viernes, 25 de junio de 2010

Poemas de Modelo T (antología personal) de Alfredo Trejos

Los poemas publicados pertenecen a la antología Modelo T de mi queridísimo amigo Alfredo Trejos.
de Carta sin cuerpo (2001)
2

Le atribuimos al amor la noche y la venganza, la pretenciosa cordura, la inasible vida. La madurez del tronco de la niebla, la deducción infame de los puertos, la pavorosa ventana, la respiración de las caballerizas, la noción anónima del nunca. No sabemos describir otra suerte de misterio. No tenemos cura: es la mujer anticipada, el lapso y no la lumbre, la bendición y nos los hechos; el relevo, la lentitud, mi muro, mi causa: yo.
Nada más que miniaturas crueles y portentos ficticios. El pozo resultó ser el amor. Y el agua fue de bronce en otra agua. La conspiración, la noche y la venganza, son infiernos míos, abundantes decorosos. El amor, desde una ilesa cercanía, desde una cómoda carencia, me hace ver el mundo contra el que se ha roto.

Tratado

Cerramos bien las tiendas, el atolón del pobre, el mediodía. De algún modo consentimos el tiempo y la paloma, la multitud, la voz, el calambre, la suerte. Vemos bien la arena y la noche y la común indumentaria de la mosca y no esperamos nada


6

Es la soledad que le corta la circulación a las almohadas. La soledad que se desmaya en un sombrero. La que se desmaya en el oído medio de los locos. La que no se queda en su lugar como sí lo hacen la oreja y la lluvia. La soledad que flota junto a los muebles del cuarto. La soledad oscura y firme de tanto colgar una pared donde no hay nada.

De Arrullo para la noche tóxica (2005)

Tríptico I

(El Mutilado)

...recordando a Gabriel Ferrater.
Aún mis días son restos de enormes muebles viejos,
anoche “Dios” lloraba entre mundos que van
así, mi niña, solos y tú dices: “te quiero”...

Pablo de Rokha

I

Ella está de paso.
Siempre ha sido así
y así conviene que sea.
Es decir menos a gusto
con las manos tibias y los besos
inconforme impuntual y equívoca
petulante aparición en el marco de la puerta
ella con la tarde
ella con los puentes
y las luces del infierno
de cualquier forma ella con el color de un parpadeo
sentencia de los ojos y enjambre revelado.
En las cortes del humo , ella miente:
se acusa a sí misma de estar muy lejos.

II
En una noche dio su sangre por mis dudas
y tomó el bello sabor de la demora
llegó hasta el fondo cocinado de la tierra
hablaba en serio cuando hablaba de dejarme
solo en una silla cara a cara con la muerte
hablaba en serio pero besaba más
y bailaba más el paso roto de su última silueta contra el muro
Ella de algún modo consiste en el olvido.
La amenaza. La lección.
Casi recuerdo.

III

Algunas veces el corazón
se siente igual
que un clavo suelto bajo la alfombra
bajo un tapete
que ya no sujeta nada
y sin embargo
sigue ahí.

de Cine en los sótanos (edición parcial en Modelo T)

