Reciente es la
herida de mujer que llevo
a los sitios más
remotos de la casa.
Apenas sangra se
la muestro a las visitas,
a la gata que me lame la
aspereza.
Voy por el mundo
con mi llaga,
a pecho abierto llego a las casas,
al regazo de los
parques.
Tiene un gusto a mar en calma,
a uno que dice
nunca, quizás, quién sabe.
Está amarilla como un girasol,
amarillo que
agoniza.
Con un bozal y una
cuerda,
la saco a pasear en Navidad.
en Pascua le enciendo una
vela blanca
y una vela azul,
y otra que no es
blanca ni violeta.
Es una herida
nueva,
tiene la
fragilidad de un cuchillo de cocina,
la tierna
expresión de una coartada.
Salgo con ella los
domingos.
Tiene que lucir su sangre verde,
su magnitud de pus,
mostrar sus
modales en la mesa,
sonreírle a mí y a mis amigos.
Es reciente la
herida que llevo
a los rincones de la casa.
Qué bien domesticada
–dicen unos –
qué perfectas
maneras,
y qué graciosa.
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