Todo comentario, cualquier comentario de
un texto poético debería alumbrarnos sobre su significado; y guiar al lector por los entresijos de las
palabras y de las imágenes. “Todo tiempo futuro” es un libro cósmico, o mejor
dicho, un libro que desarrolla una cosmogonía universal. Su título invoca lo
que está por venir, lo que está viniendo. Su contenido nos devuelve al pasado,
a ese pretérito mítico y primitivo, en que la humanidad aún sueña con las
fuerzas divinas de la naturaleza. Título y contenido se hayan en una unión
indisoluble y paradójica. En principio, porque la sabiduría popular recuerda: “Todo
tiempo pasado fue mejor”, aunque Sábato dice en una de sus novelas: No indica que
antes sucedían menos cosas malas, sino que, felizmente, la gente las echa en el
olvido. Desde luego, semejante frase no tiene validez universal; yo, por
ejemplo, me caracterizo por recordar preferentemente los hechos malos, y, así,
casi podría decir que “todo tiempo pasado fue peor”, recuerdo tantas
calamidades (…) que la memoria es para mí como la temerosa luz que alumbra un
sórdido museo de la vergüenza[1].
De esta manera deberíamos leer
el libro, “Todo tiempo futuro” como una contradicción en ciernes, o como
síntesis de las contradicciones que preocupan al poeta. Extraña que el editor
haya obviado el índice del libro, pues aunque se presenta como una sucesión de
textos poéticos en prosa y en verso. Los poemas se estructuran en tres
estratos intercomunicados: cósmico, individual y literario-cultural. El poemario se pudo haber divido en tres
secciones o partes. La primera parte la formarían los poemas “Nacencia” y “La
Nacencia”, este segundo dividido en doce partes. El primero está construido en
una enumeración caótica de frases de diversa índole, donde contiende un yo y un
vos, cada frase es un golpe y el universo es un cuadrilátero, un tópico
recurrente de la poesía de Luis Chaves, Alfredo Trejos, Paola Allier, entre
otros. El origen del tópico se puede rastrear en Los giróvagos del numen de Carlomagno Araya y la obra de Carlos
Martínez Rivas. El enfrentamiento de un yo inocuo frente a un universo maligno
o que se acerca al mal parece ser la premisa de los poemas que forman este
apartado. Sorprende quizás en este primer poema los recursos vanguardistas que
utiliza el poeta, como la ubicuidad del sujeto y la aglomeración de elementos
de procedencias tan diversas como refranes, eslóganes y habla popular o “pachuco”.
El
poema “La nacencia” es un poema más amplio y de mayor alcance y mayor
complejidad. Se inicia con el símbolo de la luz como despertar del cosmos. Y a
partir de allí se desarrolla en cada fragmento una enumeración caótica de
símbolos, objetos, mitos, referencias literarias, populares. Los poemas buscan
sintetizar las contradicciones, anular los opuestos. Constantemente hay
referencias a este proceso de síntesis:
- Es
el principio del fin, el fin del principio. El equilibrio del centro.
- Todo
está porque transcurre y permanece. Fluye. Pasado en presente. Presente en
futuro. Futuro en pasado.
- Todos
los tiempos en un tiempo de todos para todos en el cero primigenio, el uno
primordial.
En este largo poema, lo fundamental
es la creación poética, la poiesis, de allí que Nada es literatura. ¡Sencillamente versar! El poema instituye el
mundo como el mundo instituye el poema. Este paralelismo especular viene a
comunicar que la poesía es alquimia, y la alquimia es poesía. Y el poeta es un
vidente… Por eso hay que dejar el trance
a los Poetas. Son ellos quienes descifran sus goznes, sus giros, sus batientes.
Las tumbas son el símbolo perfecto de la alquimia, y en el cuarto fragmento
del poema aparecen juntas y revueltas. En la quinta parte, el hablante lírico o
yo lírico se propone en el inicio del año. El principio también es el final. El
mundo que se habita es el del capitalismo, y el consumidor como espectador y
espectáculo, a la vez. El poeta deambula por la ciudad reconociendo aquello que
dolorosamente es la realidad. En la sexta parte, los nombres míticos y literarios
se convierten en lenguaje, porque el poeta al final también es un traductor del
cosmos:
Traducimos y
traicionamos como en toda traducción. Porque lo invisible se torna visible y
vice y versa.
