sábado, 28 de agosto de 2010

Suciedad

Nada cabalga olor de orines. Chinga de cigarro. Nada puebla el mostrador. Alcohol, borrachos. Los elefantes vuelan por tus ojos. Ciudad, te amo por tus ostras dulces y tus tentáculos de armiño. Al despertar me vi desterrado, me vi sin ti, sin el humo azul de la tortuga. He fumado hasta ver mis pulmones como arrecifes y el mar golpeando la garganta de los desagües. Nada cabalga inciensos demasiado amarillos y Caperucita desnuda… ¡Ah, Qué genio tenía! Escupió en cada una de las ventanas una sonrisa. Nada blandía un asta caliente. Nada se levantaba de la cama como la bella dormida. Cric-cric molía vidrios de colores en los pechos de Moby Dick. Yo estaba solo, acabado…

Corriente subterránea (2004-2010)

3 comentarios:

  1. La soledad no calza en el espejo, pero alienta los vidrios, su vertical o(lvid/mblig)o. El cigarro fue la antorcha que balbuceaba cirios. Y el humo recién escrito, tanta ausencia viajando sin mí y conmigo, quedó sobre el mostrador, tendido, evadiendo su racimo. Un abrazo cordial buen amigo.

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  2. Gracias, Eli, siempre alienta la escritura, esa amistad sincera con que me regalas tu poesía.
    Un abrazo fraterno

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  3. ¿Cómo es el pecho de Moby Dick? ¿Quién es el nuevo cuerpo de Caperucita? Es una metáfora, en el otro lado de lo puro. Saludos. Un abrazo.
    PD. Algún día conoceré el perfume del cigarro.

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