buscaré la dulce paz,
En vano días dulces, placenteros
Y delirios de amor…¡Me ausento ya!

            Graciliano Chaverri fue un poeta herediano, sus poemas aparecieron en periódicos católicos. Su poesía muestra la influencia del modernismo mexicano.

GRACILIANO CHAVERRI (1854)

TUS OJOS

TODO en ti me enamora y me fascina:
Tu seductora faz americana,
Tu talle y tu figura soberana,
Tu deslumbrante cabellera ondina.

Tu voz –que de tu boca purpurina
Como cascada bullidora mana−
Y esa esbelta arrogancia de sultana,
Que es de una Venus la actitud divina.

Mas nada, nada en mi entusiasmo tanto
Me admira de tus gracias y me asombra,
Como tus ojos en que amor destilas:

Que el mismo Dios por aumentar tu encanto,
En forma de astros condensó la sombra
y los puso en tus ojos por pupilas…

            Félix Mata Valle fue un poeta cartaginés, su poesía de rasgos neoclásicos y románticos, apunta a la influencia de Avellaneda y de los clásicos del Siglo de Oro.

FÉLIX MATA VALLE (1857)

EN LA SENTIDA MUERTE DE LA NIÑA ELENA ARAGÓN

A un abrigaba un cariñoso nido
Sus amores de niña dentro del pecho;
Y guardaban los ángeles su lecho
Como sus sueños de candor vestido.

Pero asomó a sus ojos no dormido
Su espíritu: un guardián violo, en acecho;
Lo arrebató, y en el sidéreo techo
Un astro nuevo apareció encendido.

Está de entonces el hogar de duelo;
Mas en las noches un lucero brilla
Sobre el hogar desde el tranquilo cielo.

Recuerdo de la niña sin mancilla,
Que, al trocar por la de ángel su existencia,
Cedió la forma−conservó la esencia.

            David Hine fue un poeta de origen norteamericano. Su obra poética solo se recogió en la Lira costarricense. Acusa también la influencia del romanticismo, sobre todo, de Gustavo Adolfo Bécquer.

DAVID HINE (1858)

SENSITIVA

        ¿POR qué me miras así?
        ¿Y eso te causa sonrojos?
Oye, niña, si mis ojos
No se están fijando en ti.
        Y qué es lo que observas, pues,
con tan ardoroso anhelo?
        Estoy contemplando el cielo,
De tus ojos al través.
        ¡Ves el cielo!... con razón…
        Y tú dí, ¿por qué suspiras?
        Es que cuando el cielo miras
Me palpita el corazón!

            Justo A. Facio es uno de los principales poetas de su época. Sus versos pertenecen a la escuela clásica, si nos atenemos al movimiento modernista que hace del ritmo un vasto campo para la melodía silábica.

JUSTO A. FACIO (1859)

MADRIGAL

AY! es verdad, comprendo con despecho
Que la pasión volcánica encendida
Por tus ardientes ojos en mi pecho,
Ya intensa no derrama
En los campos marchitos de mi vida
Las rojas ondas de su luz febea,
Ni ya con viva llama
Mi envejecido corazón caldea.
Mas no extinguido el férvido arrebato
Quieras airada y triste
Apostrofar mi corazón de ingrato:
Muda la forma, sí, pero la esencia
A la invasora destrucción resiste,
Y si hoy en mi indiferencia
Tu ciego enojo y tu dolor provoca
Recuerda, hermosa mía,
Que si la lava del volcán se enfría
El tiempo luego lo transforma en roca.


            Juan Diego Braun perteneció a la escuela romántica de su época. Sus poesías se caracterizan por su corrección clásica. Se le consideró un imitador de la melancolía becqueriana.

JUAN DIEGO BRAUN (1859)

IMPOTENCIA

Corre la nave por el ancho océano
Tal vez perdida y con el rumbo incierto,
Sobre un abismo de insondable arcano
Y bajo un cielo de terror cubierto;
Mas vuela audaz sobre el peligro insano
Y llega al fin al suspirado puerto;
Mientras el alma, si feliz navega,
Al puerto que ambicionan nunca llega.

