SONETOS DEL AMOR
DOLOROSO
II
Es para el amor lo que
al acero el fuego
que temple da al
tiempo que enardece,
que el dolor es la
fragua que endurece
cuando ha perdido el
alma su sosiego.
Es altivez para evitar
el ruego
y es altiva humildad
lo que padece,
que cuando Amor con su
dolor acrece
mata la paz para
llorarla luego…
Que cuanto desligarse
más pretende
el corazón cautivo más
enliga
y adora la cadena que
lo ofende.
Que para Amor cuando
el amor castiga
no vale ya consejo que
no entiende
ni teme ya saber lo
que se diga.
Manuel Picado Chacón
TRÓPICO VERDE
Verde lluvia,
vertiente y territorio.
Verde el espacio. La
luz verde.
El clima verde. Verdes
las colinas.
Las hondonadas y los
ríos verdes.
Un lago verde el
valle. La montaña
verdeazul, verdemar,
verdeprofundo.
Lo cerca y lo lejano
en aire verde.
Verde lluvia,
vertiente y territorio.
Roto temblor el verde
de los plátanos.
Casi líquida lágrima,
el verdor
del sauce. El verde
militar del café, el
verdor húmedo
de junco, caña y
lirio. Verde música
en el órgano -¡oh
verde viento!- del bambú.
La plata verde
del eucalipto. El
verdor silencioso
de los pastos, las
malvas, las legumbres.
Verde lluvia,
vertiente y territorio.
De mi sangre saltó una
estrella verde.
Y verdín, verdinal y
verdolaga,
mayo estira su lluvia
hasta diciembre
en el trópico verde.
Isaac Felipe Azofeifa
EN BUSCA DE LA
PRIMAVERA
En una gasolinera,
saldré contigo a la
mar,
buscando la primavera.
−Dile adiós, mi
marinera,
dile adiós, al alba
fría,
sin luz, allá en la
ribera.
Al entrar en la bahía,
subiremos por el agua
dulce y verde de la
ría.
−Dile, adiós, mi
compañera,
dile adiós al mediodía
prisionera en la
escollera.
¡Qué en una
gasolinera,
traeremos, amante mía,
solitos, la primavera!
Fernando Luján
TARDE/1
La tarde es como un
ramo
de policromías
campestres.
El cielo bajo en oro
borda el verdor del
suelo.
Hay como un anhelo
puro
entre las altas copas
de la inquietud
vegetal.
Y luego un silencio
tenue,
como un paso de
estrellas
en el campo del
tiempo.
Adilio Gutiérrez
LOS SONETOS DEL BESO
I
Aquel beso, mujer,
aquél que era
tan hondamente
nuestro, ¿qué se hizo,
a dónde se nos fue,
por qué no quiso
seguir siendo nosotros
primavera?
¿Por cuál razón ya no
te desespera
y el oro que te cae en
ese rizo,
sin resentir la
ausencia de su hechizo,
solamente la brisa lo
vulnera?
Aquel beso, mujer,
aprisionado
en ámbitos terribles,
se ha perdido.
Es un cristal opaco y
acabado.
Un cantar en olvido
convertido,
un desecho por sombras
despreciado,
un recuerdo de nada,
fenecido.
Alfonso Ulloa Zamora
ANACOSTIA, ANACOSTIA
Anacostia, Anacostia,
pura,
a lo lejos.
Me guardabas la dicha,
hoy me guardas
silencio.
Tenías la voz tierra,
la voz suya
en el miedo;
su mirada segura,
su esperanza en el
viento.
Dicen que un río
oscuro
te atraviesa
en el centro.
Yo vi sus limpias
aguas
temblando
de luceros.
Y bebí de ellas,
creémelo.
Ay tus luces,
fungiéndome
en el recuerdo.
Anacostia,
pura y vacía,
hoy,
como un sueño.
Ninfa Santos
PÁJAROS
Aparecieron, raros,
silenciosos, cubiertos
de tempestades, no
aptos para festejar todavía
el amanecer
victorioso. Pero se dedicaron
a trabajar la luz en
sus cámaras óseas,
y estudiando la aurora
para ensayar sus almas
pudieron ejercitar
ascensiones,
dominar para siempre
dominios intocables
y por fin derramar
sobre todas las cosas
el misterioso poder
del canto, sus éxtasis.
Así, descendientes de
peces profundos,
hijos de palpitaciones
de monstruos,
los pájaros inundaron
júbilos, lejanías,
mientras abajo iban
amaneciendo los hombres,
raros, silenciosos,
cubiertos aún por tempestades.
Alfredo Cardona Peña
DESPERTAR
La alegría de oírte,
fué un despertar
desesperado…
La cara se encendió
—roja amapola—
y el corazón, dejó de
palpitar.
¿Por qué esta risa?
¿De dónde esta
alegría?
Traías el recuerdo
de algo que nunca ha
sido,
que no es,
que acaso no será…
Pero me hablaste,
y fue distinto el día
y tuvo amaneceres
de alondra, aquel
hablar.
Victoria Garrón
BRISAS PASAJERAS
Brisas pasajeras
del lejano mar
acudid ligeras
mi nena quiere llorar.
La brisa que llega
olorosa a sal,
y la niña buena
deja sus penas volar.
Nubes veraneras,
serena la mar;
óiganla contenta,
la niña dice: papá.
Salvador Jiménez Canossa
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