domingo, 29 de mayo de 2016

Contra la mitologización poética en el jardín del edén (lectura prohibida para mayores de 18 años)

La generación de postguerra es un problema en la historia de la poesía costarricense. Afirmar su existencia es posiblemente un error metodológico o un error teórico, pues no formaron un grupo de amigos que bebían en los bares y cantinas de un San José rural, no publicaron sesudos manifiestos para enfrentarse a las generaciones modernistas y postmodernistas, no acapararon los premios de poesía, ni siquiera los periódicos y revistas de la época. Publicaron sus libros en editoriales privadas en México, España y Costa Rica. Muy pocos dejaron una obra sólida para ser recordados, otros solo alcanzaron a publicar un libro, como suele suceder con muchos jóvenes y no tan jóvenes poetas del siglo XX. Para el historiador Abelardo Bonilla, el problema consistía en que era difícil determinar entre los jóvenes poetas que hoy cultivan la poesía en Costa Rica cuáles obedecen a una verdadera vocación y cuáles lo hacen por curiosidad o impulso de juventud (Bonilla, 1957, 331). Para el lector del siglo XXI, los problemas radican en la imposibilidad de generar una historiografía postcolonial y en la necesidad de desnudar el fenómeno de la mitologización como un patrón de poder de la cultura de masas. El mito del poeta rebelde, renegado, incomprendido, espíritu del pueblo, para un lector costarricense tiene su origen en la lejana polémica nacionalista del siglo XIX, mal comprendida como una polémica sobre literatura, cuando en realidad es una polémica de carácter racial. La india de Pacaca y el Concho son los estereotipos del costarricense mestizo, torpe, ignorante, perezoso, tonto, de quienes los costarricenses blancos, trabajadores, honrados y europeos se burlan en poemas y cuentos. Esta dicotomización de la realidad simbólica tendrá su máxima expresión en la mitologización de ciertos poetas y narradores.
Nuestra mala lectura de la realidad poética costarricense se funda en los términos: colonialidad y mitologización. La colonialidad se refiere a un 'patrón de poder' que opera a través de la naturalización de jerarquías raciales y sociales que posibilitan la re-producción de relaciones de dominación territoriales y epistémicas que no sólo garantizan la explotación por el capital de unos seres humanos por otros a escala mundial, sino que también subalternizan y obliteran los conocimientos, experiencias y formas de vida de quienes son así dominados y explotados (Quijano, 2000). La mitologización es no una excepción histórica, sino un momento de la irracionalidad devenida en política de poder. Poder de anular la conciencia crítica, destruir la capacidad causal del pensamiento y extinguir en los lectores el anhelo de conocimiento. La mitologización crea una pseudocultura, caracterizada por la fragmentación del mercado, la uniformidad de mensajes y homogeneización de los públicos. La pseudocultura producto de la producción industrial de cultura es la estrategia fundamental para disolver la conciencia crítica colectiva y consolidar un orden mitológico de comprensión de la realidad. La sociedad de masas se entiende como la continuidad de la política mitologizante. La industria cultural es industria de la conciencia puesto que son las psicologías sociales las que entran como productos en el mercado del ocio y del consumo. La pseudocultura, en cuanto desvirtuación y debilitamiento de los procesos educativos y culturales, es una consecuencia de esa tecnologización, con métodos de persuasión y manipulación, de las psicologías sociales. El colonialismo y la mitologización son estructuras fundamentales para la negación de la existencia de una realidad, la realidad del otro, en este caso, la generación de poetas que empieza a publicar a mediados de los años 40 y durante la década de los años cincuenta.
No está de más decir que los poetas de postguerra buscaron renovar el lenguaje poético, conmover al lector, crear una manera poética que los distinguiese de los poetas modernistas y postmodernistas, pero sin abandonar los límites que imponía el postmodernismo.  Nacidos entre 1919-1935, herederos de la guerra civil de 1948, su impronta en el ambiente literario siempre estuvo llena de obstáculos y negaciones. Aún sin haberse consolidado su visión de la poesía, fueron desdeñados por la naciente generación de poetas del compromiso, quienes en la décadas de los setentas y ochenta imponen su ideología estética en Costa Rica. Solo algunos poetas de postguerra persistieron lo suficiente para crear una sólida obra, solo alguno de ellos se plegó a la estética de la poesía social con el torpe afán de sobrevivencia,  solo uno de ellos se transformó en ícono, mito o fantasma en manos de las academias de literatura y los mass media. Un hecho totalmente lamentable. Nada peor puede ocurrirle a una poeta que reniega con tanta pasión de su patria, y que al final sus coterráneos la conviertan en fetiche o muñeca de porcelana.
            Los poetas de los años 50 experimentan con las vanguardias estéticas –principalmente el surrealismo− también con la poesía pura, el neopopularismo y lo que en la década de los sesenta vendrá a llamarse poesía social o poesía de compromiso; reinterpretan las ideologías estéticas y las adecuan al contexto centroamericano y costarricense. Su poesía oscilará entre lo consabido: tradición y ruptura. Estos poetas escriben canciones, sonetos, romances; también poemas en verso libre. Logran modernizar la poesía costarricense, darle una estatura continental. Estatura que sufre el continuo ocultamiento. El estado, las escuelas de literatura y los medios de comunicación de masas coinciden cada cierto tiempo en la creación de un mito coyuntural, que desgarra la realidad poética en jirones. La mitologización de un  poeta o narrador es un fenómeno político-comercial que permite anular y suprimir a todo escritor contemporáneo al poeta o narrador mitologizado. De allí, es posible negar la existencia o el aporte de una generación de poetas o narradores. La mitologización de Aquileo J. Echeverría, Max Jiménez, Julián Marchena, Isaac Felipe Azofeifa, Eunice Odio, Jorge Debravo, y más reciente, Luis Chaves, ha servido para ocultar la complejidad y pluralidad de la poesía costarricense. En la mitologización interactúan el gobierno, las universidades y los medios de comunicación de masas. Los medios de comunicación son un instrumento de dominación, con efectos de mercantilización y degradación de la cultura. El enceguecimiento de los lectores es un proceso continuo. La generación de poetas de postguerra nunca lograron entrar en el canon de la pedagogía nacional, exiliados de las aulas de primaria y secundaria, no vuelven a ser editados, y si son editados, la academia lo hace en colecciones de un pésimo diseño gráfico y poco atractivo comercial para los lectores costarricenses.
            La generación de postguerra tiene su impronta con el libro Los elementos terrestres −publicado en Guatemala− (1948) de Eunice Odio (1919-1974), a los que seguirán Tierra del cielo (1951) de Salvador Jiménez Canossa (1922-1986), Vesperal (1951) de Arturo Montero Vega (1924-2002), Marfil (1951) –publicado en México− de Victoria Urbano (1926-1984), Riberas de la brisa (s.f.e) de Eduardo Jenkins Dobles (1926-2007), Noche, en tus raíces un puerto están haciendo (1953) de Mario Picado (1928-1988), Cantares y poemas de soledad (1957) –publicado en España− de Ricardo Ulloa Barrenechea (1928-¿?) Dame la mano (1954) de Virginia Grütter (1929-2000) La aguja (1955) de Raúl Morales (1931-¿?), Diferente al abismo (1955) –publicado en España− de Jorge Charpentier (1933-2004), Antro fuego (1955) de Ana Antillón (1934), Paraíso en la tierra (1953) de Carlos Rafael Duverrán (1935-1995), Funeral de un sueño (1958) de Carlos Luis Altamirano (1935-1999). Trece libros publicados entre 1948-1958, que solo verán la luz fragmentariamente en antologías nacionales, otros aún esperan que las cátedras de literatura costarricense despierten de su ensueño colonial, y dejen de ser testaferros del silencio. Esta generación se caracterizaba por la renovación formal y estética, con un léxico culto y palabras coloquiales, la modificación métrica,  la libertad y el equilibrio entre la innovación y la tradición y, finalmente, la temática variada como el amor, la muerte o el destino.