            Luis R. Flores fue gobernador de Heredia. Su producción poética es escasa, como escrita al margen de su vida. Acusa influencias del romanticismo, en particular de Campoamor. Sus poesías tienen la pureza de los versos virgilianos y el ambiente de los campos de su patria, a la que ha cantado en estrofas sencillas y llenas de galanura.

LUIS R. FLORES (1860)

ANHELO

HACERTE un verso quisiera
Dulce, melodioso y suave,
Que al oírlo pareciera
Alegre endecha de un ave
Que canta en la primavera.

Pero ¡ay! que en la pena mía,
Que me ha robado la calma,
Despiadada llena, impía,
De sombras mi fantasía
y de lágrimas el alma;

Ya nada me inspira ni encanta
A mi alma sollozadora,
Que en mi noche si aurora
No soy alondra que canta,
Soy un torcaz que llora.

Pero ¡ay! si en mi honda aflicción
Quieres de una arpa armoniosa,
Escuchar la vibración,
Dame tu amor, Delia hermosa,
Y enciende mi corazón.

            El poeta Alfaro Cooper escribió versos melancólicos y amatorios. La factura de sus versos es de corte clásico, un poco arcaico. No es Alfaro un seguidor del modernismo, expresa su poesía en versos sencillos y sin alarde. Se revela como un poeta idealista, animado por una visión celeste.

JOSÉ MARÍA ALFARO COOPER (1861)

No hay flores en la pradera,
Ni cisnes en la laguna,
Ni estrellas que miren pálidas
Sobre la bóveda oscura.
Los sauces del cementerio
Inclinan sus ramas mustias,
Y los pájaros nocturnos
En la sombra se saludan;
El ángel de las tinieblas
Habita las anchas grutas,
Y duerme la inmensidad
En una calma profunda,
Como duerme entre mi pecho
El horror de mis angustias.
Mas si la calma engañosa,
En silencio me tortura,
¿Qué será cuando se agite
La tempestad de mis dudas?
           
            Don Jenaro Cardona ha cultivado el difícil arte de la poesía y ha logrado realizar algunos bellos poemas como “La caída del árbol”, “La quema” y el “Canto Épico a don Juan Rafael Mora” Una virtud suya es el regionalismo. Aquí, donde tanto se alejan los artistas del motivo costarricense, es muy estimable su dedicación de cantas las cosas de nuestra tierra.

JENARO CARDONA (1863)

SU PAÑUELO

CUANDO aspiro su perfume
Con éxtasis y embeleso
Me parece en mi delirio
Respirar tu suave aliento;

De noche cuando me envuelve,
La aflicción entre sus velos
Y miro abrirse en mi alma
De la duda abismo negro,

Lo acaricio entre mis manos
Con él en mi frente refresco
Y lo dejo entre sollozos
De mi angustia el triste peso.

Y así cuando tanto sufro
En mis horas de hondo tedio,
Cubro con él mi semblante
Y pensando en ti me duermo.

            Carlo Gagini fue, ante todo, un filólogo. Como poeta, es sincero y reflexivo, no se preocupa de que se diga en sus versos sino lo que él piensa.

CARLOS GAGINI (1865)

FELICIDAD

Una choza perdida entre los árboles,
Un cielo sin tormentas y sin nieblas,
Un mar que, sosegado, la alta roca
Con sus olas de plata bese apenas;
Una vida sencilla e ignorada
Sin males, si cuidados y sin penas;
Una mujer amante y cariñosa
Que nuestro hogar en un edén convierta:
Tal es, Juan, aunque rústico me llames,
La dicha más completa de la tierra.

            Emilio Pacheco fue el poeta más romántico y rebelde de los que aparecieron en la Lira costarricense. Su poesía, aunque dentro del romanticismo, sus versos se apartan de la realidad negra, son el reflejo de un mundo fantástico, en que ella se convierte en esclava que maneja a su antojo el artista, según las exigencias de su imaginación. La abstracción idealista es el punto sobresaliente de los versos de Emilio, en los cuales se notan los calientes tonos de la música romántica, el majestuoso estilo, grave, rotundo, distribuido en amplios y bien concentrados periodos.

