Es cierto.
Por tu culpa.
Por tu gran
culpa,
bajaron a las
calles,
a los puertos,
a las cantinas,
a los prostíbulos,
como una manada
de payasos o zombies,
con soundtracks
y hoteles de paso,
con
mastubatorios y mingitorios,
con risas de
afeitar.
Bajaron del
Olimpo, aunque nunca conocieron el Olimpo,
más bien,
descendieron de su burguesa bajura,
a cazar basureros
y mastodontes,
a curtir el
cuero de los matamoscas y los catres,
a decir que la
poesía no sirve para nada,
a decir que esto
es poesía,
que la poesía
murió
en la grotesca
podredumbre de sus covachas,
a mirar los
barrios con el mismo desprecio
de los aristócratas
y los comediantes.
Así, de esta manera,
despreciaron los
castillos y las catedrales,
los laberintos y
los anagramas,
para reírse a mandíbula
suelta de los lectores,
con piruetas y carcajadas,
con el poema-chiste
y el poema-objeto.
Es cierto,
los poetas
bajaron de su montaña rusa,
de su torre de marfil
y ébano,
de su templo de albas
y gargantas,
de sus endechas paradisiacas.
Pero, gracias a ti,
volverán a subir
por ascensores, escaleras, cuerdas,
buscando el aire
azul y frío de la noche,
buscando esa región
en que la muerte
se trasparenta con
los sueños.
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