         Eunice Odio (1919-1974) es el mito, pero un mito vacío, una construcción de la academia y para la academia, su influencia en la poesía costarricense es nula, mitologizada como su contemporánea Yolanda Oreamuno, es  neutralizada en toda su energía transgresora, gracias a la institucionalización; ni siquiera la publicación de su obra completa ha logrado popularizarla entre los poetas jóvenes. La mitologización de la figura de Eunice Odio es un fenómeno que implica la inexistencia de sus contemporáneos, y por supuesto, su olvido. El desconocimiento de la generación de postguerra y su desaparición de la memoria histórica ocurre por dos hechos harto conocidos en la historiografía costarricense: el ascenso al poder político, cultural y académico de los intelectuales del Centro para el Estudio de los Problemas Nacionales, fundado en 1940 y convertido en partido político en 1943; y por otro lado, el surgimiento del Círculo de escritores turrialbeños, fundado en 1959 y que posteriormente se convirtió en el Círculo de Escritores Costarricenses en 1960. La estética de este grupo era todo lo contrario a la experimentación vanguardista; pues, valoraban ante todo la historia y la vida cotidiana, la concepción del quehacer poético como instrumento político, el tono exhortativo y vehemente como medio para convencer al lector de su verdad, y moverlo hacia una acción política, así como también, la mezcla textos religiosos y con un lenguaje erótico (Rojas y Ovares, 1995, p.212). La confianza en la transformación del mundo lleva a los poetas a creer en la poesía como un instrumento de cambio social.
             La poesía de Eunice Odio ha sido ampliamente comentada. Se han dedicado artículos especializados y tesis a su obra y vida. No obstante, los poetas que forman la generación de postguerra no existen para los lectores costarricenses.  Lamentablemente este grupo de poetas no tiene nuevas ediciones, como también es lamentable que la generación modernista y postmodernista sea parte de este proceso de negación y olvido. La recuperación de nuestra memoria histórica es un acto revolucionario, atenta contra el estatus quo de los poetas contemporáneos, contra su vanidad y su egocentrismo; contra la miopía de una academia que solo publica para elevar su puntaje profesional. Recuperar a la generación de postguerra es un acto que atenta contra la cultura estatal, contra la domesticación, contra la falsificación de nuestro ser. La identidad de cada costarricense se construye con despojos de memorias inocuas. Abraham Moles y su teoría de la cultura mosaico representa una de las concepciones más originales. Para Moles, los contenidos de la cultura de masas se caracterizan por la dispersión y por su desconexión. El sujeto sometido a los contenidos masivos acaba perdiendo de vista las interrelaciones entre los fenómenos. Su comprensión de la realidad se formará por medio de retazos, residuos, fragmentos. La cultura mosaico impedirá una reflexión objetiva, dando de nuevo lugar a una sociodinámica de la vida cotidiana de amplia base mitologizante. Al sustraer a Eunice Odio de su generación poética se muestra una realidad mutilada, que no permitirá que los lectores puedan tener una visión objetiva sobre la historia poética del  país.
            En su artículo  “Censura del espíritu: Borrar un rostro: la fea San José y la mutación del vos al tú”, el poeta Álvaro Mata Guillé señala que Costa Rica es un país, donde acostumbramos a desdeñar nuestra piel negándonos a nosotros mismos, la pregunta sobre la identidad es pertinente, no en cuanto a esencia, sino en relación con su historia y el presente, con lo que nos identifica, buscando lo que nos hace a ser, como puntos de referencia en el aquí y ahora, sobresaliendo en este contexto –no sólo en lo “costarricense”, sino también en las identidades de los países latinoamericanos– el canibalismo que nos corroe, la baja estima, el desprecio que generalmente tenemos por nosotros y entre nosotros: por nuestra cultura, por lo que somos y hacemos, por nuestra voz y nuestro rostro. La negación de nuestro ser, de nuestra producción pictórica, musical y literaria es constante, es la actitud de un individuo colonizado que se encuentra en conflicto consigo mismo. Este problema interno quizás tiene su origen en la olvidada polémica nacionalista, la literatura y el arte se escindió entre lo nacional y lo universal, entre lo vernáculo y castizo. El conflicto continuó profundizando hasta encontrar una válvula de escape, es decir, la mitologización. Este es el caso de Eunice Odio, quien a pesar de ser una interesante poeta –permítaseme el juicio de valor−, se neutraliza con anécdotas banales sobre su vida,  pero no es la única poeta que existe en los años cincuenta, junto a su obra se puede apreciar obras tan potentes y sólidas como las de Ana Antillón y Virginia Grütter, por solo hablar de las mujeres, quienes desarrollan voces que contrastan con la poesía de Odio. Pero también se encuentran poetas de densos y oníricos como Mario Picado, Jorge Charpentier y Carlos Rafael Duverrán, otros que oscilan  entre el postmodernismo y el surrealismo como Eduardo Jenkins Dobles, Victoria Urbano, Carlos Luis Altamirano, Ricardo Ulloa Barrenechea y Raúl Morales, otros como Salvador Jiménez Canossa sigue el neopopularismo, y por último, casi en solitario, el realismo socialista de Arturo Montero Vega.
            La poesía de Eunice Odio es conocida y supra-valorada por la academia costarricense, en el año 2007, la revista Alforja, #41, hace un desenfrenado homenaje a la poeta en el que se pueden leer opiniones diversas: Eunice construye a través de su obra un personaje multifacético y polifónico. Duro de roer. Mientras encontramos la suavidad e incluso fragilidad en algunos de sus poemas tempranos, la obra casi arquitectónica, concienzuda e hiperestructurada que presenta en su libro Tránsito de fuego −Amaranta Caballero−. Se puede comprender que su poesía no fuera para todo público por ser de exigente lectura, pero no se puede explicar que la crítica calificada o la académica la hayan ignorado, o que se la hubiera excluido de antologías e historias de la literatura hispanoamericana. Tampoco se puede entender que esta poeta extraordinaria muriera en la mayor pobreza y soledad –Peggy Von Mayer Chaves−. La poesía de Eunice es un complejo, y tómese de forma literal, complexus como entretejido de multiplicidad de componentes: el ser corporal, el ser sexual, el imaginario y la realidad humana, intensa, significativa y propia, pero sobre todo, el ser pasional, místico y sensual confluyendo en su vida poética. Y digo vida poética como visión profunda del conocimiento, la contemplación y el éxtasis de lo cotidiano. Un misticismo cognitivo y vivencial como el que existe en la casa, en la calle y en las cosas comunes –José Reyes González−. La literatura hispanoamericana del siglo XX cuenta entre sus creadores a Eunice Odio, costarricense de nacimiento, nacionalizada mexicana. La sensibilidad de su pluma nos legó una obra de una complejidad disfrazada de inocente fluidez, que a partir de 1974 ha generado estudios desde diversos ángulos. El creciente interés por la obra de esta autora radica no sólo en la belleza de sus creaciones, sino en el mito. Esta invención la entendemos no como la creación deliberada de una mentira, sino como el resultado de una axiología firme que la vuelve una incomprendida aún entre sus conocidos, axiología por medio de la cual es posible rastrear su estereotipo mítico –Patricia Cázares−. Sin embargo, los poetas contemporáneos a Eunice Odio, esperan como convidados de piedra, la recurrente mitologización de sus vidas y obras, antes de que ser pierda en esa zona gris que es el olvido. Sin embargo, esto no ocurrirá porque para la academia, el estado y los medios de comunicación es preferible solo dar la apariencia de que se rescata nuestro acervo literario. La cultura de masas es una cultura industrializada y creada por grandes grupos económicos en función de sus intereses más cercanos.
En contra de esta mitologización poética, de esta actitud colonial, de esta cultura del mosaico, de fragmentación histórica, se hace necesario recobrar la memoria y el recuerdo de otros poetas que aportaron nuevas voces a la poesía. Un ejemplo de esto es el poeta Salvador Jiménez Canossa, quien buscaba una poesía lo más compacta posible, con lenguaje llano y directo. Una poesía multisugerente que permita al que la escuche o lea recrear a su vez, sin obligarlo a llegar a un punto previsto; esta poesía puede atraer cuando es asimilada o repeler en el caso contrario. De todos modos con ella traóo de despertar una inquietud. (Bonilla, 1957, 346) Es una lástima que el historiador no halla comprendido la belleza de esta poesía. Si hubiera sido un poeta español, probablemente en las escuelas se recitarían sus versos, pero no, este maravilloso poeta costarricense descubre en la síntesis los tesoros que la realidad le revela,  acaso no es eso lo que debería hacer un poeta, revelarnos aquello que está oculto en la realidad.