EMILIO PACHECO COOPER (1865)

A LA SEÑORITA M.B.G

Fugaz ondina
Del mar Egeo,
Ambiente puro del florestal,
Nube dorada,
Incienso, luz,
Onda irisada
De lago azul
Y blanco lirio del manantial,
Eso eres tú.

            Aquileo es nuestro genio típico, nuestro poeta por excelencia, en sus versos refleja el alma campesina del país. Cultivó con genio singular la copla y el epigrama, con su musa chispeante y picaresca.

AQUILEO JIMÉNEZ ECHEVERRÍA (1866)

A UNA NIÑA

EN la montaña el roble majestuoso
Se levanta altanero,
Sin temer la tormenta ni los rayos
Ni el huracán devastador y fiero.
Y sin embargo, cede ante los golpes
Del hacha de un labriego.
Tan fuerte como el roble es mi alma, niña:
Ni el rayo la amedrenta,
Ni oscila ante el abismo,
Ni cede ante el furor de la tormenta…
Y sin embargo, tiembla acobardada
A la apacible luz de tu mirada

¿Es la Lira Costarricense  un libro sin valor estético? Ese parece ser el juicio histórico y filológico. Los intelectuales de finales del siglo XIX y principios del siglo XX se dedicaron a construir la Costa Rica simbólica: realismo-costumbrismo versus romanticismo. La literatura realista se impuso para construir el modelo arquetípico del ser costarricense. Los campesinos blancos, trabajadores, honrados y europeos se impusieron en la imaginación nacional, frente a otros grupos étnicos. El sentimentalismo, el cosmopolitismo, la rebeldía, el egotismo romántico, eran rasgos indeseables para construcción de la identidad nacional. La Lira costarricense era solo un libro para mostrar que se escribía poesía dentro de nuestras fronteras. Los autores que se adhirieron al realismo-costumbrismo abjuraron pronto del romanticismo. Se impuso entonces la idea de que toda obra juvenil es deleznable, mientras que la obra escrita por un poeta en la madurez es perdurable. Los poemas que aparecen en la Lira costarricense solo poseen interés para el lector extranjero, pues en el suelo patrio se impone el nacionalismo, el arte queda sujeto a la representación del ser costarricense.
Otro problema que aparece con los poetas de la Lira costarricense es que muy pocos logran publicar libros de poesía o los publican en plena madurez, cuando otras estéticas se han ido imponiendo en el panorama literario latinoamericano. Félix Mata Valle (1857)  publica Brisas del Irazú (1915) Justo A. Facio (1859), Mis versos (1894) José María Alfaro Cooper publicó Poesía (1913), Viejos moldes (1915) Al margen de la tragedia (1923) La epopeya de la cruz (1924) Cantos de amor y poemas del hogar (1926) Ritmos y plegarias (1926) Orto y ocaso (1936) Emilio Pacheco Cooper (1865) Idílicas (1900) Aquileo Jiménez Echeverría publica Romances y Misceláneas (1903) Concherías (1905) El gran polígrafo de esta generación es sin duda José María Alfaro Cooper, aun así, es imposible encontrar sus libros en las librerías de Costa Rica del siglo XXI. Solo existe una razón, los filólogos, semiólogos, sociocríticos y demás expertos en literatura sienten una vergüenza universal. La poesía de estos poetas es una afrenta a toda la comunidad de bardos y críticos literarios costarricenses. En ninguno vate del siglo XIX, se revela el artista monumental. La turbación del ánimo es monumental, persigue a cada poeta costarricense, cuando se sienta frente a la hoja en blanco.
Nuestra vergüenza es un sentimiento que pretende ocultar los defectos de la Lira costarricense. Sabemos que, si se leyera, podría provocar el rechazo de los lectores. De esta manera, la vergüenza nos lleva a esconderla en las academias de literatura, a caer en un exceso de autocrítica para minimizar la crítica destructiva o el rechazo de los demás. Las críticas que recibimos o tememos recibir y la vergüenza que sentimos activan nuestro sistema de amenaza/protección. Vemos en muchos poetas jóvenes y viejos como la autocrítica es una conducta verbal que trata de evitar la crítica exterior, ya que solo puede aceptar la opinión de los lameculos. La autocrítica lleva implícita una autoexigencia de cambiar, de tratar de ser mejores que nuestros antecesores. Pero, generación tras generación, la poesía de Costa Rica no logra despegar. Ni siquiera cuando nuestros autores publican en editoriales extranjeras respetables, logran el aprecio de la comunidad de poetas, debido a que los poetas editores y académicos alimentan su ego con las críticas de los lamesuelas.  
