domingo, 15 de febrero de 2009

Grandes poetas costarricenses III

La décadas posteriores a la guerra civil de 1948 se caracterizan por el intervencionismo estatal en diferentes campos: se mejora la distribución del ingreso y la seguridad social, crece la clase media, se protege a la empresa extranjera y a los medianos agricultores, se moderniza y se amplía el estado. En este marco histórico, aparece lo que se denominaría la generación sandwich, una generación que queda emparedada entre la generación del 40, mayormente formada de narradores, y la generación del 63, que aúna a los poetas comprometidos con las causas sociales y políticas. Los poetas que se agrupan en esta generación son quizás los que han producido los mejores libros publicados, aquí comienza la diversidad, la pluralidad, también las grandes voces de la lírica costarricense:
  1. Zona en territorio del alba 1953 Eunice Odio
  2. Antro fuego 1955 Ana Antillón
  3. Cantares y poemas de soledad 1957 Ricardo Ulloa Barrenechea
  4. Cantera Bruta 1965 Alfredo Sancho
  5. Serena longitud 1967 Mario Picado
  6. Rítmico Salitre 1968 Jorge Charpentier
Recuerdo de mi infancia privada
Por esas puertas que se cierran, se abren...
Son puertas que a lo largo del alma golpean.

No me hables de esas puertas, amigo, no me hables;

porque yo les conozco los goznes coronados de ira,
sus barrotes limados por el cielo,

su tácito desvelo en las noches más altas,
por donde algunas veces transcurrió nuestro amado
como a través del grito duele hasta el hueso el alma,
con temblor de pesado miembro oscuro y prohibido.

Yo he pasado a toda hora
por esas puertas húmedas que se cierran, se abren,

y he reído hasta el hombro
de sentir sus profundos maderos alterados,
porque pasaba un niño coral entre pañales
como ríos de cisne sin contorno.

Pero también recuerdo, debajo de mi infancia,
en un secreto abril con habitantes,
con océanos,
con árboles,
un puerta de azul carpintería
por donde algunas veces comenzaba mi madre,
empezaba en sus labios,
sus brazos que partían de las olas,
su voz en que cabía la tarde
y apenas mis dos piernas corrían
desordenando el aire.

Ahora la recuerdo
con mis beligenrancias infantiles,
puerta de piedras jóvenes,

mi madre
con sus pasos de ternera boreal, traspasándola,
se incorpora a la semana

ciñéndose el perfil,
la trenza,
la memoria,

la cintura en escombro de paloma,

y me buscaba
entre los habitantes de ese abril
con océanos,

con árboles,

y yo corrría,

corría,

con mis piernas de niña
para ser hallada

con las voz

en la tarde.
Eunice Odio

Salta el ciervo nervioso en las laderas
de montes con frescores lujuriosos.
Se estremece.- Sensual lanza un bramido.
¡Como tiemblan los pechos y caderas!
Se despiertan los poros silenciosos
y el cervato se aleja entristecido.
Salta, preso en rosados horizontes,
con cadenas tortuosas de deseos
que le empujan por sendas de azucenas.
¡Cómo se abren llamándolo los montes!
Se resiste con crueles forcejeos
a ceder al arrastre de cadenas.
Los montes del amor están hambrientos
de escuchar en la sombra los bramidos
del ciervo.- Se despiertan palpitantes:
pero sólo lo que oyen es: los vientos
vulnerando las ramas, y gemidos
de agitación en cuerpos susurrantes.
Ana Antillón

El cisne blanco

El cisne blanco se ha muerto en la noche sin luna,

los perros aúllan sobre sus rabos callados,

se secan las hojas del árbol del cielo,

lo inmenso se pone de luto y se vuelve pequeño

mientras el cisne se muere,

que ha muerto la noche sin luna del rabo callado que

pone de luto al cisne del árbol del cielo.

Lo blanco es azul al cisne que muere,

lo muerto es rosado al cielo con hojas,

las hojas se van y se pierden,

lo rosado, lo azul y lo blanco se queda,

mas el cielo se esconde en la nube,

–la nube es recuerdo soñado –

y se pierde con hojas el cielo que no es blanco, ni azul, ni rosado,

más que recuerdo es del cisne soñado.

¡Que ha muerto! ¡Que ha muerto!

El viento en carcajadas me trajo su cuerpo,

su ataúd es el sol que alumbra y quema mis carnes,

la lluvia es su llanto que lleva a los campos su canto.

El recuerdo de su alma se hace de noche,

y la noche está fría, muy fría y muy pálida,

La lluvia no cesa, siempre lluvia, mas lluvia,

y su cuerpo se quema en el viento que es sol de ataúd

de la lluvia del llanto que me dice que ha muerto.

Ricardo Ulloa Barrenechea

PERO ASÍ, AMARGO MI CAFÉ,
hay tantos analfabetos balbuceando el inglés.

Ignoran que Shakespeare añoraba
se traducido al castellano.

Que Dostoievsky, en París, en la mayor pobreza,
pagó veinte francos de esa época
por tener uno de sus párrafos
vertido a la lengua de cervantes.

Y que Humboldt, el de las Corrientes de su nombre,
el geógrafo de este continente,
dijo que el español
era el idioma propio de los hombres.

Y así, amargo mi café,
hay tantos analfabetos balbuceando el inglés.
Alfredo Sancho

Abstracto

Me repongo de ayer (nací mañana).
Y en la calle saludo a un adulterio.
(Es un sueño buscando su ventana.)
Estoy bien. Algo asunto y algo serio.