La poesía de Salvador Jiménez Canossa (1922-1986) es de una música delicada, cantarina como riachuelo, a veces, engaña con su máscara de poesía infantil. Para él, el poema era mirar y maravillarse constantemente y compartir la experiencia poética. Era una función del ser humano, ligada  a toda la gama del quehacer del hombre. Surge de las profundidades del corazón del poeta y se manifiesta en la realidad mediante las palabras. La pureza de su poesía proviene de un trabajo de depuración, trasparencia y una aparente simplificación. Salvador Jiménez Canossa continúa con la tradición del cancionero, iniciada por Rafael Estrada, Adilio Gutiérrez, Fernando Luján y otros. Los poetas aprovechan de la poesía tradicional usando composiciones pequeñas, versos cortos, y mucha intensidad lírica de repeticiones. Los representantes del neopopularismo estaban en contra de la literatura elitista y universalista del modernismo y la frialdad y el hermetismo de las vanguardias. Los recursos estilísticos del neopopularismo son el laconismo, la sugestión, el uso arrojado de metáforas, paralelismo como en el romance, estribillos, libertad en el uso de diferentes métricas, versos interrumpidos y principalmente versos octosílabos y rimas asonantes. Salvador Jiménez Canossa es un digno representante de esta corriente estética.



Por otra parte, Arturo Montero Vega (1924-2002) es un poeta de sinceridad poética… apoyada en un conocimiento técnico notable… Es marxista y tuvo la oportunidad de efectuar un viaje a la Unión Soviética y a otros países del régimen comunista (Bonilla, 1957, 342). La poesía de Montero Vega se decantó por un realismo socialismo, un compromiso real con la revolución, el obrero y el hombre nuevo. En muchos sentidos, podría considerarse el padre de la generación del 60, en tanto su obra muestra una sencillez superlativa, que le sirve para cantar al amor, a la infancia, a la fraternidad del hombre con el hombre que es el norte de su preocupación social. En este sentido, nos recuerda mucho las temáticas desarrolladas por el poeta Jorge Debravo, una poesía comprometida con los pobres, con el ser humano, con el amor. En Arturo Montero, se encuentra el germen de una poesía que transformó la forma de concebirla en los años cincuenta, pero con el agravante que la experimentación vanguardista que debió desarrollarse en los años veinte, no se difundió con ímpetu en el ámbito costarricense. Arturo Montero Vega es consciente de que la generación del cincuenta es una generación revolucionaria en las letras costarricenses. Por eso, dedica uno de sus libros con estas palabras: A mis amigos poetas, casi todos de la generación del cincuenta: Mario Picado, Carlos Rafael Duverrán, Alfredo Sancho, Salvador Jiménez, Enrique Mora, Carlos Luis Altamirano, Eunice Odio, Virginia Grütter, Ana Antillón y otros más. No cabe duda de que ellos constituyen un periodo glorioso de nuestra poesía y son herederos auténticos de nuestros dos grandes poetas: Carlos Luis Sáenz y Julián Marchena. Montero Vega tiene consciencia de que su generación revoluciona el decir poético, con voces y estilos propios, que avanzan con pasos firmes entre la tradición y la ruptura. También, señala que su poesía es directa, comprometida con el pueblo, pero siempre trata de llenarla de imágenes, comparaciones, metáforas y música interna.

De Victoria Urbano (1926-1984) se sabe poco, quizás, porque su vida se desarrolló fuera del país. Victoria Urbano Pérez nació en San José en el año 1926 y murió en el año 1984. Realizó sus estudios en el Liceo de Señoritas. Toda su obra literaria la ha realizado y publicado fuera de Costa Rica, en España, San Francisco de California y Francia especialmente. En Madrid editó Platero y tú (1962). Escribió crónicas de España y de los Estados Unidos, un tanto costumbristas. Su padre es de origen español y su madre pariente de Leónidas Pacheco. Escribió poesía y cuentos y por lo menos sabemos de una comedia llamada La hija de Charles Green. Recibió el premio Dr. José Arce en Argentina. En su poesía, nos encontramos a una autora más cercana al postmodernismo que a las vanguardias, como ella señala: Todo escritor tiene que utilizar sus propias experiencias como material de creación, ya sea directa o indirectamente. Yo entiendo por “experiencia” todo momento vivido, toda impresión recibida, toda actitud personal frente al mundo que nos rodea. Por lo tanto, mis obras tienen de mí lo que yo tengo de ellas.