La vergüenza que sentimos por nuestro pasado poético o por nuestras obras juveniles nos lleva al desprecio como una intensa sensación de falta de respeto o de simple aversión frente a obras poéticas anteriores. Este sentimiento nace con la publicación de la Lira costarricense, pues en ella se nos revela la identidad de nuestra poesía. El rechazo por esta antología y por las subsiguientes obras poéticas es el principal rasgo de la historia de la poesía costarricense. No hay poeta ni crítico literario en suelo patrio que afirme las cualidades poéticas de las generaciones pasadas. El desprecio por la Lira costarricense se origina de la profunda insatisfacción, de un sentimiento de inferioridad frente a otras tradiciones poéticas. Los críticos literarios de las academias de literatura utilizan su poder y su autoridad para desvalorizar, descalificar y hacer parecer inferiores a sus antecesores y a sus contemporáneos. Esta práctica tan común en nuestras letras, gracias a las redes sociales, ha sido llevada al extremo del ridículo. Pues, se dedican a escribir crítica subjetiva, a hacer encuestas, donde solo participan un minúsculo círculo de lectores y de amigos, y cuyo único fin es dar valor a sus prejuicios. La mayoría de las veces son pobres poetas jóvenes adoctrinados con las novedades europeas y norteamericanas.
Del desprecio histórico y estético por las obras del pasado, todo desemboca en el olvido. La herramienta más poderosa de las academias de literatura costarricense se alimenta del silencio. Un silencio voluntario, reflexionado, diabólico. Solo es digno de saltar la muralla del silencio, aquellos poetas que reciban el título de poeta nacional, o aquellas poetisas y cantautoras que en un arrebato de superioridad individual logren expresar su desprecio  olímpico por el arte patrio. El olvido es un acto voluntario, nuestros poetas y críticos literarios olvidan su pasado porque sienten vergüenza y desprecio, porque creen que entre  la multitud de poetas que escriben, escribieron y escribirán, no existe ni siquiera uno que sea posible valorizar o imitar. De esta manera, vivimos en un continuo presente, huérfanos, sin raíces, si conocer nuestro origen ni aquello que nos hace diferentes de otras tradiciones poéticas. Los lameculos y lamesuelas pululan en las páginas de los periódicos nacionales, por los blogs, las revistas electrónicas, los festivales, las cantinas, las redes sociales. Hacen gala de su ignorancia, de un clientelismo atroz y político. El elogio, el aplauso, la palmadita a la obra recién escrita, la apología, son sus armas, para tratar de convencer a los lectores que ha nacido la nueva poesía costarricense. ¡Pobres ilusos sietemesinos!

La poesía costarricense tomó forma en 1890, nos guste o no, su tránsito ha estado constantemente signado por la copia, el pastiche, la imitación. Rasgos que ciento veintiséis años después seguimos repitiendo, porque nos ignoramos unos a otros, porque ignoramos nuestro pasado, y continuamos escribiendo desde un presente que ya pasó en Europa y Estados Unidos y Suramérica. Si los poetas costarricenses pudieran regresar sobre la escritura de sus antepasados, quizás podrían escribir algo realmente nuevo, y no seguir haciendo meras copias de una poesía que se agotó hace treinta años en el extranjero. Releernos y repensarnos es una tarea que aún no ha comenzado, que es necesario que comience, para no seguir repitiendo como loras, lo que ya se ha escrito infinitamente mejor en otras latitudes.

1 comentario:

  1. Qué grata lectura. Me pregunto si esa falta de reconocimiento "hacia adentro" ha sido sustituida por un reconocimiento "hacia afuera" como mecanismo de canonización.

    Saludos!

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