domingo, 28 de junio de 2009

Francisco Zúñiga Díaz

Un homenaje a Francisco Zúñiga Díaz

Nació en Puntarenas, Costa Rica el 12 de julio de 1931. De niño se trasladó con sus padres, Celín Zúñiga Brenes y Josefina Díaz Mora a Esparza, bello cantón de esa provincia donde transcurrieron su infancia y juventud, de donde logra absorber del paisaje cálido y del pueblo la poesía y el mensaje humano que transmitió en sus primeros cuentos que se editan en San José, en el año 1965 con el título "TRILLOS Y NUBES".

Realizó sus estudios secundarios en el Liceo de Costa Rica y los finalizó en el Liceo José Martí de Puntarenas. En 1952 se trasladó a San José para laborar en la Dirección General de Tributación Directa. Posteriormente trabajó para el Instituto Nacional de Seguros.

Desde muy joven se involucró en grupos intelectuales de izquierda, con Carlos Luis Fallas, Carlos Luis Sáenz, Adela Ferreto, Fabián Dobles, Joaquín Gutiérrez, Arturo Montero y muchas otras personalidades del mundo político cultural del momento.

Fue amigo personal de lumbreras literarias como Juan Rulfo, Alfredo Cardona Peña, Jorge Debravo, Marco Aguilar, y toda esa generación de escritores latinoamericanos de gran valía.

Fue un lector tenaz, erudito de la lengua, hombre de un humor a toda prueba, bromista. Para pasar como hombre serio y bien hablado, creó a su personaje favorito: T JOROBA, autor desconocido al que endosó sus versos humorísticos, algo pasados de tono. Como humorista también formó parte del grupo llamado La Pluma Sonriente.

Fue un enamorado de sus raíces latinoamericanas, pero nunca desdeñó a los grandes escritores estadounidenses ni europeos, de los que tenía un envidiable conocimiento.

En 1955 la idea de fundar una unión de trabajadores dentro el Instituto Nacional de Seguros, es promovida por los señores Víctor Julio Brenes y Edgar Avendaño Cavallini. Don Chico, como es conocido por sus amigos y compañeros de trabajo, estuvo presente en la Asamblea Constitutiva. Ocupó varios cargos directivos durante algunos periodos anteriores a 1974. Al firmarse la primera Convención Colectiva en la Institución, que a la vez es la primera que se firma en una entidad pública, el Sindicato, conocido como Unión de Personal del Instituto Nacional de Seguros (UPINS), se integra al movimiento sindical del país, como agrupación importante.

En 1977 a partir de una reunión de compañeros con inquietudes artísticas en la soda del INS, se consideró necesaria la creación de un grupo con tendencias netamente culturales paralela y dependiente del sindicato para llevar a cabo todo un trabajo de formación e información en el campo la cultura. Como grupo se reunían en las soda mientras se tomaban una taza de café, por ello se autodenominaron "Café Cultural de UPINS" y posteriormente se llamaron "Café cultural del INS" y a mediados de los años 80 se le llamó "Café Cultural Francisco Zúñiga Díaz".

A partir de ese momento don Chico desarrolló una intensa labor literaria y cultural no solo dentro del INS, sino a través de todo el territorio nacional. Editó libros bajo el sello "Ediciones Zúñiga y Cabal" donde era socio del connotado poeta Antidio Cabal.

Fundó Talleres Literarios en San José, San Ramón, Las Juntas de Abangares, San Gabriel de Aserrí. Siempre se preocupó por mantener unidos a los escritores nacionales, procurando que los jóvenes conociéramos a los viejos maestros y a los nuevos escritores del medio nacional.

Al amparo del Café Cultural se hicieron concursos literarios, publicación de revistas, recitales literarios, encuentros de escritores a nivel regional y nacional, en fin, una gran gama de actividades con el mayor desinterés en lo económico. Siempre estaba dispuesto a acoger sobre todo a la juventud ansiosa de aprender a escribir. Propició encuentros en Turrialba, San Ramón, Liberia, San José procurando hermanar a todos los que de una u otra forma participábamos del mundo de las letras.

Como acertadamente lo dijo, doña Inés Trejos en la Revista Nacional de Cultura en Julio de 1997: "la vida de don Chico, son las memorias de un hombre bueno, el cual murió sin recibir ni pedir el premio que sobradamente merecía el Magón de Cultura.

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