           En Eduardo Jenkins Dobles (1926-2007) se observa un poeta que busca la sencillez expresiva, pero desde una actitud más intelectual. Es el suyo un caso de lucha con la forma, quizás por razones de juventud, quizá porque en su obra hay mayor incentivo de curiosidad que de emoción (Bonilla, 1957, 339-340) Abelardo Bonilla lo acusa de impresionista a la manera de Juan Ramón Jiménez  y dice: El impresionismo, que en el poeta no es un procedimiento, sino una versión del espíritu, lo conduce a cierta oscuridad o falta de definición cuando nos da notas de color o metáforas de tipo realista. Si bien es cierto la poesía Eduardo Jenkins apunta a un ideal de pureza, no es menos cierto, que esa oscuridad que le endilga el historiador le agrega cierto dejo de elegancia lírica. La riqueza del contenido espiritual y el rigor en el uso de las formas tradicionales caracterizan su obra. Para Jenkins Dobles, la poesía era esencialmente creatividad para movilizar como una milagrosa palanca, el ilimitado mundo que constituye la imaginación, la voluntad y la sensibilidad del hombre. De su obra afirmó que su poesía evolucionó así: de iniciales balbuceos adolescente pasó a la conturbación romántica, hasta que llegar a la madurez en la que retorna a la simplicidad y la intelectualidad.

Mario Picado Umaña (1928-1988), quien fue de los poetas jóvenes el más desconcertante y el más discutido, y no porque se presente en actitud de reto, que no es ese su carácter, sino por su concepción del mundo y de la poesía. Lo que caracteriza la obra de Picado Umaña es un desinterés absoluto por la forma en cuanto es estructura, o, más propiamente dicho, la adopción de una forma que corresponde a un pensamiento poético complicado y desordenado deliberadamente (Bonilla, 1957: 345). La poesía de Mario Picado es sin duda de las más complejas en la historia de la poesía de Costa Rica. Combina a la perfección las formas clásicas con las ideas estéticas del surrealismo. Este movimiento literario permitió la exploración de nuevas posibilidades estéticas. En el caso de Picado Umaña, la ruptura con el postmodernismo no es absoluta; sus poemas retratan una Costa Rica rural de postguerra. El Surrealismo es una reacción contra la imitación de la naturaleza. La actividad surrealista incluye la enajenación de la sensación, la exploración profunda del objetivo azar y de la gran tradición moderna; son la cristalización de un desarrollo histórico y artístico que, emergiendo como “escapismo poético”, evolucionó hacia un nuevo concepto de arte.  El poeta se representa como un cautivo que trata de escapar y demoler las paredes de su prisión. Estos muros limitan todo el campo de la experiencia humana y marcan los límites del sueño más que de la realidad. El movimiento surrealista se inicia con la terrible comprobación de que esos muros que bloquean la visión del artista son inamovibles (Balakian, 1947: 20). Mario Picado es uno de esos poetas que desean ver más allá de la realidad, más allá de las apariencias de las cosas. El surrealismo de Picado  desarrolla tópicos como el símbolo, el viaje, la imagen, la deshumanización, la unión de lo concreto y lo abstracto, la contradicción y el culto del futuro

De Ricardo Ulloa Barrenechea (1928-¿?) se puede decir que fue el artista total a la manera de Max Jiménez: poeta, pintor y músico. En su poesía subyace el cambio de las estaciones precipitadoras de los estados de ánimo. Poesía surrealista, sencilla y diáfana en su búsqueda de la intimidad, de una síntesis del lenguaje y de la expresión en formas sintéticas. A veces, busca cierta corporeidad plástica de ámbito sensorial pero conectado con un ambiente emotivo. Su poesía es la expresión barroca de una agitación exaltada. El poeta ha dicho sobre sus influencias: No me preocupan. Deliberadamente he penetrado en dos poesías entrañables. La imagen cósmica de Vicente Aleixandre y la imagen amorosa también cósmica, de Luis Cernuda. Pero amabas están ausentes en los dos primeros libros. Mis libros nacen como la vida. De adentro hacia afuera. Sin plan previo. Como fluido explotado desde el corazón y la mente. En mis libros el tema es una intuición vaga que alcanza forma según el avance de la estructura poética. La poesía de Ricardo Ulloa Barrenechea se caracteriza por la finura de la concepción lírica, el desarrollo de temas íntimos y cierta asimilación de formas de la poesía española del siglo XX. Es una poesía concisa de hermosas formas y lenguaje delicado, que se adentra en la realidad trastocándola con sus imágenes y sus símbolos.

De Virginia Grütter (1929-2000), Abelardo Bonilla dijo ha demostrado una vocación de escritora con su novela Boris, aún inédita. Ha publicado el tomo de versos Dame la mano (1954) y Poemas en prosa (1957) (Bonilla, 1957: p 322) Su poesía evoluciona desde una cálida situación de  un mundo personal y sensible, a la concepción de una poesía realista, desnuda y militante. Para Grütter era importante decir las cosas. La poesía es la forma más alta de decirlas. Por eso la poesía es importante. Si dice las cosas que deben ser dichas, y oídas, y repetidas. Las cosas que ayudarán al hombre a abrir la puerta de la historia. Por eso entran con paso triunfal en la poesía de hoy los nuevos temas: el trabajo, la lucha revolucionaria, la muerte puede tener un sentido, la amistad es otra cosa, el amor es alto si se forja en torno a algo que está fuera de los amantes. La lírica de Grütter se caracteriza por su subjetividad, así como su búsqueda hacia la denuncia social, la temática erótica y las trasformaciones propias de la modernidad. Los poemas de Grütter se alejan de la métrica tradicional, la versificación estricta le da paso a una poesía más prosaica y cercana al lenguaje cotidiano. Se evidencia la toma del discurso sexual mediante la exploración del cuerpo y el erotismo, un aspecto que hasta hace poco estaba solo en manos de los hombres. Se muestra también la influencia ideológica y política en muchos de sus poemas, la crisis existencial del ser moderno y la enajenación de los sujetos ante un mundo cada vez más incomunicado y banal. Junto con Arturo Montero Vega, Virginia Grütter explora una poesía de compromiso social, muy acorde con el realismo socialista. En la década de los ochenta era todo un referente para las poetas, que asumía el trascendentalismo como la única posibilidad de una poesía moderna.

