La obra de Camilo Rodríguez Chaverri es enjundiosa, una obra poética sólida que inicia en 1993 con Sueños en vuelo. Camilo es quizás el máximo representante de lo que en el 2001 se empezó a definir como "Poesía Urbana". Su origen se puede rastrear en Gonzalo Rojas, Enrique Lihn, Juan Gelman, Mario Bennedetti, Jaime Sabines, Nicanor Parra, Pedro Shimose, José Coronel Urtecho, Carlos María Gutiérrez y otros. Una poesía que pretende una comunicación directa e incisiva con el lector, con cualquier lector, utiliza un lenguaje claro, con frecuencia coloquial, a fin de representar las inquietudes compartidas por la mayoría. De allí, se sobreentiende que se desprecian las indagaciones individualistas, los lenguajes herméticos o mistéricos. Predomina entonces un sentimiento solidario con los desheredados y excluidos, una relación crítica e inmediata con la actualidad circundante, una inquietud existencial preocupada por la alienación, la violencia y la injusticia. La obra de Camilo recoge todos estos elementos como se puede ver en el libro Otras postales de la patria(2005), quizás uno de los más acabados en su abundante obra poética, en la que falta agregar Montañas rebeldes (1994) Simio urbanita (1995) Amor de barro (1996) En este jardín vivo (1997) ¿Por qué te fuiste, Capitana? (1998) La sirena y el pájaro ciego (2001) Luces del alba (2005) Cartas de navegación (2005)
El libro se inicia con un poema de carácter cinematográfico a la manera Martin Scorcese o Luchino Visconti. El epígrafe de Benedetti "Nadie puede / contemplarse dos veces / en tus ojos." implica una lectura que busca la empatía con el lector y la denuncia de la realidad sucia y prostituida. El hablante nos conduce como un lazarillo para con observemos con un único ojo aquello que jamás se volverá a repetir:
El libro se inicia con un poema de carácter cinematográfico a la manera Martin Scorcese o Luchino Visconti. El epígrafe de Benedetti "Nadie puede / contemplarse dos veces / en tus ojos." implica una lectura que busca la empatía con el lector y la denuncia de la realidad sucia y prostituida. El hablante nos conduce como un lazarillo para con observemos con un único ojo aquello que jamás se volverá a repetir:
Voy por la calle 12 de la capital de mi país.
Aquí le llamamos la zona roja.
Hay gente tirada en las calles, en los caños.
He visto aquí personas con barba de muchos días
y enaguas rotas,
elegantes a pesar de la ocasión,
mujeres con una chinga de cigarro
como para que la mano y la boca no pierdan c0ntacto,
niños olvidados por el destino.
Es mediodía. Es feriado.
Todos salen de sus cuevas,
buscan un trago o un puro
para recobrar el espíritu de la noche.
De un cuartucho con una puerta
sale una muchacha.
Se puso el mejor vestido para el día.
Se ve muy vieja para su edad,
pero hace su mejor esfuerzo.
Hau una pareja sentada en una acera.
Ella levanta la mano.
Ellos le devuelven el saludo.
Sonríe.
Me quedo con su sonrisa
cuando el semáforo en verde
me invita a pasar...
El poema redescubre la realidad de un espacio específico, de un espacio degradado como ocurre en la magnífica novela de Fernando Contreras Única mirando al mar. El poeta se convierte en un explorador de los ambientes excluidos por la literatura oficial. Su trayecto por este espacio particular busca revelar la belleza oculta en una calle que simboliza la prostitución y el vicio en que se haya inmersa la patria. La gente tirada en los caños, los mendigos sucios, sin rasurar, las prostitutas asomadas a las puertas, nos conducen a esa muchacha demasiado vieja que sonríe. Esa sonrisa se convierte en la única verdad de este mundo, un rayo único que la ilumina y la rescata de la degradación. Otro texto paradigmático es el poema 32:
Ella no quiso nada más con él. Le había pegado, la
golpeó muchas veces contra la cama,contra la pila,
contra la cocina. Ella aguantó mucho, pero cuando él
golpeó a sus tres hijas, ya no pudo más.
Le dijo que se fuera, y se fue. A ella le extraño su
silencio y obediencia.
A los días, cuando ella estaba en el trabajo y sus
chiquillas en el colegio, volvió, abrió la casa, la roció
con gasolina y le prendió fuego.
Las dejó con lo que andaban puesto.
Aquí le llamamos la zona roja.
Hay gente tirada en las calles, en los caños.
He visto aquí personas con barba de muchos días
y enaguas rotas,
elegantes a pesar de la ocasión,
mujeres con una chinga de cigarro
como para que la mano y la boca no pierdan c0ntacto,
niños olvidados por el destino.
Es mediodía. Es feriado.