¡Y dialogamos!
La séptima parte también se
construye en una enumeración caótica, donde reelabora la imagen de las grandes
ciudades, las ciudades llenas de muertos vivientes, de zombis que consumen todo
lo que la ciudad ofrece. La ciudad como árboles donde tiempo y espacio se
reúnen, se conjugan, se mezcla en un nuevo y antiguo cronotopo. En la octava parte, aparece de nuevo la
imagen del poeta: El Poeta Cantor en la
Larga… se perpetúa. Cuenta y canta. Canta y cuenta. En la novena parte, el
poeta evoca el espacio por excelencia de los poetas: El bar. Locus por excelencia de las
elucubraciones poéticas, de allí, que el poeta diga: Tal vez por eso precisamos de otra Nacencia: morir, nacer, remorir,
renacer… ¡Y escribirla! La décima parte regresa al tema mítico, el sujeto
es América, un sujeto transhistórico sin rumbo, que rueda por la historia. La undécima
parte, es el no-espacio, el no-tiempo, la negación en sí misma. La pregunta
final: ¿En algún lugar florece la poesía?
No es una pregunta retórica, es el núcleo de las preguntas que hace el poeta al
lector. No deja de ser paradójico,
cuando todas las parte del poema han repetido que versar es el fin y el
principio. “La nacencia” termina con el poema 2013, este se propone que la historia igual que nuestras palabras es
reversible, circundante, repetitiva. El lenguaje construye la historia y
todos los saberes, nos conduce a un espacio-tiempo neutral donde se borran las
diferencias: la unidad del principio o el principio de la unidad. El amor es la
nueva religión de un planeta que se cae a pedazos. El poeta nos previene del
derrumbe. El valor numérico de las palabras es un mantra, un ejercicio
cabalístico para descubrir o develar el uno. Este poema cierra toda la
experiencia mítico-religiosa del poeta.
Como se ha afirmado, el libro puede
fraccionarse en tres partes, la segunda la constituye el poema “Romance contra
mi pueblo”. Este se divide en treinta y un fragmentos. Los romances nos cuentan
historias, no necesariamente amorosas, y no necesariamente noveladas. El
regreso del poeta al su pueblo natal es la narración del desencanto, es el
encuentro con los amigos de la infancia, de la adolescencia y sus familias: Es bueno volver a mi pueblo/ y encontrar/
antiguos amigos/ excompas del cole…/ Todo el carácter melancólico y
familiar del poema nos revela las transformaciones de un entorno hasta entonces
conocido: Las hijas de los antiguos
amigos/ chicas champú minifalda/ en Cachos Largos o en La Cantina / remedo
de verdaderas cantinas… Como es
común en la poesía contemporánea, el bar se convierte en espacio de moda. El
poeta se presenta como un ser abanderado de la libertad, de lo irracional y lo anticonvencional:
El cronista de este pueblo/ ha sido
denunciado ante los tribunales / por su forma extraña de beber/ fumar, hablar,
amar… en fin / de comportarse con las mujeres del prójimo…/ El hablante
desarrolla una crítica a la sociedad capitalista que ha ido transformando la
ciudad de la infancia, el paraíso perdido: Vi
a los vigilantes/ de los nuevos negocios/ también los marginales/ tendidos en
su saco de gangoche/ y a los nuevos gerentes/ raudos como cadáveres en sus
coches… El poema termina con un juego musical, muy propio de la literatura
infantil: Mi pueblo/ es un misterio/ en
clave/ de Fa/ de Re/ de Sol/ de Do/ pingüe/ (en clave) El juego y la poesía
siempre han estado relacionados más allá del simple aprendizaje de las normas
en la sociedad. Así como aceptamos las reglas del juego aceptamos las reglas de
la poesía.