             Raúl Morales (1931-¿?) es un poeta de un solo libro, La aguja. Nació en Zarcero, provincia de Alajuela. Montañas metidas en calles. Cincuenta kilómetros más abajo, las llanuras de San Carlos. Reside en San José desde muy joven. El libro La aguja fue escrito en el transcurso del año 1952, casi en su totalidad. Simultáneamente con la dedicación a la poesía, la vida y el pensar del poeta se tornó hacia el cuidado y la ternura. Desde entonces ha sido un lector de la intensidad y atención de quien a sí propio se escucha y se va conociendo. Huele a lo largo de todo el libro el corpóreo sudor en que casi siempre se debate un hombre cuando intenta poetizar sinceramente; la voz propia es clavada una y otra vez dentro y encima de los versos, y no se disimula jamás en perpetua angustia, la diferencia entre lo que se pretende y lo que resulta conseguido. Conforme avance en la lectura de La aguja, el lector conocerá como una primera anímica impetuosidad se transforma en intimidad silenciosa; de qué modo una voz sonante y alterada es luego una amorosa interpretación contemplativa; o dicho esquemáticamente, si atenernos a la afirmación violenta de los extremos: cómo sucede en el poeta la gota de sangre del sueño y del pensamiento tras la gota de sangre colorada y bioquímica. El poeta ha ido saliendo de sí mismo, para traer sus contemplaciones: de cuando el espíritu pone el mundo externo y exterior a escala de su hacia adentro y él para sí en escala de sí mismo. Ordenación del flujo poético también. Raúl Morales es uno de los poetas que ha sido completamente olvidado por la historia de la poesía de Costa Rica. Quizás, porque solo publicó un poemario en vida y este pasó desaparecido para los lectores. Su poesía es nítida y sencilla, de imágenes fantasmagóricas, que se evaporan en la luz del alba, mezcla de pureza, sueños y alucinaciones. Es lamentable que el poeta no continuara con su producción poética, y si continúo es una lástima que no pudiera publicarla, o que no persistiese en el ambiente literario costarricense.

Jorge Charpentier (1933-2004) es un poeta, crítico y narrador costarricense. Nació en 1933. Doctor en Filosofía por la Universidad de Madrid, ha sido catedrático de esta disciplina. En España editó sus primeros poemarios.  Rítmico salitre obtuvo el Premio Nacional de Poesía en 1967. “Cierta sensibilidad de tipo universal −escribió Carlos Rafael Duverrán−, así como el rigor y la depuración de la palabra poética son características de su poesía”. La poesía de Charpentier es de un complejo surrealismo y de una intimidad desbordante, oscila entre el exilio y la confrontación con la realidad, anhela poseer un cuerpo angelical que siempre escapa a las alturas de la nada. Entre los tópicos que desarrolló están la conciencia de la soledad y la incomunicabilidad, el reconocimiento de la introspección como límite ontológico. Jorge Charpentier pensaba que su poesía era escultura, constante sortilegio, nunca el mismo. No se dirigía a la inteligencia, sino a lo caótico que hay en el hombre, cincelándolo, ordenándolo, y el móvil debe ser el hombre realizándose en un dinamismo de ansiedades. La poesía no consistía en el verso, sino en la fuerza que emana de las cosas y es asida por el artista cualquiera sea su forma de hacer arte. Era aristocracia de letras. La poesía de Jorge Charpentier lleva hasta sus últimas consecuencias una concepción individualista y subjetiva del mundo. El solipsismo es el pecado mayor de estos poetas.

Ana Antillón (1934) es una poetisa y cuentista costarricense. Nació en San José en 1934. Egresada del Colegio Superior de Señoritas, fue descubierta por su esposo Antidio Cabal y reconocida, en su capacidad de intuición alucinada, por Ernesto Cardenal. En 1990, cuando se había incorporado a la Comuna Universal, reeditó su primer libro. Ana Antillón se inició con el poemario revelador y trascendente Antro fuego, pero no mantuvo la misma densidad barroca en su segundo libro; abandonando por un tiempo la poesía, ha editado recientemente un tercer poemario. Como narradora, despuntó con algunos cuentos que le confirieron prestigio inobjetable. Uno de ellos, “El muerto", fue incluido por Amílcar Echeverría en su Antología del cuento clásico centroamericano (1961)
En Antro fuego, según Antidio Cabal, el corazón y el cerebro participan como últimos receptores de una identidad que se inicia más el torrente, que sobre ellos se refleja. Integralmente lenguaje y retórica componen una sorda y reptante armonía que a veces se eleva a hierro fonético a flotación y adereza una arrastrada concordancia entre la forma y el fondo de este poetizar. Lenguaje y retórica cuajados en sus pozos y en sus superficies por penumbras y convulsiones y por una diafanidad desértica y enloquecedora. Claro que a buenas y primeras queremos definir una poesía que nos enfrenta a unos tentáculos opacos o centellantes, amarillos o redondos, húmedos o altos, inmóviles y sólidos, turbios o lentos, olorosos o ásperos, y que al no mostrarse en su desnuda esencia nos coloca encima del entendimiento y de los sentidos unas figuras de moluscos o vahos, de nudos y de espeluncas que nos raspan fuertemente la vida propia de nuestras propias figuras. Orbe de pesadillas, suelo de charcos, tela donde nos enviscamos, altísimas ventanas por las que tiemblan a tientas blandas materias, y arcángeles glandulares. O glándulas arcangelizadas (Cabal, 1955: 24).


Carlos Rafael Duverrán (1935-1995) fue un poeta, antólogo y crítico costarricense. Fijó un tono unitario y trascendido en doce poemarios, destacándose Tiempo grabado (1981). Dejó un fulgente panegírico de Rubén Darío. Desde su primer libro planteó su arte poética en un poema: Haz de tu vida un poema inacabable, / y déjalo al oído de los hombres / en palabras desnudas./ Déjalo y vete. Tal vez en tierra dura / la semilla florezca. Antidio Cabal escribió que la poesía de Carlos Rafael Duverrán desde Paraíso en la tierra hasta inclusive Redención del día se desarrolla y diseña valorativamente conforme a una ontología del sentimiento. El poeta explora la originalidad del mundo, empujando hacia el repliegue la línea entre la humanidad y la realidad más allá de la penumbra en que la vida se encuentra hirviendo. La obra poética de Duverrán deviene de su empresa hacia lo bello como conocimiento de la realidad. Es una mística de la realidad como divinidad, instrumentalmente ligada al romanticismo no teológico, y al surrealismo que, al fin de cuentas, consiste en una mística de la realidad del subconsciente. La poesía de Duverrán es un siempre estar yendo hacia lo ignoto. Por tortuosos caminos y amplias veredas de luces y de sombras, emprende el poeta un viaje del blanco al blanco: desde un vacío donde la creación permanece como promesa, hacia el definitivo silencio de una verdad que el lenguaje no puede contener ni expresar por entero. El poeta sabe que está herido por una ineludible nostalgia de belleza; que ningún otro anhelo se equipara a esa profunda sed de transparencia presentida en el pecho y las entrañas; que su mirada se abisma en una realidad habitada de música y silencios, colores y presencias, de absoluta soledad y comunión trascendente con el universo.


