sábado, 6 de marzo de 2010

Flaca, la memoria, gordo, el orgullo: Milton Zarate

Hace algunos meses con el deceso de Milton Zarate, leía en un blog que este poeta no había dado nada a la literatura costarricense, sentencia que no me sorprendió ni me molestó. Pues allá por la década de los noventa, lo conocí cuando fue invitado, como tantos otros poetas de su tiempo, al Café Cultural Francisco Zúñiga Díaz. Recuerdo que días después me puse en contacto con él para conversar sobre poesía, cuál fue mi sorpresa, cuando se ofreció a enseñarme el laborioso y estoico arte de hacer versos. Yo, por mi parte, tenía ya tres años de participar en esa maravillosa experiencia que fue el taller, y como cualquier otro joven, cuyo orgullo envanece, rompí todo contacto con el poeta. Aún hoy considero que aquella ruptura no fue ningún error, pues ya tenía prejuicios sobre la forma en que se escribía en el Círculo de Escritores Costarricense. Recuerdo el afán de Chico por formar una gran confederación de talleres, donde los jóvenes pudieran compartir sus experiencias poéticas más allá de la intolerancia estética y de las mezquindades que dividen a los poetas costarricenses. Lástima que el sueño de Francisco no se pudiera realizar. Sin embargo, cuando miro  en los jóvenes poetas las mismas actitudes que Chico reprochaba en su generación y en la de Debravo, me preguntó: ¿Cuándo terminará este carnaval sangriento?
En este siglo XXI, en que se predica la tolerancia sexual, política, ecológica, social, matemática, lingüística, universal, no hemos logrado la tolerancia estética, ni siquiera estamos cerca de lograr alcanzar concesos. Cada grupúsculo de nuestro ambiente literario busca espacios para colocar a sus correligionarios, premiar a sus acólitos, generar el bombo y autobombo necesario para insertarse en la institucionalidad literaria del país. No deja de ser triste que los jóvenes escritores sigan las mismas prácticas que tanto critican: premiar la amistad, silenciar al enemigo. Sirva, pues, este reducto para recordar al otro, ni amigo, ni enemigo. Milton Zarate fue un poeta, escribió y murió como tal.
TRANSITO

Alguien transita la soledad
sobre mis labios.

Su voz es la certeza de los sueños,
el deslumbrado azar de mis palabras,
un muro que lleva en su corteza
los ojos de la llama.

Alguien transita con mis pies,
con el mismo corazón cada mañana
en el lento refugio de sus manos.
de la sombra vigilante


TRASPARENCIA DEL SONIDO

Más allá del silencio,
donde la música implanta sus deidades,
como pequeñas sombras
aún ardiendo,
donde los pájaros conmovidos
por el azar
someten sus rigurosas alas
al olvido.
Más allá de su noria,
árbol o centella
del alba que apaga sus transitorias
fugas:
quema la ausencia.

Es un fuego cada amanecer,
el rebote certero del amor
y su pasar,
la sentencia última
de su destrucción;
un ángel apresuradamente inútil
ante el combate.
Es la muerte azarosa del sonido
o la palabra.

La que rompe firmamentos
hechos de llanto,
la que crea en sus cenizas
los bordes fortuitos del ansia,
la que asume como el mar
sus luminiscentes horas
de sangre o derrota.

Es el momento de calla sin preguntar.
La noche extiende sus belfos milenarios
para resplandecer
entre su sombra,
y herir, siempre herir
como si fuera hecha para arrebatarle
al aire su aliento,
al mar su destino,
al tiempo sus conquistas,
y al hombre solo al hombre
su derecho de permanecer
ante su propio olvido.

Más allá del silencio o la soledad,
alguien amando, calla.
de Confesiones del olvido

IMAGEN DE LA PALABRA

Iba de silencio en silencio,
mordiendo la soledad
que la vestía,
con los poros enloquecidos
por el tiempo,
donde los pájaros arribaron
por heridos, como luces
presentidas por la desolación.

Ella iba con su pasar
de sombra cabalgando,
abiertas las pupilas:
el atardecer hecho llanto.

Iba con sus manos
extendidas, dos lunas trasparentes
eran,
luego su cuerpo arropado
de crepúsculos sin nombre,
hacia donde destellaban
quebrándose las voces,
de aquellos que fueron en sus ojos
los ojos moribundos
de la noche.

Sabía que el dolor
era su rumbo,
y por él apagábanse los ríos,
veloces ríos de su arcilla
hecha fugacidad o destino.

Sabía de mi nombre
más que los labios aferrándose
en el viento.
Sabía de Rubén, de Jorge, de Arturo,
nombres que llevaba en su cuerpo
mal vestido,
ora lejanía,
ora sin música y sin rumbo;
solo con monedas que ardían 
en su pecho
domado el mediodía.

Solo ella y su tristeza
entrelazadas,
como dos gotas de lluvia
que caían y caían
meciéndose en la nada.

Ella que dejó su casa
para acercarse a la rosa infinita
del ansia,
ella elegida por el mundo
para sus deseos,
partió una noche
de fantasmas diminutos,
entre la hora desnuda
y el puñal que abría
entre sus ojos,
los ojos fecundos del olvido.

Ella fue la memoria o sed
del aire hecho hombre
entre su cuerpo detenido.

Ella siempre palabra.
de Al final de la memoria

Flaca, la memoria; Gordo, el orgullo. Hasta aquí llegaron las palabras del poeta, gracias a la intolerancia juvenil. Sirva pues este homenaje para recordar fragmentos de su obra, para recordarles a los jóvenes poetas que, cuando mueran los amigos, seremos sencillamente olvidados como Milton Zarate, a pesar de los Aquileo J. Echeverría, los Editorial Costa Rica, los EDUCA. Olvidados por que ninguno quiso engordar la memoria, sacrificar el orgullo.

6 comentarios:

  1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar
  2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar
  3. Tiene cosas en común con Rónald Bonilla y Julieta Dobles; es decir, un buen oficio a punta de años de entrenamiento, pero a la vez, un lengauje tan desgastado como pantalón de vaquero.

    Si de rescatar esta estética se trata, ya Luis Cernuda lo hizo hace 50 años con bastante mejor olfato formal y con más profundidad huamnista.

    Y, sí, las camarillas y los poetas somos todos unos hijueputas, lo mismo que ayer en Costa Rica y lo mismo que antier en Francia o en el Congo. Ley de vida, supongo. Algo que me amargó mucho de joven, pero a mis 51 me enfoco más en la calidad de lo que escribo y menos en cambiar el maldito ego y la infame luna que lleva dentro toda alma creativa.

    A veces, solo para ser bueno, hay que bajar hasta el puro fondo.

    ResponderEliminar
  4. En realidad, no se trata de rescatar una estética ya desgatada, Alex, sino de rescatar la memoria. Para mí, los talleres literarios son fábricas, al final todos salen con un buen entrenamiento en el oficio del lenguaje, pero sin una estética personal, todos en serie. Mi preocupación está en que borramos todo el pasado, somos escritores sin pasado, y eso si es lamentable. Por eso, he pasado 14 años retirado del ambiente literario, escribiendo en silencio...

    ResponderEliminar
  5. Amigo poeta Sánchez:

    De acuerdo contigo y también con lo que dice el escritor amigo Alexánder Obando, pero la intolerancia estética de la que hablas es en nuestro medio a toda edad. Creo, es más: los poetas mayores (de edad, no estéticamente hablando) como Laureano Albán han enseñado hábilmente su Cátedra de Autoegolatría. Eso me lo han contado amigos poetas que visitaban su taller en Barrio Escalante. En mi caso siempre he preferido el infierno de la soledad (un mal ciertamente necesario en mí para poder ser): nunca talleres, nunca actividades culturales, cero contactos formales, etc. Mi personalidad no va con los figurones ante los cuales (ni ante nadie) debemos pleitesía ni menos arrodillarnos. Ya lo has dicho: todo eso es una dinámica entre grupúsculos o tribus caníbales (en vez de carne lo devoran a uno mentalmente, espiritualmente, moralmente, que es peor. Para estar con ellos -tribus- hay sacrificar parte del ser de uno, o sea: venderse al mejor postor y después aparecer con publicaciones gratis estatales, con premios Aquileos, etc).

    En mi caso, en este tema que nos ocupa, soy más de desencuentros que de encuentros. Siempre he escrito en solitario, publicado en solitario, y solo en una actividad poética participé hace años presentando un libro mío. No sé: me llena escribir, mas no ir a leer poemas en actividades formales: los leo en un bar u otro lugar donde fluyan las cosas naturalmente, como la vida misma. Estar todo impostado ante un auditorio o aguantar tipos leyendo como si fueran imprescindibles y geniales no influye sobre mí atracción alguna.

    Abrazos fraternos en Amistad y Poesía verdaderas,

    Frank.

    P.D. Este comentario ya lo había dejado antes, mas vine y lo borré. Ahora, creo, sí está más en contexto gracias al comentario del camarada Obando.

    ResponderEliminar
  6. Saludos Cristian. Me parece bien lo que sostienes sobre la Memoria... y que no se confunda con Apología que es otra cosa y un viejo vicio nuestro de "no hay muerto malo ni novia fea".

    Por otra parte, me parece honesto lo que denuncias sobre la intolerancia electiva, pues resulta acaso que nos hemos vuelto muy tolerantes y luego muy respetuosos de digamos: la diversidad sexual, los ecologístas, los movimientos de mujeres... pero porque es chic, por que está de moda, por que luego no está de moda por ejemplo la diversidad interreligiosa... fuchis, yo soy un ateo y odio esas supersticiones de la gente... blablabla...

    ResponderEliminar

REFLEXIONES ACERCA DE LA ANACRONÍA POÉTICA EN LA POSTVANGUARDIA Y TRANSVANGUARDIA

  El anacronismo es uno de los problemas que más interés ha suscitado en mi mente, quizás, porque la literatura acontece en el tiempo sin to...