La tercera parte la formarían los
poemas: “Aroma de Café”, “Escultura 2”, “Habana Revisited”, “El poeta pregunta
por Stella”, “Julia de Burgos”, “Mary”, “Te Ele”, “De Ce”, “La oración”, “La
niña en el ojo”, “Pe Pe”, “Conferencia de prensa”, “La fama”, “Una palabra
olvidada”, “The Star Spangled Banner”, “Vigilancia y castigo”, “Detector de
espinas”, “Cuerda floja”, “Rimbaud”. Interesa está sección porque solo “Aroma
de café” y “Habana Revisited” son poemas divididos en partes, el primero en 7 y
el segundo en cinco apartados. Los otros poemas expresan ciertos intereses del
poeta, de carácter artístico, literario o social.
El poema “Aroma de café” es un poema
que revela las relaciones entre el “grano de oro” y los viajes al extranjero
del poeta. El café más que un símbolo de la riqueza del país, viene a
simbolizar la amistad, la solidaridad y la unión entre los pueblos. El poema
“Escultura 2” es un poema dedicado a Lupita Araya y Francisco Mata, amigos del
poeta y del arte, en el que viene a reivindicar la comunicación en la poesía.
Por otro lado, “Habana revisited” es un extenso poema en prosa, muy diferente a
“Bocetos de La Habana” ese poema que aparece en el poemario Tranvía Negro, también de Adriano. En
este nuevo poema, el espíritu que lo anima es la desilusión, el desencanto, tan
común en los poetas que forman la generación de Corrales: La Habana está pensada para turistas con cámaras para retratar
edificios de cartón, estatuas… Es un poema sobre todo descriptivo en los
que el poeta, utiliza la mirada como cámara para ir recorriendo esos rincones
que forman la ciudad. Este espacio que retrata el poeta no es un lugar frío,
geométrico y alienante, sino que dentro de ella reverberan, como en un espejo,
los sentimientos personales de nostalgia, amistad, pero también de desilusión.
El poema “El poeta pregunta por Stella” nos entrelaza dos personajes míticos de
la poesía nicaragüense –Rubén Darío y Carlos Martínez Rivas− con figuras
importantes del quehacer artístico costarricense como Carmen Lyra, Ninfa
Santos, Yolanda Oreamuno, Eunice Odio, Chavela Vargas, y sobre todo, Rafaela,
ese personaje mítico en la mente de los poetas, ese ánima que gravita entre el
corazón y el recuerdo. Lo femenino es uno de los símbolos más comunes en la
tradición, símbolo que normalmente se asocia con la naturaleza. Esto ocurre con
el poema “Julia de Burgos”, esa poeta puertorriqueña que el poeta redescubre
para los lectores costarricense. Así entre mujeres escritoras y artistas, el
poeta se decanta por esos amores de la adolescencia. “Mary” es el ideal que un instante olvidamos y que ahora trato de
retener con el inútil abecedario. Los poemas “Te Ele” y “De Ce” continua la
sucesión de rostros femeninos, que de alguna forma se evaporan de la memoria
pero allí están contemplando y siendo contempladas. El siguiente poema “La
oración” parece retomar el tema de Novalis, o Cavafis, que dicta: “Poner un
dedo en un cuerpo humano es tocar el cielo”. La unión de los amantes es saber que allí estuvo Dios. Con el poema
“Niña en el ojo” se termina el recorrido por las figuras femeninas.
Los poemas siguientes poemas tratan
temas variados: el poeta frente a la autoridad, la canonización institucional,
la fama, la guerra de Vietnam, la bandera, la locura, etc. El poemario cierra
con un pequeño poema dedicado a Rimbaud, ese vidente de la poesía del siglo
XIX, que revolucionó las formas y los contenidos en la poesía francesa. Rimbaud
es el poeta-niño, quien mediante su experiencia de Dios, alcanzó, sin creencias
ortodoxas, el estadio que los místicos tratan de conseguir, y en el que ya no
existe la posibilidad de creer o no creer, de la duda o de la reflexión, sino
de la pura sensación, del éxtasis y de la unión con el Todopoderoso. Esta
alianza o ligazón constituye la anulación de las diferencias, como lo es la
unión sexual o la transmutación alquímica.
Todo
tiempo futuro es un libro complejo, pero a su vez, sencillo, que supera las
contradicciones en su interior, creando un modelo del mundo que obsesiona al
poeta en toda intensidad y diversidad. De allí, que al leerlo podemos leernos a
nosotros mismos, como si miráramos en un espejo fracturado.
Muy bueno camarada. Abrazos.
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