De Carlos Luis Altamirano se sabe poco como poeta. Nació en Alajuela en 1934. Egresado de la Universidad de Costa Rica, ha sido catedrático de la Facultad de Filosofía y Letras en su alma mater. “Altamirano es un poeta de vigoroso lirismo −afirmó Alberto Cañas−, que enfoca con rigor un tema y le extrae todo su contenido poético. Y lo que más llama la atención en sus poemas es cierta masculinidad de expresión y la presencia en la obra de una personalidad definida que sostiene una posición y un punto de vista sobre los temas que trata”. Para Altamirano, “la poesía es la creación de belleza por medio de la palabra. Toda auténtica poesía es creación personal. Belleza no significa retórica ni suntuosidad de formas, belleza no significa esteticismo ni mera denuncia social. La belleza poética hay que entenderla como armonía entre el creador y criatura.  Creación de belleza significa creación de unidad y plenitud humanas. La autenticidad poética hay que buscarla en el poema, no en la actitud o conducta del autor. Hay muchos títeres del esnobismo que censuran el empleo del yo y el desarrollo de temas individuales en la poesía, por considerar que todo esto responde a un viejo individualismo ya superado. No me convence, por absurda, esta posición. Juzgo que toda poesía legítima, en el fondo, no es otra cosa que autobiografía espiritual de un yo concreto, testimonio insobornable de su particular visión de la vida”. Para otros, incorpora lo cotidiano a su visión angustiosa a la vida; pero de los poetas de su generación es el de menor vuelo. OBRA. Poesía. Funeral de un sueño (1958); Enlace de gritos (1962). CUENTO. Cuentos del Tárcoles (1964).
Los poetas de postguerra son una generación negada y olvidada. El crítico y el historiador literario los acusa de solipsistas, de egotistas, de preferir la realidad subjetiva a la realidad objetiva, de fundar otra realidad, de afiliarse a la ideología del desencanto, de rechazar el arte como representación, de renunciar a la realidad histórica, pues la realidad es caos y disolución. Todas estas ideas contribuyeron a crear el prejuicio de que son poetas difíciles, cuyo único afán era instaurar el poema como una realidad autónoma; por lo que no podían ser considerados como material de estudio para niños y adolescentes. Por otro lado, se produjo el fenómeno de la mitologización de Eunice Odio, generando que las obras de los otros poetas no se leyeran al menos fuera de la academia. El mito es un desgarramiento de la realidad simbólica, los jirones de ese desgarramiento no nos permiten leer lo que deberíamos leer, o lo que podríamos leer.
La generación de los cincuenta quedó emparedada entre la generación del cuarenta y la generación de los sesentas. Esto hace que se instale la orfandad en el ser poético costarricense. Los poetas siguientes cometen constantemente parricidios, eliminan la mínima presencia de sus antecesores. O como indica Álvaro Mata Guillé: la antropofagia cultural se manifiesta a través del choteo, la envidia, la imposición de lo “pequeñitico” del que nadie puede huir, por ser la estatura máxima a la que aspiramos y nos permitimos, instituyendo el país de los ciegos donde el tuerto es rey y se intenta tapar el sol con un dedo. Imposibilidad de crecer, de transformar el entorno e ir más allá; conservadurismo que elimina la crítica, lo disidente, anclado todavía en la contrarreforma y la inquisición, que envuelven nuestra cotidianidad desde la “colonia”. Solo existe el presente, un tortuoso presente que repite fórmulas y tópicos hasta el infinito. Todo pasado es basura, todo es desechable, no existe ni la verdad, ni la bondad, ni la belleza.     
 El lector de poesía no tiene acceso sencillo a las obras de poetas de postguerra, si acaso a aquellas que son bendecidas y santificadas por la academia. Los poetas jóvenes son huérfanos, no tienen consciencia de sus raíces poéticas. Pues es más fácil y sencillo adquirir a un poeta norteamericano, español, portugués o polaco, que a un poeta costarricense. Este desamparo se manifiesta en el constante contraste entre el adentro y el afuera. En el adentro, todo es pasado de moda, olvidable, inservible. En el afuera, nos miramos distorsionados y nos reconocemos felices de creer que ese reflejo es nuestro ser. Nuestra identidad poética está siempre en conflicto con nuestro ser poético y con nuestro pasado poético. Pues, miramos hacia atrás como verdaderos extranjeros, como colonos. Esta mirada colonial siempre es descalificadora de la producción poética nacional. Todos los poetas en algún momento terminarán siendo polvo de biblioteca, aun los que publiquen con bombos y platillos en el extranjero. Nadie se salvará de este destino, cada generación de poetas jóvenes impondrá su visión poética sobre sus antecesores inmediatos. Cincuenta años hacia el pasado, nada sirve, son meras copias de las grandes urbes culturales o lo que es peor simples plagiadores.
Por otro lado, los mass media y las academias continuarán con la dinámica del mito, a la que sumarán las voces de otros poetas, cuentistas, novelistas y dramaturgos, fragmentando la realidad, creando un mosaico de arquetipos desarticulados, inocuos y asépticos. Cuando nos preguntamos ¿por qué ocurre la mitologización de la poeta Eunice Odio? Se debe a que se instituye una construcción mental que expresa la experiencia básica de la dominación colonial, que permea las dimensiones más importantes del poder. Odio no se mitologiza por su género, sino por su raza.  La elaboración teórica de la idea de raza como naturalización de esas relaciones coloniales de dominación entre europeos y no-europeos. Significó una nueva manera de legitimar las ya antiguas ideas y prácticas de relaciones de superioridad/inferioridad entre dominados y dominantes (Quijano, 2000, 203). Esto ha demostrado ser el más eficaz y perdurable instrumento de dominación social universal, pues de él pasó a depender inclusive otro igualmente universal, pero más antiguo, el inter-sexual o de género: los pueblos conquistados y dominados fueron situados en una posición natural de inferioridad y, en consecuencia, también sus rasgos fenotípicos, así como sus descubrimientos mentales y culturales. No es extraño que la poeta haga hincapié en sus orígenes europeos: “En realidad, me llamo Eunice Odio, Boix y Grave Peralta. Por Boix soy catalana; por Grave Peralta, vasca navarra. Por mi madre soy Álvarez y Angulo, gallega castellana”. Para Tania Pleitez Vela, La idealización de sus orígenes (catalanes, vasco-navarros y gallego-castellanos) complementa la necesidad de raíz, de hogar. Sin embargo, la mitologización de Eunice Odio responde al blanqueamiento cultural de Costa Rica, su europeización como suiza centroamericana. No es de extrañar que todas las experiencias, historias, recursos y productos culturales, terminan articulados en un sólo orden cultural global en torno de la hegemonía europea u occidental. El etnocentrismo colonial y la clasificación racial universal, ayuda a explicar por qué los costarricenses blancos fueron llevados a sentirse no sólo superiores a todos los otros costarricenses, sino, en particular, naturalmente superiores. Las relaciones intersubjetivas y culturales entre la Costa Rica blanca, y el resto de costarricenses indígenas, negros o mestizos, son codificadas en un juego entero de nuevas categorías: (indígena, negro, mestizo)-blanco, primitivo-civilizado, mágico/mítico-científico, irracional-racional, tradicional-moderno. Esa perspectiva binaria, dualista, de conocimiento, peculiar del eurocentrismo, se impuso como nacionalmente hegemónica en el mismo cauce de la expansión del dominio colonial de los costarricenses blancos sobre los otros costarricenses. Aquileo J. Echeverría, Max Jiménez, Julián Marchena y Eunice Odio sirven como fundamento  del mito del costarricense blanco. La mitologización es la válvula de escape de una identidad desgarrada por sus propias contradicciones. El mito como estructura de dominación, como idealización de una raza resulta de la imposición de una cosmovisión de la cultura europea sobre la cultura nacional. No en vano, la polémica nacionalista entre Ricardo Fernández Guardia, Carlos Gagini, Manuel González Zeledón y Genaro Cardona es en el fondo una polémica racial.
La generación de postguerra formada por Eunice Odio (1919-1974), Salvador Jiménez Canossa (1922-1986), Arturo Montero Vega (1924-2002), Victoria Urbano (1926-1984), Eduardo Jenkins Dobles (1926-2007), Mario Picado (1928-1988), Ricardo Ulloa Barrenechea (1928-¿?), Raúl Morales (1931-¿?), Jorge Charpentier (1933-2004), Ana Antillón (1934), Carlos Rafael Duverrán (1935-1995), Carlos Luis Altamirano (1935-1999) queda desarticulada, silenciada, por el mito de Eunice, la gran poeta blanca, rebelde, andariega, solitaria. La mitologización de un  poeta o narrador es un fenómeno político-comercial que permite anular y suprimir a todo escritor contemporáneo al poeta o narrador mitologizado. De estos poetas ¿cuántos existen en la memoria de los lectores, de la academia, de la historia? Probablemente ni siquiera el mito de Eunice Odio soporte el desgarramiento continuo del ser costarricense, ni siquiera subrayar en la Constitución Política que Costa Rica es una República democrática, libre, independiente, multiétnica y pluricultural. La colonialidad y la mitologización son alas de la negación del ser costarricense, negación de lo que afirma el artículo primero de nuestra constitución política. Los poetas de los años cincuenta aún esperan sesudos estudios académicos, reediciones, que sus obras se enseñen en escuelas y colegios. Esperan lectores ansiosos por descubrir nuestras raíces, nuestro ser, nuestra identidad fracturada por los mismos que afirman su pluralidad.

Bibliografía
                                                                                                                                                  
Balakian, Anna. Orígenes literarios del surrealismo (Un nuevo misticismo en la poesía francesa) (1947) edición en español: Santiago: Editorial Zig Zag, 1957.

Bonilla, Abelardo. Historia de la literatura costarricense (1957) 3ª reimpresión: San José:    Universidad Autónoma de Centro América, 1981.

Duverrán, Carlos Rafael. Poesía contemporánea de Costa Rica, San José: Editorial Costa Rica, 1973.

Monge, Carlos Francisco. Códigos estéticos en la poesía de Costa Rica (1907-1967) Madrid: Universidad Complutense, 1991. (Tesis)

Pleitez Vela, Tania. 2012. “Arraigo onírico. Tras la pista de la joven Eunice Odio” Cuadernos Inter.c.a.mbio, año 9, n. 10 (2012), 237-264

Quijano, Aníbal. 2000. “Colonialidad del poder y clasificación social”. Journal of World-System Research. (2): 342-386.

Rojas, Margarita y Flora Ovares. 100 años de literatura costarricense, San José: Farben /
Norma, 1995.

Sandoval de Fonseca, Virginia. Resumen de literatura costarricense, San José: Editorial Costa Rica, 1978.

http://new.diarioextra.com/Anterior/detalle/222498/borrar-un-rostro:-la-fea-san-jose-y-la-mutacion-del-vos-al-tu-

miércoles, 18 de mayo de 2016

La frase hecha o el lugar común en la poesía contemporánea

    En mi juventud, allá por los años ochenta, era muy común escuchar entre los poetas la frase: "Debes huir de la frase hecha y del lugar común, pues no aportan nada nuevo al poema". En el siglo XXI, parece que esa premisa se ha esfumado, y los poetas jóvenes abogan por frases hechas y lugares comunes de todo tipo y temática. Las razones son obvias. Hay más lectores, pero no mejores lectores. En las sociedades modernas, existe la necesidad de una comunicación clara y simple. Es necesario emplear significados y emociones inmediatos, para que el lector pueda acceder al complejo mundo de la poesía. El poema debe ser un click, un emoticono, que en la inmediatez de su significado conmueva al lector. El origen de esta condición postmoderna del lector deberíamos buscarla quizás en otro lugar común: "Una imagen vale más que mil palabras", verdad que sin duda refleja la concepción moderna de la narrativa y de la poesía, dado que si un cuento, novela o poema no puede  ser llevado a la televisión o al cine, no es literatura, o al menos, no es buena literatura. El suicidio del pensamiento abstracto desde la esquina del cuadrilátero es un hecho irrefutable. No existe más modelo que la realidad misma. Perdonen si me aparto del tema que iba a tratar en esta nueva entrada de Los7ahorcados. En fin, el lugar común o la frase hecha se transforman en el modelo de la poesía, una poesía que no necesita de cementerios marinos, fragmentos a su imán, soledades o versiones celestes. 
     En mi adultez, me divierten las listas infames, porque reflejan el estado actual de algún asunto que me interesa, y que ya no tiene importancia o interés para los lectores o escritores, pues todos ya lo sabemos de antemano, a priori, y no es necesario profundizar en el hecho o suceso que de todos modos es relativo. El lugar común es una palabra, frase o idea considerada como un vicio del lenguaje por ser demasiado sabido o por su uso excesivo o gastado.
Presenta una o varias de las siguientes características:
  • Demuestra poca imaginación de quien la expresa. Sustituye la búsqueda de ideas originales o creativas por otras ya gastadas.
  • Evidencia ser una copia de una idea de otro.
  • Frecuentemente usado en el discurso político como herramienta de la demagogia para engañar o maquillar la verdad.
  • Simplifica una idea o concepto que quizá merecería matizarse.

