Me incorporo a esta ciudad llameante, digo este cielo azul algún día tendrá un filo gris. Algún día, el amanecer, que nos espera en el próximo cinema, será cortante como un cuchillo de cocina. Algún día, esta larga espera se verá envuelta en la sangre de mis nobles conciudadanos, la sangre que llena los hoteles, rebasa las calles inundadas de espejos, y arrasa todo drenaje y astrología. En esta ciudad, que acabo de llamar amada, donde todo supura liquen, hollín y quemadura, pondrá su pie la belleza muerta, y seremos felices como los niños que se deleitan haciendo arder hormigueros y arañas. En esta ciudad que nos vio fornicar hasta el hastío, seremos felices cazando a nuestro prójimo, nuestro prójimo nos dará el sustento necesario, para abrazar la vida eterna, cristianamente hablando, desde luego…
de Corriente subterránea (2004-2010)
Una ciudad terrible, como lo son las grandes ciudades hoy en día. Por más sutil que sea la prosa poética, el dolor y la sangre lo impregnan todo.
ResponderEliminarSaludos desde México.
Muchas gracias, José Manuel, tenés razón, es una ciudad sangrante, como muchas de Latinoamérica.
ResponderEliminarUn abrazo fraterno
Cuando el mar vuelve del otro lado, trae los pies con otros zancos. Y así mantiene el contagio de un corazón ahuecado. Sombra ocupa el sitio exacto, con el peso nivelado...
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