Crecí en un puerto,
mirando los barcos anclarse cerca de las estrellas
y a los marineros estallar
obscenamente en tierra.
Adela Quirós
No conocí el mar hasta el
verano,
crecí en un pueblo lluvioso,
en un infierno tropical,
con gallinas degolladas,
conejos desollados
y tepezcuintes fritos.
Me trajeron a una ciudad de
risas y mendrugos,
y no vi un zopilote
hasta que la muerte bailó
sobre la ausencia de mi
perro.
Para hallar las pistas de una
encrucijada,
busquen un hervidero de
ángeles,
un horizonte con una lámpara
de pilas.
Ahora vierto el mar
sobre
las máscaras,
el
azul, sobre los trastos,
y
la delicadeza, sobre una mesa sordomuda.
Las esperanzas pasaron por mi
sueño,
pasaron
años,
trompos,
lunas
llenas.
Sostengo lo que soy con solo
un dedo,
lo que no soy con tinta
negra,
lo que pude ser con un
papiro,
lo que podría ser con furia,
asco y alegría.
Todo está, menos el mar.
A usted le dejo su gusto por
la espuma,
la sal y la arena del reloj.
No hay comentarios:
Publicar un comentario