jueves, 9 de julio de 2009

Elliette Ramírez Alvarado o los elementos del amor


(Leído en la presentación de Hoguera Infinita)
La poesía de Elliette Ramírez es el tópico que nos trae esta noche, y con ella, inevitable, los elementos del amor, como queda muy bien demostrado en Hoguera Infinita. Esta noche de septiembre, recuerdo las tardes de café y poesía en que Canciones para acariciar tu piel o Una cruel mansedumbre de líquenes blancos se fue transformando en lenguas de fuego, en eróticas llamas. Sí, el trabajo, la dedicación; pero también la gracia y la lujuria trasmutaron los antiguos poemas en una hoguera, y si lo pienso bien, esta hoguera es un centro solar que aproxima a los seres, por el calor y la luz –y también como lugar donde se cuece la comida– es un centro lunar de vida propagada. Pero, más cercano a la conjunción o síntesis de su título, creo yo que este libro es un altar de sacrificios, que expresa la materialización del espíritu divino.
Sé también que mi Amiga Elliette –lo digo con mayúscula– estará sorprendida de que no use los poemas tal y como aparecen en el libro, sino aquellos que se quedaron en el camino, aquellos que se vistieron con nuevas formas y colores. ¿Por qué? –Se preguntará el oyente–. Sencillamente, porque la poeta leerá las versiones finales, mientras el amigo sorprende al público con la génesis, la fecundación, el instante en que nace la idea, en que se genera el poema, y libre de trabas mentales y sociales, ve el mundo y respira el aire y prueba las aguas, y echa andar por la tierra con una mirada de asombro y otra de incendio. Después vienen las normas, después se le recorta el pelo, se le viste de seda o rayón, se le dice: “hasta aquí quedas... así que aguarda... que vienen tus hermanos y hermanas”.
Pero dejemos las divagaciones, y entremos en materia, dice muy bien “Ibin Jazem” de Córdoba: “El amor empieza de burlas y acaba en veras, y son sus sentidos tan sutiles, en razón de su sublimidad, que no pueden ser declarados, ni pueden entenderse su esencia sino tras largo empeño”. Y creo yo que tras un largo, pero muy largo, larguísimo empeño, Elliette Ramírez ha logrado un maravilloso libro de amor, que está lleno de fuegos, silencios verticales, claroscuros, desvelos y otras menudas sutilezas, que trataré de inventariar en estas pocas líneas.
La poesía de Elliette es pagana, y a la vez, cristiana; mística y lujuriosa, versada en los placeres mundanos, pero inserta en los preceptos de la cristiandad. Estas antítesis–muy occidentales– por supuesto–, se encuentran montadas en los elementos primordiales del mundo grecorromano (agua, aire, tierra, fuego) Pero no son de ningún modo irreductibles entre ellos; al contrario, se transforman los unos en los otros; incluso proceden los unos de los otros con un rigor que alcanza a los cuerpos de los amantes, y están en el corazón de la dialéctica amorosa, que nos revela Elliette Ramírez, en su poemario Hoguera Infinita. La dualidad de lo femenino y lo masculino se expresa en oposiciones espaciales, relaciones solares, telúricas, aéreas y marinas:
el manglar de mi cuerpo
rastrea
el bracero creciente
de tu savia...
También, el amor reúne los espacios abiertos y cerrados, los conjuga en elementos extraídos de ámbitos distintos:
Tus manos
recorren geografías
en mi espalda.
Mis manos
ensortijan
los rizos de tu pecho.
Los amantes se reconocen de distinta manera, expresan el amor y el deseo sexual, según roles preestablecidos. La oposición entre geografías y rizos revela como el amante y la amada ocupan espacios complementarios. Otro rasgo característico de la poesía de Elliette es la expresión del encuentro sexual con los elementos ígneos y acuáticos:
Estallo
en hogueras trasparentes,
en la insolente urgencia
de tu tacto...
O
Brindis íntimo
mareas encontradas
y sobre tu piel
mi caracola abierta...
También la tierra y el aire, como elementos opuestos y a la vez complementarios, sirven de espacios para revelar el encuentro amoroso, pero también la separación de los amantes y la perdida del amado. Estos actos nos invitan a recordar que el amor transcurre entre la tarde, la noche y el alba:
Amasijo la arcilla
Su luminosa piel
de agua me recorre
Intensos pálpitos milenarios
me seducen
erótica complicidad
de alguien gemelo.
O
Tal vez puente
Tal vez planta
Tal vez
Palpable o trasparente muro
Cercado de presencias
Ahora que no existes...
Otra característica de la poesía de Elliette es la mutabilidad del poema, este se transforma en innumerables versiones de sí mismo. El poema, como mecanismo, se transfigura en múltiples variantes equivalentes, según los designios de la poeta. Esta posibilidad de posibilidades permite que la escritora pruebe la flexibilidad del lenguaje. Así de un poema como:
Tu cálida presencia
transpiro
acunada
en mi espalda
Podemos encontrar o hallar diferentes versiones:
Acunada
a mi espalda
tu cálida presencia
transpiro
Transpiro
tu cálida presencia
acunada
a mi espalda
En mi espalda
transpiro
acunada
tu cálida presencia
Y aquí, la versión que quedó impresa en el libro. Pero reducir el poemario Hoguera Infinita, a una simple dialéctica de elementos opuestos y complementarios, sería no reconocer que nuestra Amiga Elliette Ramírez, ha escrito un verdadero diario amoroso, en que nos cuenta como los amantes realizan el amor, como viene la separación, como la pérdida del amado lleva a la amada a descubrir en el arte la posibilidad del recrear el amor como sueño y posesión:
Mi cuerpo orgiástico
metamorfoseándose
con su respiración
acompasada en mi nuca
acaricia
hombros
brazos
manos
torso
encendiéndome en su color
de siena tostado...
Dice muy bien “Ibin Jazem” de Córdoba: Cierto sabio oyó sostener a uno: “La separación es hermana de la muerte”, y le contradijo: “Sería mejor afirmar que la muerte es hermana de la separación”. De este modo, cierra el poemario de Elliette Ramírez con la certeza de que ante la pérdida del amado, ella puede declarar con una fe irrefutable:
Señor
el eco de tu voz
y mi fe
me sostuvo
en tu palabra.

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