domingo, 23 de enero de 2011

Paseante de la eternidad

Caminé largo tiempo por calles desterradas.
Miraba y en el mirar hallé
la finura de la mariposa
sobre una piel dormida.

El alumbrado público teñía las sombras
de una levedad confusa,
mientras el viento agitaba sus alas
de dragón soñoliento.

Caminaba por calles desiertas,
tendidas de un lado al otro de la ciudad,
y de pronto, se evaporaban en densas nubes
de cristal o lascivia.

En una de esas calles,
descubrí el placer de mirar a los ángeles,
a las madonas y vampiros.
La mirada recreaba cielos desnudos,
amándose en la oscuridad.

El deseo se derramaba
con un aroma agridulce
de perfume barato,
como aquel que exhalaba mi sombra,
de pronto, sorprendida.

de Corriente subterránea (2004-2010)

4 comentarios:

  1. A veces considero que la calle es una región para recrear, y cuando más hay penumbra, vale la pena contar lo vivido.
    Un abrazo fuerte :)

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  2. Gracias Diana: Por pasar por aquí, sí la noche es un mundo extraño y maravilloso a pesar de la luz.
    Un abrazo

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  3. Caro Cristian, belo enredo, ótimo ritmo. Parabéns. Abraços, Pedro.

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  4. Pupila que todo lo transforma, sensibilidad que todo lo asimila. Un poema que aprehende hasta el perfume con el que se asimila el paisaje personal e intransferible. Muy logrado el remate con los últimos versos.

    Un placer leerte, amigo.

    Un abrazo.

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