Al fin y al cabo,
la que duerme con la noche,
la que no sale nunca de la casa,
la que lleva las medias
roncas
tendrá un muérdago tras la puerta.
La muy dudosa, que pone los
pies en el polvo
y sumerge su cabello en agua tibia,
en un sartén humeante,
amará el linaje de los tenedores.
Así es
y así será,
mientras la luna
trueque estaciones por
monedas.
La que duerme en la calle,
chasquea los dedos y los
dientes blanquísimos,
detiene un taxi para volver a
su casa,
a la hora en que la otra
tendrá
los labios agrietados,
y odiará el jazmín barato de
sus pechos
y al amor que la tiene
de rodillas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario