Cielo azul,
Cielo circular,
Cielo en génesis.
Muchachas sobre las piedras blancas giran estáticas,
No se mueven, no giran en movimiento.
Sentado en un sillón carcomido,
Sentado en San José,
Miro el cielo gris, el cielo violeta,
Cielos amarillos que huyen sobre el Mediterráneo.
Muchachas blancas como piedras.
¿Qué misterio ocultan? ¿Qué verdad descifran?
Pies descalzos, panderetas, peplos de seda,
– como si fuera un poema de Darío –
Se juntan entorno a las hogueras,
Entorno al sacrificio…
Sentado en San José,
Sentado en un sillón carcomido,
Abandonado como un trasto sucio
En un apartamento mudo,
Cielo gris o rojo o violeta,
– sois las hijas del ardiente verano o del vino –
Cielo azul en éxtasis,
Muchachas blancas como las piedras,
¿Qué enigma o acertijo revelan?
Somos este juego deleznable
Que se levanta y abre el refrigerador.
de Crónica del Esplendor (2008-2010)
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Ay hermano, camarada poeta, qué poema te has jalado! Te felicito. Debo releerlo varias veces, hay originalidad en tus palabras poéticas, imágenes que siempre me sorprenden.
ResponderEliminarTe cuento esto (también he compartido esta pequeña anécdota en mi blog): así, ensopadito en alcohol, en una pura llamita, fui ahorita donde mi barbero de infancia y de toda la vida a desyerbar el alma mía, estuvo cortando y cortando largas plantas oscuras, carnívoras y venenosas. Mientras hacía esto me habló de cuando tenía una propiedad por el río Santa Rosa, aquí en Tilarán (mi “Náralit”), un lote que le había vendido el bueno y pujante don Domingo Flaqué Montull, catalán fundador del Tilarán moderno para quien mi padre trabajó por muchos años administrando su hacienda y el servicio eléctrico y de agua para el pueblo. Pues un día, relata él, estando en esa propiedad adquirida, cerca de la quebrada, escuchó limpiamente el sonido de una ocarina, diáfana, celestial! Regresó a su casa y le contó esa visión sónica a Élida, que así se llamaba su esposa, ella le recomendó cavar exactamente donde había apreciado la melodía ancestral. Eso hizo y a medio metro de profundidad encontró una tinaja, dentro de ésta otra, al abrirla estaba el bello instrumento musical como acabadito de hacer con su esmalte original y todo. Don Fernando Zúñiga, el peluquero que ya hace 85 años, asegura que cerca de las huacas o estos sitios arqueológicos moran los espíritus de los indios. Mientras don Fernando atendía a alguien afuera, pues vende yerbas medicinales, abusé de su confianza: puse la ocarina en mis labios y con fe la soplé quedamente y comencé a escuchar el ancestral sonido, mi cuerpo se estremeció y la silla de barbero empezó a moverse por sí sola hasta girar 360 grados, dejé te soplar y quedé otra vez en la posición anterior, exactamente cuando el viejo peluquero y agricultor entraba a terminar el corte. Amigo: el espíritu del indio estuvo conmigo. Han dicho siempre que viajar es un placer, abordar un avión y volar a nuevos rumbos, conocer sitios y gentes especiales. Te digo: esta tarde he viajado en la música de la ocarina.
Abrazos fraternos en Amistad y Poesía verdaderas,
Frank Ruffino.