LUGARES COMUNES O FRASES HECHAS
El líquido precioso
El voraz elemento
El caldo de cultivo
Coto de caza
Un castillo de naipes
Respetable público
Salir por los fueros
La aurora de la libertad
La espada de la justicia
La hora de las reivindicaciones
La hora de la verdad
Las cadenas de la esclavitud
Momento crucial
Las instituciones patrias
Los signos de los tiempos
Cerrar con broche de oro
La dignidad de la patria
La primavera de la vida
El otoño de la vida
Los signos seniles
La luz de la ciencia
Pozo de sabiduría
Amargo llanto
Deambular por las calles
Reclaman un pedazo de pan
Abandonados a su suerte
La flor de la vida
Dar en el clavo
Sacarse el clavo
Dar con el mazo en el yunque
Algo huele podrido
Vanidades de campanario
Consigna de partido
Línea de partido
Hacerse eco
El disco de oro
Floreciente cantón
Fértil valle
De grata memoria
Altas personalidades
Disfruta la paz de nuestro Señor
La paz de los justos
Valga la redundancia
Se nos escapa la memoria
Cumplió su cometido
Un silencio de tumba
Algo huele podrido
Pasar las de Caín
Más viejo que Matusalén
Trabajar sobre tierra mojada
Caer sobre tierra arada
Los que padecen sed de justicia
Alegrías navideñas
Año nuevo, vida nueva
Hecho unas pascuas
Embarga nuestro espíritu
Calor humano
Sonrisa a flor de labio
Postrado por la dolencia
Afrontar el dolor físico
Vicisitudes de vida
Magno acontecimiento
Mercaderes del odio (dolor)
Sin miramientos
Escena dantesca
El infierno del Dante
Ser un Quijote
Sentida demostración de duelo
Labios purpurinos
Eximio escritor
Talle gentil
Rubios cabellos
La gota que hizo rebasar la copa
Abrir el corazón
Valle de lágrimas
Un sordo rumor
Febril impaciencia
Los medios políticos
Sumido en un mar de confusiones
El mar enfurecido lucha contra las rocas
Los acordes finales
Viento en popa
El peso de la ley
Tras las rejas
Azares del destino
Caprichos del destino
La madre naturaleza
Sin distingo de razas, credos y costumbres
Caer aparatosamente
Voraz incendio
Copiosa lluvia
Mejillas sonrosadas
Esbelta figura
Añosa arboleda
Carne de cañón
Arrancar aplausos
Dientes de perla
Lágrimas amargas
Fuente fidedigna
Cólera implacable
Económicamente débiles
El fondo de las cosas
La serpiente del deseo
Estar inmerso
Las tinieblas de la ignorancia
Con el rabo entre las piernas
Al rojo vivo
Seguir los pasos
Lecho blando del arroyo
Subírsele a la cabeza
Lágrimas vivas
Hasta las heces
En pie de guerra
Llover a cántaros
A flor del labio
La espada de Damocles
La tele de Penélope
La manzana de la discordia
Beberse la cicuta
El beso de Judas
Fue un Waterloo
La caja de Pandora
Un triunfo pírrico
El talón de Aquiles
El hilo de Ariadna
Todo está consumado
LOS LUGARES COMUNES EN LA POESÍA CONTEMPORÁNEA
Maniobras propias de un suicida
Los ríos del dolor
El vacío de tu boca
Los gastados celajes del regreso
Callar mi angustia
El rumbo apagado de la existencia
La esperanza de otra despedida
El arrullo incesante del mar
Alimentarse de cenizas
La alta bandera de la noche
El estruendo de un relámpago
La combustión de tus piernas
El temor de una alianza
Entre charcos de cerveza lloraré
La sangre de los siglos
El olor a cigarrillo encima de la ropa
Cuando veo caer un segundo
Rompe la camisa de fuerza
Un torrente de imágenes
El peso del universo
Las ventanas trasparentes
El hierro fundido de tus labios
Estampidas de palabras
El pozo de la saliva
La llama verde del corazón
El filo de una navaja
Dependencia etílica
Un cuarto lleno de espejos
Fumar como los hombres
Los brazos de ladrillo
El buzón de los reproches
Como una película muda
El peso de los años
La hora del silencio
Espíritus indomables
Poner la otra mejilla
Dios castigador
La fuerza de las águilas
La proximidad de los cuerpos
Sigue la escena cursi
El tótem de la vergüenza
Los siervos menguados
La barra de la antigua cantina
Cima de montaña
Los juicios de Dios
Caber en la palma de una mano
El asombro de la oscuridad
Una mueca de horror
Los límites precisos de un espejo
Los hilos de esta alegría inventada
La huida de los años
Novia plantada en el altar
La nitidez de unos ojos dulces
El negro agujero de la confusión
La boca de los muertos
El borde de la cama
El sabor de una cicatriz
La nostalgia del viaje
La intimidad de un dolor
El paso de los años
El murmullo de la sangre
Los designios de Dios
Los días contados
Los descosidos del amor
Del placer al horror
La semilla del mal
La marea de la sangre
Una torre de marfil
Un cine de tercera
Escondido bajo las sábanas
El largo camino de la entrega
El callejón de la muerte
El cuerpo mutilado del olvido
Guardar bajo llave el recuerdo
Una mirada de lástima
Estar solo o mal acompañado
La ruta del borracho
Recordar mejores tiempos
El sendero de la voz
Todas las batallas perdidas
Las viejas orillas de la noche
Las mentiras del tiempo
El rostro del canto
La hora de la muerte
La paz del sueño
El tétrico rincón de un bar
La quietud del aire
Alzar la voz en el ágora
El poder de las olas
Hay dos caminos a elegir.
La punta sutil de mi cariño
El vencedor reclama su premio
Las raíces del sueño
Un príncipe azul
Fuego de amapolas
El desprecio ajeno
El espacio infinito de tu cuerpo
El asco en los ojos
El aroma de la noche
Indiferencia al corazón
Sociedad de mierda
Esperanzas de cartón
Los recuerdos de la vida
Las hojas marchitas de su gloria
Llanto de la vergüenza
Se masturban resignados
en la cama de un motel
Salir con el odio en brazos
Las llaves del olvido
El clamor de la violencia
La gota de sangre
La memoria de los guerrilleros
La dulzura de las navajillas
La alegría cotidiana
El aliento alcohólico del olvido
Las fauces del amanecer
El ojo de la noche
La botella vacía de cerveza
Las puertas del viento
El momento inmóvil del amor
El alma intacta de las cosas
La sangre de los mártires
La certeza de la sangre
El intacto misterio del polvo
La brisa ondulada de tu cabello
El centro asombrado del frío
La memoria de los caminos
El límite transfigurado de tus sueños
El signo constante de tus brazos
El epicentro de un desastre universal
Carreteras asfaltadas de esperanza
La conservación de la especie
El más oscuro rincón de la noche
Esa noche de oscuridad luminosa
El aroma de tu cuerpo
Cosas de la vida
La oscuridad del día
El universo es infinito
Suerte que tengo sin tenerte
Tus frágiles manos
La selva de tu mirada
Perfume de mujer encarcelada
Amores clandestinos
Unas piernas espigadas



 NOTA: Úselos a su gusto en poemas, cuentos, novelas, obras de teatro, ensayos. Recuérdelo muy bien, las frase hechas y los lugares comunes no existen en la realidad, son solo percepción de un lector que ha comido demasiados ilustrados,

REFLEXIONES ACERCA DE LA ANACRONÍA POÉTICA EN LA POSTVANGUARDIA Y TRANSVANGUARDIA

  El anacronismo es uno de los problemas que más interés ha suscitado en mi mente, quizás, porque la literatura acontece en el tiempo sin to...