Todos salen de sus cuevas,
buscan un trago o un puro
para recobrar el espíritu de la noche.
De un cuartucho con una puerta
sale una muchacha.
Se puso el mejor vestido para el día.
Se ve muy vieja para su edad,
pero hace su mejor esfuerzo.
Hau una pareja sentada en una acera.
Ella levanta la mano.
Ellos le devuelven el saludo.
Sonríe.
Me quedo con su sonrisa
cuando el semáforo en verde
me invita a pasar...
El poema redescubre la realidad de un espacio específico, de un espacio degradado como ocurre en la magnífica novela de Fernando Contreras Única mirando al mar. El poeta se convierte en un explorador de los ambientes excluidos por la literatura oficial. Su trayecto por este espacio particular busca revelar la belleza oculta en una calle que simboliza la prostitución y el vicio en que se haya inmersa la patria. La gente tirada en los caños, los mendigos sucios, sin rasurar, las prostitutas asomadas a las puertas, nos conducen a esa muchacha demasiado vieja que sonríe. Esa sonrisa se convierte en la única verdad de este mundo, un rayo único que la ilumina y la rescata de la degradación. Otro texto paradigmático es el poema 32:
Ella no quiso nada más con él. Le había pegado, la
golpeó muchas veces contra la cama,contra la pila,
contra la cocina. Ella aguantó mucho, pero cuando él
golpeó a sus tres hijas, ya no pudo más.
Le dijo que se fuera, y se fue. A ella le extraño su
silencio y obediencia.
A los días, cuando ella estaba en el trabajo y sus
chiquillas en el colegio, volvió, abrió la casa, la roció
con gasolina y le prendió fuego.
Las dejó con lo que andaban puesto.
Un texto fabuloso de denuncia de género que revela los alcances de la dominación masculina sobre el entorno femenino. El poema claramente prosaico busca la empatía del lector a través del sufrimiento de las mujeres. El lenguaje sencillo logra crear la tensión nerviosa entre la literatura y la realidad, un claro nexo entre la psicopatías y la conducta masculina. El poder, simbolizado por la gasolina y el fuego, se convierte en una determinación negativa de la realidad. El análisis sociológico del poema implica al lector, lo envuelve mediante los vacíos, aquello que no se dice, pero que muestra a un hombre que acata la normas, para después romper el orden social.
La poesía de Camilo Rodríguez Chaverri es una poesía madura, estrechamente ligada con el destino del ser humano. La denuncia, el amor y la esperanza constituyen los ejes sobre los que se construye una imagen de la sociedad y la patria. Su obra se decanta por una sensibilidad clara y directa: No sé si a usted le ha pasado. Muchas veces uno se encuentra con una mirada o un lindo gesto, y se queda sin palabras. Muchas veces uno no tiene que decir cuando mira a un niño de escuela mientras le ayuda a una señora a cruzar la calle, cuando una pareja de ciegos se abrazan en una esquina ante una el sonido de un camión que amenaza con majarlos, o cuando un chiquito se agarra de las piernas de su madre antes de entrar en la consulta médica. Una obra que se maravilla de la simplicidad de la existencia, que no se hunde en la tortura del alcoholismo y los paraísos artificiales. Sin duda, aún podemos esperar nuevos resplandores en esta poesía que marcha por las calles.
La poesía de Camilo Rodríguez Chaverri es una poesía madura, estrechamente ligada con el destino del ser humano. La denuncia, el amor y la esperanza constituyen los ejes sobre los que se construye una imagen de la sociedad y la patria. Su obra se decanta por una sensibilidad clara y directa: No sé si a usted le ha pasado. Muchas veces uno se encuentra con una mirada o un lindo gesto, y se queda sin palabras. Muchas veces uno no tiene que decir cuando mira a un niño de escuela mientras le ayuda a una señora a cruzar la calle, cuando una pareja de ciegos se abrazan en una esquina ante una el sonido de un camión que amenaza con majarlos, o cuando un chiquito se agarra de las piernas de su madre antes de entrar en la consulta médica. Una obra que se maravilla de la simplicidad de la existencia, que no se hunde en la tortura del alcoholismo y los paraísos artificiales. Sin duda, aún podemos esperar nuevos resplandores en esta poesía que marcha por las calles.
Estás hablando en serio?
ResponderEliminarMe extraña tu pregunta, amigo mío. ¿Cuestionas la seriedad de mis intenciones?
ResponderEliminarVale!
ResponderEliminarPoeta: Qué bueno comentés la obra de los poetas ticos. Me parece un acto soberano y fraterno de tu parte, algo muy extraño en Tiquicia.
ResponderEliminar(También aplaudo tu artículo sobre Joan Bernal. Muy buen bardo por lo original).
Saludos,
Frank Ruffino.