Me preocupa Beatriz y la manzana
y otro tema sin biblia ni salterio.
¡Quién sabe qué pasó la otra semana!
O si Hegel habló de algún misterio.

Hoy me fui hasta el mar (vivo andariego).
Ahí me presentaron a Roberto
(un seño casi sordo y casi ciego).

Le toco asistirme hasta otro puerto,
pues sacándome del mar (lo supe luego)
solo dijo, mirándome: Está muerto.
Mario Picado

Apertura amarilla de mar

Tus amarillos ojos mirando un precipicio,
un mar, un lirio en el mar,
una caracola en el lirio, un rosa en la caracola.
Tus amarillos ojo boca abajo sobre la sal de la tarde
mirando el alga,
y dentro, el nido de la larva de la rosa.
Tus amarillos ojos mirando el mar,
y en el mar una espuma
y en la espuma el amarillo de la resaca
diciéndome que estás dormida,
y en la resaca la astilla...

Atardecen tus ojos amarillos
y los barcos de vela se esconden en tu frente,
para que yo la bese...
Jorge Charpentier

L
os poemas representan una pequeña muestra de lo que hemos olvidado. Cada día, cuando leo un nuevo libro me pregunto si el poeta conoce su propia tradición. Sabe contra que se está rebelando o solo es una pose más en los espacios intersubjetivos de la postmodernidad. En nuestro país, con una memoria de corto plazo, tenemos el problema de no saber que vale la pena leer y que no. Estos poetas es lo primero que se debe leer, después abrirse en círculos concéntricos hasta abarcar el mundo.

viernes, 13 de febrero de 2009

Grandes poetas costarricenses II

La poesía costarricense siempre ha sido menospreciada por los propios poetas costarricenses. Ahora, que están en boga el realismo sucio o hiperrealismo, la generación beatnik, el trascendentalismo, senismo, y otras figuras de la deseperación postmoderna, me preguntaba ¿Cuál es el temor que sufren los críticos a la dialéctica de la literatura, el arte y la sociedad? Las oposiciones, las dicotomías, las antinomias son paradojas irresolubles. Lo único de maravilloso que tiene el siglo XXI es la diversidad, la pluraridad, la ruptura del centro, de la razón, del ethos. A pesar de la compresión del momento histórico que nos toca vivir, no dejamos de ser críticos influenciados por la modernidad.
¿Por qué los poetas menosprecian su propia herencia poética? Quizás porque la desconocen. Muchos años han pasado desde que pertenecí al Café Cultural "Francisco Zúñiga Díaz". Allí tuve la oportunidad de conocer a Alfredo Cardona Peña (1917) y a Isaac Felipe Azofeifa (1912), gracias a la diligencia de nuestro querido Chico Zúñiga. Era él quien nos presentaba a los poetas mayores. En aquella época de juventud, se revelaba en mí una postura frente a la poesía que fluía de tres grandes poetas latinoamericanos: Pablo Neruda, César Vallejo y Octavio Paz. Estos eran la medida para comparar y juzgar la obra de nuestros mayores, también porque cada uno representaba una estética y una ética. Recuerdo mi reticencia a la obra de Isaac Felipe, pues me recordaba los recursos retóricos de Neruda, a pesar de este hecho:
No encuentro donde reposar

He sido, soy, seré, posiblemente para siempre
lento, ininteligible, oscuro,
como de espesa sombra, a duras penas, proviniendo,
y aun a veces vago, indeciso,
siempre extraviado,
solo entre cosas extrañas,
y asediado de seres sin nombre todavía y sin lenguaje,
que, por lo tanto -oídlo, por lo tanto-, nacen
y se alargan huyendo dentro de mí mismo.

Y entonces no encuentro dónde reposar,
ni un rincón en mí, ni una pared
donde escribir mi nombre,
y sin embargo, yo sigo existiendo, y me incorporo
y grito
sin oírme, Isaac Felipe, tres veces, corriendo,
por entre el bosque de hostiles nombres que me rodean
y que me deben, me deberán por siempre, el haber nacido
tal como definitivamente serán, una vez que haya amanecido
la lenta luz que siempre llega, a duras penas.


El otro lado de la moneda era nuestro amigo Alfredo Cardona Peña, excelentísimo poeta y caballero de las letras, quien desde México nos enviaba su consejo:

A los jóvenes poetas de Costa Rica

Vuestros libros, sorprendidos por la aurora,
mostrando en sus alas lluvia de reciente rocío,
llegan a mis rastrojos hacia el atardecer
como aves que abandonando júbilos iniciales
buscan quietud, un poco de fervor conversable.
Recibo por tales visitas alegría,
ramos verdeantes, trozos de promisorias cumbres,
y pues en vosotros ya trabajan los cantos futuros
(aquéllos que verán lo que ahora es un presentimiento),
os miro como una realidad anterior al suceso,
como coros de sueños bañados por los actos.
Os aseguro que nada puede compararse
a la belleza del comienzo de un árbol: la tierra abraza
al hijo, y con amor no exento de lucha va auspiciando
la verdad de sus hojas.


Los grandes poetas están aquí, donde se recrea la historia dual, la antinomia, no la pluralidad. Si quisiera analizar estos poemas, no los disfrutaría como los disfruto al leerlos de nuevo. Señalar si son buenos no me corresponde, eso es el trabajo del tiempo.

REFLEXIONES ACERCA DE LA ANACRONÍA POÉTICA EN LA POSTVANGUARDIA Y TRANSVANGUARDIA

  El anacronismo es uno de los problemas que más interés ha suscitado en mi mente, quizás, porque la literatura acontece en el tiempo sin to...