Hace 21 años, recuerdo que llegué al taller del Café Cultural "Francisco Zúñiga Díaz", una semana después de la muerte de Mario Picado, gracias a Guillermo Sáenz Patterson. Al principio, éramos Chico Zúñiga, Toño, Henry López, William Flores y Juan Áviles. Después llegó Delia Macdonald, Gerardo Cerdas y Germán Hernández.
Éramos jóvenes, y creíamos en la necesidad de transformar la literatura costarricense. Sin embargo, para Chico, el taller era un lugar de encuentro entre lectores y escritores, un lugar para fraternizar y aprender el arte de escribir.
El taller siguió creciendo con nuevos compañeros, llegó Mainor Piedra, Paz Rodríguez, William Garbanzo, Santiago Porras, Elliette Ramírez; regresó Edison Valverde que pertenecía a la primera generación del taller. Y el taller siguió creciendo...
Después llegaron Adela Quirós, Gustavo Lobo, Ani Brenes, Manuel Aguilar Vargas, Perry, Cristopher Montero, Carlos Bonilla Avendaño, Mainor González, Alfredo Trejos, Joan Bernal Brenes y otros, cuyo nombre la memoria no me ayuda a recordar. Ha pasado el tiempo y si algo se puede agradecer a Chico y su taller, fue que no creó chiquitos. Mi obra es diferente a la de cualquiera de mis compañeros de taller, la obra de mis compañeros es diferente a mi obra, sin embargo compartimos nuestro amor por la lectura y la escritura, por el oficio literario.
Después llegaron Adela Quirós, Gustavo Lobo, Ani Brenes, Manuel Aguilar Vargas, Perry, Cristopher Montero, Carlos Bonilla Avendaño, Mainor González, Alfredo Trejos, Joan Bernal Brenes y otros, cuyo nombre la memoria no me ayuda a recordar. Ha pasado el tiempo y si algo se puede agradecer a Chico y su taller, fue que no creó chiquitos. Mi obra es diferente a la de cualquiera de mis compañeros de taller, la obra de mis compañeros es diferente a mi obra, sin embargo compartimos nuestro amor por la lectura y la escritura, por el oficio literario.
Amigo poeta: Excelente documento gráfico, de los que le alegran las tardes a uno frente a una rica taza de café nacional. Escudriñar cada rincón de esas imágenes, evocar, recrear, este oficio, el más humano, que es la poesía!
ResponderEliminarUn abrazo,
Frank Ruffino.
Cristian gracias por esas reminiscencias, das una idea precisa del Taller de don Chico y de la maravillosa experiencia que fue haber sido parte de esa cofradía, cuyo espíritu "zuñigueano" nos sigue uniendo fraternalmente.
ResponderEliminarQue tengas un 2010 venturoso.
Santiago Porras
Muchas gracias, amigos! Las fotos son del recital que hizo el Taller de Literatura en el Farolito. Falta gente que ya se había ido, y compañeros que aún no habían llegado al taller.
ResponderEliminarJejejeje, hermoso!!!! se me salió la lagrimita y todo, ¿Te acordás Cuervo en aquellos días cuando nos creíamos los dioses del Parnaso?
ResponderEliminarQue bueno que hemos aprendido tantas lecciones de Chico aun después de su trayecto por el mundo
Saludos!!!!