Del mejor cine casero: atribuible al whisky Widowmaker

Es hora de defender la soledad. De defender la soledad tan bien como se defiende la soledad de Buffalo Bill aunque esté enterrado desde hace mucho en Montana o en no sé dónde. Esto es lo fascinante: el hombre puede morir pero su soledad queda en este mundo como un intocable depósito bancario. Este mundo es una bóveda de esas que ya no se fabrican, malignamente poseída por enervantes combinaciones. Armada sobre fajas de acero, cocida en toneladas de fundente. La victoria de la soledad es un bello enigma. La soledad es enorme, pero siempre hay un rastro. Cualquier hombre sabe que la soledad se debe cruzar a gatas.
No hay mucho qué explicar. A veces siento que mis pulmones crujen como porcelanas viejas en las que han servido un poco de helado. A veces me digo: “no me tumbará el alcohol, no me serenaré por un golpe de fortuna, no adiestraré a mi perro para que luche con contrabandistas, no comeré un rábano más en lo que me queda de vida, no destriparé más pescados en las vías férreas ni en las colas de los bancos”…
Este es el fin. Una mujer puede dejar sin torres y sin puertos a cualquier ciudad de Oriente u Occidente y es también el fin. Sueño con mujeres como sueño con fuentes de cloroformo. Nada de desnudos artísticos. Sólo desnudos vulgares comunes y corrientes. Las veo fumando en balcones de Weimar o Estrasburgo. Reparando bicicletas en un desván de Jersey o en un almacén de Valparaíso. Es admirable cómo se dejan caer entre sus ropas con algo de torpeza. Cómo rehabilitan el sabor del agua y el gusto de los aceites. Sobre sus caras parece haberse secado otra sombra mucho más firme, mucho más dueña de la piel que cubre…Esas mujeres son como vasos de hierro colado llenas de espinas dulces y maderas aromáticas. Al final veo cómo mueren una a una, por tifus, por picadura de áspid, por inhalación de resinas o vapores o atropelladas por un coche cuyo conductor al ver lo sucedido no hace más que disparar una bengala.
Me conformo con que la vida sea esa flor leñosa clavada en la tierra. La tarde cae como una de esas píldoras de dos colores ―dos tonos de gris, dos tonos de naranja―. Hay una foto de James Dean sobre la mesa, tomada en la calle 68 Oeste de Nueva York, año de 1955. A ambas orillas de la calle los automóviles parecen ballenas azules que han muerto quizá desde hace mucho bajo un chorro de metal fundido. Es el tiempo de los luchadores enmascarados, el tiempo en el que las heridas de bala se usaban bajo la solapa. Los pantalones de Dean lucen arrugados. Quizá ha estado bebiendo (me niego a pensar que no bebiera siendo él tan del Método) y cuando uno bebe no pone atención a esos detalles.
Hay noches en que toda la cerveza del mundo entra de golpe en la cadena alimentaria y la lucha se torna feroz. Hay noches en que los senos de todas las mujeres del mundo entran en la mente de un hombre y todo está perdido. Senos tópicos, olímpicos, retóricos, hipnóticos, prehistóricos, catedralicios…La madrugada misma esconde un aguijón entre sus senos. Anoche, en algún lugar que no recuerdo, gasté miserablemente un poco de dinero que llegó con la ropa sucia. Dinero sucio, supongo.
Sólo en la ciudad nos reconocemos como en la muerte. Esa ciudad que se derrama como una agria conserva y en la que las piernas de las mujeres son jarrones Ming, lápices dorados. Lo único importante que se aprende así es que los poemas se queman hacia sus abismos y no hacia sus páginas. No hay adónde ir. La poesía está por maldecirnos.

de Vehículos pesados (2010)

Pathé Journal transmite señales de humo

Françoise Sagan
intenta quemar
una grulla de origami
como lo haría una novicia
de hábitos calientes.

Las cosas arden mejor
por las esquinas
—se sabe—
resultan menos inflamables
las ventanas, los corredores,
pero jamás al punto de volverse eternos.

¿Y si ahora soy yo
quien envía un poco de fuego
en un sobre cerrado?

¿Y si mi carta
se apaga frente a los Himalayas
la tendré una vez más
en mi puerta
quizá clavada con un pico?

Françoise Sagan
toma el cigarrillo
como quien se dispone
a hacer volar un puente.

El agua hierve sin funeral
en la cocina.

Entonces
¿quién amasa el carbón al rojo vivo
que pronto para todos
tomará el lugar del mundo?

Sirva esta muestra de poemas de Alfredos Trejos a la presentación hecha en la Casa de la cultura "José Figueres Ferrer"

3 comentarios:

  1. Alfredo Trejos es un poeta que va a trascender mucho en este país por su humildad y decencia con el género: nunca defrauda con sus textos. Abrazos.

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  2. Muchas Gracias, justicia poética, veo que valoras a un poeta como alfredo trejos... sí, definitivamente es un poeta del que se va a hablar mucho en el futuro.

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